El escritorio
Escribo estas líneas en mi dacha conquense, en el mueble escritorio que le hicieron a mi padre en 1955 con la madera de una sabina que taló mi abuelo. Generalmente esta madera se utiliza para hacer baúles y roperos dada su propiedad imputrescible y su olor aromático que espanta a las polillas y a las carcomas, pero en este caso se destinó a albergar papeles. El escritorio tiene grabado sobre unas banderas de España el nombre de mi padre y la fecha de construcción. Como se puede ver en la foto, sobrelleva muy bien sus 52 años.
Este mueble siempre me fascinó y fui la única que lo utilizó tras la muerte de mi padre. En él estudié la carrera. Siempre he pensado que los muebles deben estar con las personas que los quieren y los valoran, pero en asuntos de propiedad la ley no habla de sentimientos.
A mi madre le estorbaba cuando cambio los muebles de su casa y no se le notó apego afectivo. Mi hermana nunca lo usó ni mostró interés por él. Yo nunca me atreví a pedirlo temiendo el no por respuesta, y una reacción contraria que lo alejase de mí para siempre. En la lucha por las posesiones siempre he tenido las de perder por mi desapego a lo material.
El destino final del escritorio ha sido la casa de Cuenca, que resolvía el conflicto. Mi madre se lo quitaba de en medio en la casa de Madrid sin dárselo ni a mi hermana ni a mí. Quedó ubicado en un rincón del salón abuhardillado del segundo piso. Cuando lo veo me vienen a la cabeza los versos que dedicó Bécquer al arpa olvidada.
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve,
que sabe arrancarlas!
Por eso, cuando llego a la casa del pueblo lo primero que hago es dirigirme a ese ángulo oscuro del salón donde está el buró, le quito el polvo acumulado por la ausencia, lo abro como quien abre un tesoro, aspiro el aroma de su madera y deposito mis joyas más valiosas en su interior: Mi mini portátil Towando, mi PDA Lula, mi moleskine y mis bolis. Lo despierto de su letargo cuando mi mano de nieve(1) arranca los primeros sonidos de las teclas de Towando y voy vertiendo mis ideas en él.
Ay, -pensé-, cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: "Levántate y anda"!
(1) Los que me conocen de cerca saben de mis manos siempre frías.
Sección-Reflexiones
9 comentarios:
La casa de mi abuela estaba llena de cosas valiosas y bonitas, pero a mi padre sólo le importaba conseguir una figurita de plata que representaba a un perro echado, y que él recordaba haber conocido desde siempre. Tuvo suerte y le tocó a él (entre nueve hermanos, las posibilidades no eran muchas). El día que le dijeron que era suya, no esperó a llevársela con las demás cosas de la casa. Se la echó al bolsillo y esa noche el perrito ya durmió en mi casa.
Yo siempre deseé en silencio el atlas bueno de mi padre. Siendo mi sangre de una familia de mujeres cleptómanas, en una de mis últimas incursiones a la casa familiar, decidí tomarlo prestado para buscarle un sitio en mi chabola. Lleva allí cuatro meses, pero aún no me he atrevido a abrirlo.
SALUD
Buenísima entrada
La Casa de msis abuelos, los dos, era muy grande, enorme, típica de los pueblos extremñeos, con cobertizos, bodega, establos, para algún caballo blanco.
Aún estamos recogiendo y deshechando los retazos, porque tengo dos abuelas, sabes?¿
Igual que tú, no me corresponde, ni quiero nada. Sólo el valor y la herencia de mi sangre, más que suficiente, bastante.)
Bueno, quizá alguna cosa que me guardo. Terrible eso de las Herencias, o Legato. He visto familias rotas por un anillo. O por salir una sílaba de un labio. C
Cuidado
Estupendo Lula.
Mientras más te leo, más...
Te contesto con MEME
Merci,
a.
Y encima tan cerquita... ¡Ay, que cerca te siento que Cuenca está ahí al lado! :)
La librería. Es pequeña. La hizo mi abuelo, como una silla que nadie usa por respeto. Como si fuera ayer. Y es del 21. 1921. Un besazo (con permiso de tu santo, of course :D).
meme
No hay nada más pleno que el trabajo con las manos, para construir cosas, donde cada una tenga un hálito de vida de su constructor.
Mis tíos eran carpinteros. Aun conservo varios de los muebles que hacían en mi casa: de pino viejo, que es el recuperado de las vigas de las casas que derriban, y es el mejor por haber envejecido mucho tiempo.
Mi padre también construyó muebles, pero de hierro. La escalera de mi casa, un rompecabezas mezcla de hierro volado y roble, fue diseñada por el arquitecto, construida en el taller de mi padre, y montada por mí, mano a mano con los albañiles.
Mi cuñado era artista (aún vive, pero ya no vende) de la madera, hierro y cristal. De él conservo una mesa y una estantería creadas a partir de un tronco de arbol vaciado. Además, un bajorrelieve hecho con traviesas de desguace procedentes de las vias de tren.
El verdadero valor pues del mueble está en el hálito de vida insuflado por su constructor y en los de los que lo conocen y aprecian dandole el uso y respeto que merecen.
Kotinussa Me imagino la alegría que sintió tu padre cuando la suerte le favoreció para alcanzar su deseo. A veces las cosas más insospechadas no dan gran felicidad.
Nada que ver el valor sentimental con el material.
S.M Algún día conseguiré llamar cuando tu móvil tenga cobertura. Llevo una semana que no hay manera de contactar con el fin del mundo.
Espero que la familia no lea este post porque bien podrían pasar por tu chabola y hacer lo propio. Es que tienes mucha competencia entre esas mujeres cleptómanas.
unantonio Preciosa respuesta en el meme, no hay nada como el contagio por post.
Mala cosa las herencias desavenidas. Cuando me llegue el momento tendrán que ser mis hijos los que peleen porque lo que es yo...
Johnymepeino Cuenca mira más a Valencia que a Madrid. Casi todos los del pueblo emigraron para allí y ahora esta lleno e "valencianos oriundos" y Valencianos que quedan prendados de la belleza de sus sierras.
La carga emocional de los muebles de las personas que queremos no tiene precio. El paso de los años los castiga menos que a sus dueños permite que ese sentimiento pase a otras generaciones.
rrio Este comentario es casi un entrada. El último párrafo escribe totalmente mi sentimiento hacia el escritorio. Siempre he sentido adoración por mi abuelo y que fueran sus manos las que cortaron la sabina y que llevara a lomos de mula la madera al pueblo dónde vivía mi padre le da al mueble un valor sentimental incalculable para mi.
El poder usar el mueble que fue de mi padre que murió cuando tenía yo cuatro años me permite establecer un vínculo con él.
Ahora el escritorio está muy cerca de donde talaron la sabina y es un aliciente más para volver a la Casa de Cuenca.
Muchos objetos tienen una enorme carga emocional, casi diría que tienen alma, al menos un pedazo de alma de la persona que las creó.
Telémaco ¡Ya me gustaría escribir la tesis en ese escritorio!
Por ahora estoy en la mesa de la cocina, que aunque la quiero mucho, no es lo mismo.
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