domingo, junio 05, 2005

La perla de Praga

En un inesperado y gratísimo viaje a Praga pudimos recrearnos la vista con esta maravillosa cuidad que superó todas nuestras expectativas. Al margen de las muchas maravillas que vimos, solo nos quedó la pequeña frustración de no poder tomarnos una cerveza en la taberna más auténtica, sita en la calle Husova (1) y de nombre El tigre de Oro, ya que tenía el aforo completo en las mesas y la barra era de uso exclusivo para servir y consumir el tabernero y los camareros. Una vez comprados los cristales de rigor y nuestro Niño Jesús de Praga (2) decidimos, a modo de broche de oro, cenar la última noche en algún restaurante singular. Según las guías turísticas lo más cool era el restaurante Flambee, de cocina francesa, situado en la misma calle y a escasos pasos de la dorada taberna felina, pero nos aconsejaron uno nuevo, también francés. Así pues, la curiosidad nos llevó a la orilla del río Moldova, a un edificio muy singular(3), moderno, que da la impresión de estar retorcido e inclinado, coronado por una cúpula esférica con pinchos y en cuya última planta se encuentra el restaurante La Perla de Praga, con magníficas vistas al puente de Carlos y el Castillo

Accedimos al restaurante por medio de un ascensor directo; la decoración era minimalista y los adornos florales de estilo japonés. La puesta en escena del restaurante era espléndida, de un gusto y refinamiento exquisito. Nos recibió un Maitrê todo vestido de negro y nos situó en una mesa esquinada, desde donde no se disfrutaba de las vistas panorámicas pero podíamos divisar estratégicamente a los comensales. Al ser la mesa redonda, cada uno tuvo que adaptar el giro de su cuello para buscar la posición óptima de observación. No fui muy afortunada con el sitio que me asignaron, prácticamente de cara a la pared, de forma que el giro de mi cuello era de casi 180 grados, lo que no impidió que no perdiera detalle, ¡faltaría plus! Cuando se cena en un restaurante inaccesible al ciudadano medio del país, no puedes por menos que observar qué tipo de gentes acuden a él. Salvo alguna mesa de comida de negocios o con gente de paso, nos llamaron la atención tres mesas, muy heterogéneas.

La mesa de los antiguos camaradas. Había como 5 parejas de mediana edad, matrimonios sin duda, de primera y única instancia. Las señoras entraditas en carnes, peinadas de peluquería y con aspecto de estar liberadas de la maldición del trabajo. Los maridos, gorditos, rosáceos y calvitos con aspecto de no cobrar el sueldo medio. Sentenciamos que eran camaradas que vieron a tiempo que ya no quedaba queso y orientándose por la brújula del capitalismo encontraron una despensa con grandes expectativas de crecimiento.

La mesa de las Judías nostálgicas. Había dos señoras de edad avanzada, enjutas de carnes, con el cuello y las muñecas envueltas en pesadas cadenas de oro que soportaban como si no las llevasen, a fuerza de la costumbre. Aunque hubo división de opiniones, me decanté por buscarle un origen hebreo, una huida a América durante la II Guerra Mundial y una vuelta nostálgica a la ciudad que vio pasear su juventud y que siempre recordaron por su belleza singular.

La mesa de los narcisos. Había una pareja en actitud cariñosa, con las manos entrelazadas, que se miraban a los ojos buscando su propio reflejo en ellos; parecían una pareja de película, ambos encantados de conocerse y al instante los bauticé como los Narcisos. Ella muy joven, con el pelo largo y peinado en anticuados tirabuzones muy abiertos; dedujimos que tenía una pierna rota porque sobresalían unas muletas por detrás de su silla. Él parecía joven en el primer vistazo, ya que la melenita tipo Pío Cabanillas le quitaba años de encima, pero tras un segundo examen se veía que el tiempo había pasado por él dejando huella. Como habíamos visto que estaban rodando una película en el centro de Praga, dijimos que o bien eran estrellas locales del cine o él era un mafioso que intentaba seducir a una bella, pero pobre trabajadora condenada a un triste salario medio.

Finalizamos la cena al mismo tiempo que la pareja de narcisos y al salir una densa lluvia nos esperaba. No fuimos tan afortunados como ellos que tenían a la puerta un fantástico mercedes del que raudo y veloz salió un chofer uniformado, portando un enorme paraguas, que los protegió de la lluvia. Los narcisos, resguardados de las inclemencias del tiempo se alejaron en su mercedes dejando una estela de agua a su paso, al momento que todos acordamos que era un mafioso.

Versión web aquí

(1) Calle dedicada a Jan Hus Bohemia (1373-1415) Reformador. Su ideología participaba del movimiento político-social postulado en la escuela de predicadores de Milia de Kromeriz,, los cuales defendían un retorno al cristianismo primitivo, en clara oposición a la jerarquía y a los postulados de la Iglesia. Los husitas presentaron al rey Segismundo un programa con los Cuatro Artículos de Praga, que defendía la libre predicación, la pobreza eclesiástica, el castigo a manos de la autoridad civil de los pecados mortales y la comunión bajo las dos especies. La no aceptación de este programa condujo a una cruenta guerra civil.

(2) El niño Jesús de Praga es de origen español. Formaba parte de la dote aportada por una dama de los Manrique de Lara de toda la vida que maridó con noble de Bohemia.

(3) Este edificio se llama "The Dancing Building? cuya estructura es un homenaje a los bailarines Ginger Rogers y Fred Astaire. Fue inaugurado en 1996.

Sección-Cuaderno de viajes

¡¡Ni me menees!!

3 comentarios:

cris dijo...

Que pasada de edificio el del Resturante!
El día que vaya a Prega, recuerda que te pida la dirección.
Por cierto, Lo sabe todo el mundo menos tú, cuando llueve hay que salir con un mafioso y no con un paraguas.

Lula Towanda dijo...

Esta es la página web del restaurante: http://www.laperle.cz/uvod.php

Respecto a los mafiosos, en este año de sequía no se deben comer una rosca.

Anónimo dijo...
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