martes, abril 25, 2006

Trifón

El Jueves me voy para Sevilla, con la marabunta o como dicen los sevillanos "como los de los pueblos". Ya me gustaría disfrutar la Feria de lunes a jueves y el resto de la semana recuperarme de los excesos a base de pescado a la plancha en Huelva. Aunque por ahora no me lo puedo permitir, todo se andará.
Como recuerdo dejo este post sobre Trifón, sitio de visita obligada cuando voy a Sevilla y que os recomiendo si pasáis por allí.

En plena Feria de Abril, con un clima primaveral, la tenue brisa perfumada de la flor de Azahar no venía sola, la acompañaba la suerte. En el recinto del Real un conocido nos regaló dos entradas para la plaza de toros de la Maestranza. Esta sorpresa nos llenó de ilusión ya que nunca habíamos visto una corrida de toros en esta plaza(1).

A la salida, nos dirigimos a los bares de tapas de la zona con las ideas muy claras sobre nuestro destino final, directos a La Flor de Toranzo(2), más conocido por el nombre de su fundador, Trifón(3) . Conseguimos 30 cm de barra y nos dispusimos a pedir unas tapas.

El camarero que nos tocó en suerte, en este caso la suerte contraria, atendía por el nombre de Domingo. Era un muchacho joven con largas y finas patillas muy a la moda. Adolecía de una dosis de servilismo difícil de asimilar que ejercía con su voz atiplada hacia la persona de Don Pedro, suponemos que cliente habitual y generoso en sus propinas.

Todo eran atenciones hacia su persona que redundaba en sus acompañantes, un amigo y dos cacatúas elegantemente vestidas.
- ¡Don Pedro, Don Pedro, aquí tiene sus tapitas! ,
- ¡Don Pedro, Don Pedro, aquí tiene un poquito de pan para mojar!
- ¡Don Pedro, Don Pedro, ahora ya le están preparando lo que me ha pedido!
- ¡Don Pedro, Don Pedro.!
Con tanto esmero le atendía, que descuidaba a los restantes clientes que veíamos pasar tapas y tapas siempre con el mismo destino: Don Pedro.

Siendo mujer de poca paciencia, me busque una actividad para mitigar el mal talante que me iba invadiendo y no encontré otra más a mano que la observación del entorno. Aunque el público de Trifón es generalmente de clase media pudiente, estabamos rodeados de gente peculiar.

A mi izquierda, se encontraba un matrimonio acompañado de un amigo, los tres sobrealimentados. Ella era la viva imagen de la Ofelia de Mortadelo y Filemón, con un perímetro torácico digno de una película de Fellini. Cuando soltó la primera risotada elefantiásica, casi preferí la aguda voz del camarero Domingo aclamando a su Don Pedro. Perdí el interés por ella y me dispuse a explorar el otro lado.

A la izquierda estaba situada una pareja, muy poco pareja. Ella, morena, alta, elegante, muy bien vestida y mejor calzada. Él, bajito, feúcho, con la cabeza rapada que anticipaba una incipiente calvicie. Me dije, el calvito debe estar forrado, porque si no, no llevaría tan vistosa compañía; pero de nada le vale frente a Don Pedro, que con su cacatúa se está comiendo todas las tapas.

Estaba yo en tan elevados pensamientos cuando me los disipó el aroma de mi tapa de queso de roquefort con morcilla. Una vez con el emparedado en la mano pensé que había merecido la pena la espera. Pagamos las consumiciones dejando al camarero la nada por propina; ya le compensará Don Pedro, me dije.

Al salir vimos pasar un impresionante mercedes descapotable de color amarillo conducido por el calvito, con la morena de copiloto. Una vez más pensé que siempre me quedo corta; no le hacía yo con tanto coche.

(1)Es muy difícil conseguir una entrada para la Feria de Abril, la plaza es pequeña y la afición muy grande.
(2) Sito en la calle Jimios, nº 1. Antigua tienda de ultramarinos que, como otras, ha derivado en auténtica delicatessen de embutidos y conservas.
(3) Nacido el 1 de abril de 1917 en el Valle de Toranzo, en un pueblecito que se llama San Martín de Toranzo (Santander). Llegó a Sevilla en 1929, el año de la Exposición. Trifón en realidad no se llamaba así, sino Triunfo Venancio Gómez Ortiz, pero en la guerra civil un sargento le dijo: ¿Qué nombre es ese? Eso ni es nombre ni es ná. Y repetía "Triunfo, Triunfo...Será Trifón". Y desde entonces con este nombre es conocido comercialmente.

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viernes, abril 21, 2006

El avión

Nota de la autora: Dedicado a El Profe y Sra. por lo que ellos saben


El avión
es el lugar de copas que ocupa el primer lugar de mi corazón (o mi hígado según se vea). Ya no existe, pero su lugar no lo ha ocupado ningún tugurio desde que lo cerraron y es difícil que en mi vida me pueda encontrar algo así. Lo llevo en mi pensamiento y quería dejar plasmada la huella que dejó en mi en un relato. Como siempre, la casualidad me ha dado el empujoncito que necesitaba para hacerlo.

Esta tarde (lo escribo en caliente) fui con la erudita a sacar su billete de avión para México(1) en la agencia de viajes Zeppelín, sita en la calle Hermosilla 92, justo enfrente del número 97, que albergó el sin par garito El avión. Al ver lo que queda del edificio, en el que dejé tantas risas y lágrimas, se me encogió el corazón de pena al ver tanto deterioro.

En los años 80, era el lugar de reunión a partir de las 2 de la mañana. Después de las cenas de amigotes nos quedábamos pasmados en la calle, incluso en el más crudo invierno, para decidir dónde tomaríamos la primera copa. Este debate se llevaba su tiempo hasta que en estado de congelación nos dirigíamos al lugar consensuado. Para la segunda ronda de copas siempre había consenso cuando alguien decía: vamos a El avión .

No sé cómo catalogar el sito, casi mejor lo describo y que cada uno le ponga la etiqueta adecuada. Tenía un cariz masónico, si alguien no te llevaba a El avión, jamás entrarías en un sitio así por varios motivos. El primero porque nada en su exterior anunciaba el lugar y en segundo porque la puerta de entrada se asemejaba más a una cacharrería del Rastro que a un local donde sirven copas. Así, por lo que llaman ahora marketing viral, íbamos conociendo poco a poco el santuario etílico nocturno.

La entrada era oscura como la boca del lobo. La pieza era rectangular y tenía una barra en forma de "L" que arrancaba de la parte izquierda de la entrada. Al fondo a la derecha había un piano y el resto del espacio se rellenaba con mesitas bajas con asientos. Los aseos no recuerdo dónde estaban porque me faltó valor (que no ganas) de visitarlos. Del techo colgaban ventiladores que movían sus aspas venciendo la resistencia de la roña acumulada en ellos. La oscuridad eclipsaba la inmensa suciedad acumulada en la mayoría de los elementos, pero gracias a la capacidad desinfectante del alcohol jamás tuvimos efectos secundarios.

Nada más entrar se notaba que algo crujía bajo los pies. No, no eran cucarachas, eran pipas de girasol. Al fondo se escuchaba la música que tocaba un pianista cojo(2) que tocaba canciones bajo petición de los parroquianos. La gracia del local era acompañar la copa con una buena ración de pipas saladas que estimulaban el consumo de bebida. Al cabo de un rato la sal de las pipas empezaba a realizar sus estragos, los labios se hinchaban y la lengua se acartonaba. En ese momento se te nublaba la visión debido a que los ojos se defendían de la densa atmósfera de humo de tabaco poniendo lágrimas de por medio. Así, riéndome de las ocurrencias de los amigotes, hablando con la lengua espesa y llorando como una Magdalena iba vaciando las copas.

Pero un día el dueño del edificio decidió no renovar el alquiler del local y El Avión tuvo que cerrar. De nada sirvió que los periódicos se hicieran eco del desastre, entre ellos El Mundo(3) que publicó a doble página la crónica del cierre anunciado con artículos de Umbral y otros representantes de la noche madrileña. Pudo más la especulación que la opinión pública y cerraron el templo nocturno.

Al mes del cierre, los periódicos publicaron la noticia de que Cesar, el pianista del El Avión, había muerto. Después se apagaron sus ecos y ahora el edificio, casi ruina, sigue esperando el momento en que sus dueños hagan caja.

¡Maldito parné!

(1) La erudita es mi primogénita, que le han concedido una beca para estudiar Antropología en Mexico D.F.
(2) El pianista arrastraba una pierna, algunos decían que era una prótesis. En las tinieblas que allí reinaban, nadie tenía claro las causas de su cojera.
(3) No he encontrado nada en Internet ni en la hemeroteca de El Mundo.

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miércoles, abril 19, 2006

El costalero

Esta Semana Santa no pude ir a Ayamonte pero he sacado del fondo editorial un recuerdo para consolarme.


Ayamonte tiene una de las Semanas Santas más bellas y de mayor tradición en la zona de Huelva. Sus callejuelas estrechas y empinadas proporcionan una dificultad añadida al esfuerzo de los costaleros, sobre cuyos hombros recae todo el peso de los pasos de las cofradías. Los numerosos bares de tapas distribuidos por la ciudad, proporcionan el sustento tanto a los que participan en las procesiones como a los que las contemplan.
De todos estos buenos sitios, mi preferido es "El costalero", que siempre frecuento cuando visito esta entrañable localidad por la primavera y en el verano, desde hace casi 20 años. El local está situado en la calle de las Angustias, enfrente de la iglesia del mismo nombre. En todos estos años ha permanecido tal cual, sin reformas y manteniendo el mismo nivel de la calidad de sus tapas.

Al margen de las nuevas tendencias del marketing, el bar de "El costalero" no está orientado al cliente, su foco principal es la Semana Santa. Como consecuencia directa todos los ornamentos de las paredes tienen relación con la imaginería. Predominan los cuadros de las vírgenes tocadas con finos encajes y mantos de terciopelo, con siete puñales atravesados en el corazón, cuyo dolor infinito derrama unas lágrimas sobre sus mejillas. También podemos ver los carteles de los Nazarenos, con el pelo largo y su túnica morada, junto con los Cristos crucificados o yacentes.

En "El costalero" tienen actualizado los días que faltan para el Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa. Cuando hay procesiones, a la hora del aperitivo, todas las tertulias discurren sobre los más mínimos detalles de la forma de conducir los pasos por las cofradías, cómo se ha doblado tal esquina, cómo se ha subido aquella cuesta, etc.. Aunque parezca mentira, en esos días no se habla de fútbol.

No todo es recogimiento religioso, sin ir mas lejos se mastica la tensión entre la barra que rige "El costalero" y la cocina en la que divinamente cocina su mujer. No se puede decir aquello de "la procesión va por dentro", porque discurre sin pudor a la vista de todos los parroquianos. El ajetreo en la preparación de las tapas en las horas de mayor afluencia, pasa factura y los decibelios(1) entre los fogones y el mostrador van gradualmente en aumento hasta que dice "El costalero" - ¡ya no sirvo más tapas!, el que quiera comer algo que pida una ración- momento delicado en el que, jamás, jamás, se debe pedir una tapa, si quieres ser bien recibido(2) la próxima vez que lo visites.

Con el paso de los años, los hijos de "El costalero" han crecido y se dedican también al negocio familiar, atendiendo desde la barra, pasando el patriarca a los fogones, junto a su mujer. Y lo que son las tradiciones, existe la misma o tal vez mayor tensión entre el mostrador y la cocina.


(1) Unidad práctica de medida de sonido, décima parte del «belio», que es la mínima diferencia susceptible de ser apreciada entre dos sonidos.
(2) Entiendase por bien recibido cuando te saluda "El costalero" con un monosílabo



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sábado, abril 15, 2006

Bambino

Miguel Vargas Jiménez, conocido artísticamente como Bambino, murió la primavera del 99, se quedó en el siglo pasado. Sus últimos días transcurrieron en una humilde casa de su Utrera natal, disfrutando de los pequeños placeres como desayunar o tomar vino bajo los rayos de sol de la media mañana en su patio. Solo con sus recuerdos, el rey de la rumba esperó a que llegara ese día en que su voz se apagaría para siempre.

Su cante me saca del letargo y me resucita con la fuerza y el ritmo con que saben transmitir la fatalidad y el desgarro las gentes del sur. Cuando lo escucho cantar viene a mi memoria el sabor de las almendras fritas. Entre el sabor salado se cuela de vez en cuando la amargura que destilan algunas almendras(1). Sal y punzadas de amargor son los componentes básicos de sus canciones.

Las letras de sus canciones no dejan un resquicio abierto a la alegría, que se queda reservada para la música, arropada por brillantes guitarras, que ponen el contraluz a tanto dramatismo, como los cuadros tenebristas de la escuela Sevillana. Letras de canciones donde se mezclan pasión y religión de la siguiente forma:

Mojé mis dedos en la pila bendita de sus ojos
La señal de la cruz con sus lágrimas hice


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Letras en las que el dolor y la desesperación superan a la razón

Voy a ponerme en los ojos
un hierro candente
pues mil veces prefiero estar ciego
que volver a verte


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Fue famoso en los años 70 pero se quedó en esa categoría de cantantes malditos que solo valoran los entendidos, que marcan un camino en la música e influyen en otros cantantes que sí alcanzan el éxito (2). La fatalidad le negó el triunfo que otros lograron siguiendo su estela.

No conocí a Bambino hasta que S.M. vino a casa con un montón de vinilos de él para cambiarlos de formato. No pude escucharlo porque tenía estropeado el amplificador del equipo de música analógico y en el nuevo no tenía plato. Allí se quedaron cogiendo polvo los LPs. Un día en la Fnac encontré un CD en oferta de Bambino, lo compré guiada por la curiosidad y quedé fascinada cuando lo escuché.

Me sorprendió que no fuese famoso, que nunca hubiera escuchado nada de él por la radio, que alguien con esa fuerza no tuviera un público incondicional. Se lo comenté a S.M. y me dijo:

Aunque soy de la tierra de María Santísima, la primera vez que escuché a Bambino fue en un puticlub de Logroño, en 1989. Y aquella primera canción me desgarró el alma. A partir de ahí me volví loca tratando de encontrar su música. Tan solo conseguí algunos cassettes en las ventas de carretera, hasta que un día, de visita en casa de mi tío, le comenté lo mucho que me gustaba a mí un cantante de Utrera que acababa de descubrir: Bambino.

Este tío mío, durante una época de su vida, vivió pegado a cualquiera que tocara una guitarra. Y, cómo no, resultó que conocía a Bambino desde que ambos eran chavalillos e iban de juerga en juerga. De ahí a mi tío le quedó una amistad lejana y todos sus LPs, además de un sinfín de anécdotas de borrachera.

Tras su muerte han hecho de él una estrella. Por cierto, ¿quién estará cobrando los derechos de autor que él nunca vio?, algo que le negaron siempre en vida.

Bambino cantaba al desamor, a los amores prohibidos, al mal de amores, al desengaño, a la traición, al fracaso, a las heridas abiertas, al dolor acumulado. Delgado, con sus ojos tristes y su voz desgarrada sabía poner el alma en sus canciones, dejando trozos de su vida en ella. Deben ser esos pedacitos de vida lo que hace que tanto desgarro me haga sentir viva y paradójicamente amar la existencia.

Para S.M. no hay mejor homenaje que volver a escuchar aquella primera canción, la más brutal de todas, esa que dice....

Bravo,
Permíteme aplaudir,
Por tu forma de herir
Mis sentimientos....


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S.M y Lula

(1) Existe un variedad de almendras llamada marcona que tiene un porcentaje muy pequeño de almanedras amargas. Son de muy buena calidad pero carecen de la emoción de jugar a la ruleta rusa almendril.
(2) María Jiménez cultivó este género y alcanzó mucha popularidad.

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martes, abril 11, 2006

Fíate de las apariencias


Una vez tuve un noviete muy macho al que le flipaban los Bee Gees, un amigo granadino que bailaba sevillanas como Robocop, otro que trabajaba en un jet-foil y que era incapaz de subirse a un pulpo de esos de feria porque se ponía histérico perdido con el sube y baja y las vueltas que daba, vamos, que he estado sobradamente rodeada de personas que se han dedicado a tirarme por los suelos los ideales de arquetipos que solemos tener en mente.

Mi novio actual (espero que sea el último) fue karateka, windsurfista y lo que le echaran en sus años mozos. Estuvo dos años en un seminario y cuando salió de él firmó una apostasía, estuvo otros dos años intentando entrar en la Academia Naval de Marín y como no lo logró pues luego se hizo objetor de conciencia y se pasó la mili por el forro en la Cruz Roja. Astrofísico de carrera reconvertido en informático por las necesidades del mercado, ahora cuando se queda solo en casa o se arranca a limpiar la pecera, pone un cd de baladas, el que pille primero, Ricky Martin, James Blunt, incluso Dyango o Julio Iglesias, porque le relaja ponerse romántico, y va a todos lados subido en una moto que parece sacada de una película de ciencia ficción llevando a bordo a nuestro mini perrito Pintxo (un Bichón Maltés) asomándose de su bolsita de viaje, porque no le gusta dejarlo solo en casa demasiadas horas. Es un hombre de extremos.

Un muy MUY amigo de mi novio y mío, Mancho, es mecánico y de paso es también la antítesis de lo que todo el mundo imagina cuando piensa en un mecánico. De hecho, le estamos buscando novia y me las tengo que ver y desear cuando la amiga en cuestión a la que se lo quiero presentar me pregunta detalles de él: ponte en situación, una amiga viene y te dice que te va a presentar al hombre de tu vida, que se llama Amancio y que es mecánico de coches ¿tú qué dices? De hecho la primera a la que se lo dije casi se enfadó conmigo, así que ahora les digo a todas que se llama Mancho y que tiene su propia empresa. Punto.

Mancho está como el queso, las cosas como son, rubio, ojazos verde azulados y está bastante cachas porque hace ejercicio de manera moderada y habitual; Pero lo que realmente impacta cuando le conoces es que es de los tíos más cultos y sensibles que te puedas haber echado a la cara en tu vida ¡y no es gay!

Con Mancho te puedes pegar horas hablando de Historia, de Política, de temas socio culturales, y el tío está a la altura y más de muchos que han pasado por la Universidad; Con Mancho es que te ríes hasta que te saltan las lágrimas, de hecho yo me he ido de marcha con él y mi chico y nos han dado las tantas de la mañana muertos de risa y pasados de caipiriñas. Pero es que encima al tío le encanta Alejandro Rodríguez , acaba de regresar de México porque se fue al concierto de U2 en Monterrey , y en el pedazo de todoterreno que tiene siempre lleva música de esa que los chicos denominan "maricona", Alejandro Sanz, David de María o su adorado Alejandro Fernández.

Luego está mi jefe: dos metros y cinco centímetros de hombre que cuando se cabrea da pavor a quien pille alrededor, pero le da dolor de barriga al dejar a su perra en una guardería si se va de fin de semana y llora al recogerla, y cuando le suena el móvil cantan los cuatro Divos My Way a todo trapo y él se queda ahí suspirando, esperando a que termine el estribillo antes de contestar la llamada.

La semana pasada me subí al taxi de la simpatía: el taxista, unos treinta años más o menos, iba todo apretado en una camiseta fashion e iba cantando a grito pelado Corazón Partío cuando le paré, y aunque bajó un poco el volumen de la radio, siguió cantando él solo y ¡se sabía la letra!. Lo gordo fue que la siguiente canción que sonó fue Y si fuera ella y ahí el tipo no se pudo reprimir y hasta me pidió permiso para subirla un poco más. Fuimos los dos cantando hasta que con algo de pena me tuve que bajar porque llegábamos a mi destino.

Esta misma mañana ya fue el colmo; al ir al trabajo tengo que pasar por una zona que está terminando las obras y siempre está cerrada al tráfico, pero hay camiones y obreros que normalmente se ceban conmigo. Hoy uno de los camiones tenía la radio a tope y había dos obreros dentro cantando a voces Déjame verte !!!!

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viernes, abril 07, 2006

Viernes Negro

Nunca olvidaré el 24 de marzo. Nos disponíamos a pasar el fin de semana en Málaga pero por motivos que no vienen al cuento(1) llegamos dos minutos antes de que saliera el tren. En ese momento se cerraron las puertas de acceso a los andenes del AVE(2). La azafata no nos permitió pasar porque el supervisor estaba bajando a los andenes. Le dijimos que le avisara por teléfono pero nos contestó que no era posible, que intentaría llamar su atención. Comenzó a agitar sus brazos pero el supervisor estaba en animada conversación con alguien en el anden y no vio a una réplica de Marcel Marceau embutida en un uniforme azul.

El tren partió ante nuestra atónita mirada y nos quedamos en tierra. Le dijimos a la azafata que queríamos poner una reclamación y nos acompañó hasta la oficina de atención al cliente. Allí mi marido le pregunto su nombre y la joven desapareció tras una mampara para dar paso a la reencarnación de la señorita Rotenmeyer(3) en la figura de la responsable de la oficina. Al pedir mi marido un formulario de reclamación, la estirada responsable de atención al cliente le contestó que le tenía que decir antes los motivos de la reclamación. Mi marido que es muy celoso de sus derechos insistió en pedir su formulario sin dar razones que no debía.

La situación se ponía tan tirante como los cabellos recogidos en un moño de tan borde señorita(4) que ni corta ni perezosa llamó a seguridad. A su llamada acudió un guardia jurado de los del estilo ¿andevausté? que con gran capacidad negociadora y buen talante nos espetó: ¿paquequieréusté reclamar?. Mi marido le contestó que no tenía que darle ninguna explicación, cogió el teléfono y llamó a la policía que nos indicó que fuéramos a la oficina del jefe de estación.

Bajamos por las escaleras mecánicas y no encontrábamos cartel alguno que indicara dicha oficina. Tuvimos que recurrir a otro guardia jurado para que nos orientara. Era un chico joven y tan inexperto que no sabía ni donde estaba el jefe de estación. Con disimulo hablaba por el interfono que llevaba en el hombro y decía "La pareja está aquí y pregunta por el jefe de estación". Apareció otro guardia con más años y volumen y nos llevó a la oficina de atención al cliente donde debería estar el jefe de estación, pero en ese momento no estaba. Vimos enfrente otra oficina del AVE y entramos a probar suerte con lo de pedir el formulario mientras que el guardia jurado se quedaba en la puerta para vigilar a la "peligrosa pareja".

Cuando entramos, estaba allí Jaime Ostos, embutido en una americana azul marino de los tiempos en que tenía figura de torero(5) y en la que las dos aberturas laterales divergían asintóticamente empujadas por el volumen que contenían. ¡Cómo pasa el tiempo, incluso para los toreros!. No tuve por menos que arrimar la oreja para ver los motivos de su presencia en ese lugar. La cosa era sencilla, buscaba las llaves de su coche que le habían dejado allí.

En esta oficina eran más amables y nos dieron un formulario de reclamación sin pedirnos explicaciones. Mientras que mi marido se empleaba en escribir los hechos, hice unas cuantas llamadas de teléfono. Entraron dos o tres personas pero no les presté atención porque no eran famosas y no despertaron mi curiosidad (terrible error como se verá más adelante).

Esperé con paciencia a que terminase de escribir mi marido, que es muy concienzudo y pausado en todo lo que emprende. No estaba enfadada, había perdido el tren pero en una hora no había tenido tiempo de aburrirme: la patética azafata utilizando la lengua de signos para comunicar con su supervisor en la ultra avanzada estación del AVE; la señorita Rotenmeyer que parecía que se le iban a escapar las horquillas del moño por la tensión; el joven guardia jurado "intimidado por la peligrosa pareja", y como broche final, el acento sevillano de Jaime Ostos buscando afanosamente las llaves de su coshe. No sabía que se avecinaba una nube negra.

Cuando terminamos de reclamar y de informarnos sobre cómo cambiar los billetes, fuimos a recoger las maletas y en ese momento comprobé con consternación que mi maletín con el portátil había desaparecido.

Ésta fue la traca final de este viernes negro, tremenda mascletá(6) para un corazón sensible como el mío.

Sección-Expedientes-X
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(1) Si vienen al cuento pero no los cuento
(2) Tren de alta velocidad que une Madrid con Sevilla
(3) Institutriz de mal carácter, encargada de la educación de Clara la amiga de Heidi, en la serie de animación japonesa emitida en España a finales de los años 70.
(4) En un punto de la discusión le recriminé que para atender al público tenía una actidud un tanto borde.
(5) Digo que tenía figura de torero, no que fuera figura del toreo que es muy distinto
(6) Una mascletada o mascletá es una composición muy ruidosa y rítmica de masclets (petardos de una gran potencia sonora) estallados en en el suelo (colgados de hilos) o alzados mediante cañones, que se dispara con motivos festivos en plaza y calles, normalmente durante el día.

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martes, abril 04, 2006

Cuesta arriba

La vida se ve diferente desde una bicicleta cuando recorres los caminos por los que habitualmente pasas en coche: el examen minucioso del estado del firme de la carretera, la lamentable situación del borde de la misma, los baches, los desniveles y sobre todo esa impresión de que la carretera está siempre cuesta arriba, tanto a la ida como a la vuelta del camino. Esta sensación de que la carretera siempre es ascendente no resiste la más mínima prueba de lógica pero es tan real cuando vas sobre las dos ruedas que siempre dices: mañana me fijo en este tramo para ver si desde el otro lado también lo veo cuesta arriba.

Cuento esto como una experiencia real que cada año me pasa en mis vacaciones de la playa. El camino en cuestión son 10 kilómetros divididos en dos tramos de similar longitud pero que separan dos entornos muy diferenciados: la zona de la urbanización turística y la carretera que conduce al pueblo marinero situado entre la marisma y el puerto pesquero. Aunque soy turista, mi estancia estival se ubica en la zona marinera, de espaldas a la zona de reciente urbanización, por lo que parto desde el pueblecito y me dirijo a la localidad más próxima no teniendo más remedio que atravesar la zona turística.

La carretera se inicia con una empinada curva capaz de disuadir a una persona poco dada al esfuerzo físico como yo, pero la voluntad de llegar al destino supera esta primera barrera. El camino continúa ascendiendo con cuestas más suaves, dejando a la derecha las marismas -con charcos de plata cuando la marea está alta- y a la izquierda las dunas ondulantes sobre las que se ha asentado la retama y que anuncian la playa, hasta que se llega a los eucaliptos, que son cuatro árboles plantados al borde de la carretera y que además de dar algo de sombra son el punto de referencia que indica un kilómetro y medio recorrido. Con la satisfacción de haber llegado al primer hito, se continúa dando al pedal mientas que se dejan a derecha e izquierda pequeñas granjas con animales poco lustrosos y plantaciones más bien raquíticas. En esta zona hay que estar alerta ya que en una de ellas crían cerdos y el olor que desprende es pestilente, por lo que la frecuencia de pedaleo debe subir a pesar del cansancio ya acumulado. Cuando se divisa en lontananza la torre mora ya sabes que el primer tramo llega a su fin y que la carretera que te espera a continuación se ajusta a los cánones de las urbanizaciones turísticas y por tanto es llama, goza de las sombras de las palmeras y tiene carril bici. Este tramo se te hace inusitadamente fácil, siendo las humildes granjas sustituidas por un campo de golf hasta que llegas a la entrada de la localidad en la que hay que remontar un puente, cuyo tablero es casi paralelo al arco del mismo. En un último esfuerzo, una vez atravesado el puente, la bicicleta se confunde con los coches y amotillos atronadoras, dando paso al instinto de supervivencia para no perecer en el paseo.

Una vez llegado al destino, por fuerza tienes que hacer el camino inverso. Es muy importante la hora de regreso, se debe evitar tanto el cenit como el ocaso del sol, en el primer caso por las insolaciones y en el segundo por la voracidad de los mosquitos autóctonos. Pero el retorno alberga también una sorpresa: en una de las granjas hay un fiero perro guardián sujeto con una cadena a una estaca, que generalmente está recostado en el suelo pero cuando pasas con la bicicleta se abalanza furioso ladrando y tensando la cadena que le sujeta hasta casi ahogarse. La prueba se pasa con dignidad cuando se consigue mantener el equilibrio de la bici y el corazón te sigue palpitando.

Si comparas este trayecto cuando se hace en el coche, la carretera te parece practicante llana, no te da tiempo de oler a los gorrinos, no oyes al perro, los eucaliptos dejan de ser una referencia y la torre mora es sólo algo curioso en la carretera y ambos tramos te parecen iguales, si acaso uno con un paisaje más natural que el otro.

Puestos a sacar comparaciones (emulando a Jesulín), las carreteras son como la vida: cuando las vives por el lado fácil -en el coche- no se requiere esfuerzo pero se pierden todos los detalles del camino. Sin embargo, cuando se vive palmo a palmo -en la bici-, se suda, se sufre, se aprecian todos los matices, todo se conoce mejor.

Y, por supuesto, es siempre cuesta arriba.


Sección-Reflexiones
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domingo, abril 02, 2006

Il Giardino proibito

El Crítico de arte de la sección femenina, Erwin Foskyto, ha tenido a bien realizar una crítica literaria del poeta italiano madito Sandro Giacobbe para la versión Web de la sección femenina. Edwin, un hombre clásico donde los haya, no desea ser publicado en el blog porque es ajeno al mundo de la blogesfera. No obstante, no me ha prohibido el derecho a la cita por lo que desde aquí recomiendo la hilarante lectura de Il Giardino proibito.

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