jueves, junio 28, 2007

A mi me pone lo que me pone y me pierde lo que me pierde


Esta reflexión de Perogrullo hizo su aparición en mi cabeza mientras conducía por un monte lleno de pinos.

De golpe y porrazo, en medio de la pinada, pude identificar lo que me pone: la cosa básica, primigenia, obscena, feromónica, pasional y un mucho salvaje. Si tuviera que elegir un icono sería parecido a un Jerónimo despechorrado y sudoroso galopando por la praderas.

Y al mismo tiempo, se me reveló qué es lo que me pierde: la ternura y el desamparo.

Resultado: una mierda de ecuación. Porque mira que es difícil encontrar a prendas así. Pues resulta que haberlos, haylos; y casi mejor que no los hubiera. Intensidad, lo que se dice intensidad, aportan mucha a tu vida. Pero equilibrio más bien poquito.

Le comento a un hermano del alma –en realidad hermano de algo más- en qué tesitura me encuentro. Se lo digo en un momento de oscuridad, de vacío. De corazón sin norte. Como lo haría un murciélago esperando recibir el contorno de la cueva.

Su risa, al principio ronca, se volvió líquida primero. Luego cristal. Y por último espejo. Y al mirarme en el espejo de esa risa sólo pude ver a Jerónimo perdido en un mar de lágrimas.

¡¡Ni me menees!!

lunes, junio 25, 2007

Unas gotitas de Chanel

Esta semana traigo a mi memoria este recuerdo privado que hago público a condición de que me guardéis el secreto.


Es ya de noche, noche profunda y oscura. Duermo, o eso deseo, pero el vértigo me despierta intermitentemente. Han sido horas bebiendo y bailando en la ciudad, mientras la Alhambra, a lo lejos, vigilaba.

Esperaba que ella finalmente se viniese conmigo. Pero como casi siempre me he tenido que volver sólo, y solo estoy en esta cama que dá vueltas a mi alrededor.

Entre sueños, oigo una voz, un susurro. Siento un zarandeo. "Despierta. Despierta". Noto un suave perfume inconfundible, que antes se empotró en mi cerebro, y ahora me envuelve de nuevo.

Ella está allí, completamente desnuda. Bueno, según ella dice, vestida, aunque sólo con unas gotitas de Chanel.

Veo su escultural cuerpo, su dulce cara junto a la mía, sus tiesos pechos, su flexible cintura,... y un erecto miembro que miro alelado durante unos segundos. Cuando la boca para decir algo, mi sorpresa es aprovechada por ese trozo de carne caliente para acceder a mis humedades orales como Pedro por su casa.

La verdad es que en este punto intento despertarme, porque creo estar soñando, pero un cierto cosquilleo picante, que va increscendo, en mi otra protuberancia, me hacer caer definitivamente en la cuenta de que está pasando algo verdaderamente memorable.

Si me lo hubiesen jurado unas horas antes no me lo hubiese creido, pero ahora, pasada la sorpresa inicial, los acontecimientos se van desarrollando con bastante fortuna y naturalidad.

... (aquí podéis poner lo que vuestra imaginación os permita) ...

Al rato, exhausto, me quedo dormido. Cuando me despirto ella se ha ido, dejando, eso sí, tras de sí, un inconfundible aroma.

Todavía hoy, algunas noches de madrugada, me despierto completamente empalmado, creyendo haber captado retazos de ese perfume perturbador que me envolvió esa noche.

¡¡Ni me menees!!

viernes, junio 22, 2007

Amor de lejos... amor de pen-sárselo* (I)


Este es un dicho muy muy popular en mi otra media patria, porque ya saben que yo no tengo una sino dos medias patrias y que crecí y vivo con el corazón dividido entre gaitas y guitarrones, entre mitología celta y leyendas aztecas y que me cuesta decidirme ante una buena fabada (aunque sea de lata) o los chilaquiles(1) que me prepara mi madre cuando me paso dos días seguidos torturándola a base de rancheras y lo toma como una indirecta de que ya necesito antojitos(2).

Ahora, la pregunta es, cuántos conocen algún caso de amor en la red o similar porque yo sé de gente que se ha enamorado por Internet y yo misma he tenido reencuentros cibernéticos que en algunos casos han sido decepcionantes, nunca llueve a gusto de todos, y esas páginas tipo tupasado.com donde también reencuentras a tus antiguos compañeros de colegio, han conseguido que sepas que aquel noviete guapísimo que tuviste en el instituto ahora pasa a formar parte de la galería de los calvos no sexys.

Pero bueno, hay otro tipo de reencuentros y de anécdotas, que seguro que todos tenemos alguna y yo hoy les voy a contar la mía, que por el título del post no va de lo mucho que chateo semanalmente con mi padre, no, hoy les voy a contar una historia que muy poca gente sabe y que mi psicóloga me ha recomendado exorcizar. Les pido paciencia, es larga y va en entregas, como los mejores culebrones.

Cuando yo tenía diecinueve años y era un pimpollo con un carácter de cuidado, conocí a un chico de veinte, Alberto, que estaba MUY bueno y que era otro bicho de tomo y lomo; de hecho fueron su hermana (amiga mía) y su madre (amiga de mi padre) las que se empeñaron en que nos teníamos que conocer, decían que una de dos: o nos matábamos mutuamente (y de paso le hacíamos un bien a la Humanidad) o nos enamoraríamos sin remedio el uno del otro.

Así que nos presentaron una mañana y fue mirarnos por primera vez y él frunció el morro y yo alcé la ceja derecha, cosa que por cierto se me da de lujo desde los doce años; esa misma tarde discutimos solo un poco pero a la mañana siguiente en que nos encontramos a solas en la cocina y a mí no me gustó su café ni a él mi forma de hacer las tortitas del desayuno ( hot cakes les llaman), la cosa fue degenerando y terminamos de tal modo que casi nos tuvieron que venir a separar, porque estábamos ya a la greña, él llamándome majadera y cretina, y yo cabreadísima corriendo alrededor de la mesa, intentando cogerle para calzarle un bofetón mientras le gritaba que era súper gilipollas y un canalla.

Ese día y el siguiente no nos dirigimos la palabra y cada vez que nos cruzábamos por la casa de su madre él se ponía bizco o dejaba los ojos en blanco y yo le sacaba la lengua hasta las amígdalas como un guerrero maorí (me encanta hacer eso) o simplemente levantaba la famosa ceja y le hacía un gesto obsceno con el dedo corazón, ya saben... y al cuarto día, se coló en la habitación de su hermana mientras yo estaba en el baño y el resto de la familia desayunaba; cuando escuchó que yo había terminado de la ducha (por lo menos esperó), entró muy serio cerrando la puerta despacio y yo me quedé flipando (y acojonada) ahí plantada (temblando del susto), metida en mi albornoz de Garfield, con los brazos en jarras (genio y figura) y mirándole como quien ve a un mono verde (intentando que no se me notara el miedo), se fue acercando hasta que me arrinconó contra la mampara de la ducha y cuando ya pensaba que iba a soplarme una guantada o a morderme la yugular o algo así, bueno, tampoco les voy a seguir detallando, supongo que ya se imaginan el resto. Solo confesar que a pesar de lo que parezca y de la revolución hormonal propia de esas edades, yo era muy echadita p'atrás y no hubo mayores en todo el verano.

Alberto estaba en segundo de Medicina y apenas tenía unas semanas de vacaciones, pero lo que nos duraron fue una auténtica pedazo de película, con escapada incluida, que luego seguimos alimentando por teléfono y por carta durante años, porque encima, a partir de ese verano, mi padre se negó a seguir pagando vacaciones y ya no hubo posibilidad de volver allí durante mucho tiempo, y cuando la hubo...

Él me escribía unas cartas que siempre comenzaban igual, querida majadera de mi alma, (yo le contestaba siempre también igual, querido canalla de mi corazón) y a veces pensaba que a él se las hacía un guionista de Televisa, porque eran una pasada que me ponían los pelos de punta; casi siempre era él quien llamaba por teléfono, una vez de madrugada (hora de él), borracho, cantándome una canción que me había escrito, otra vez desde la Plaza Garibaldi(3) con un mariachi que estuvo casi con una hora de rancheras para mí en plena conferencia. Yo estaba desquiciada por su culpa, y no había forma humana de que me olvidara de él y cada vez que conocía a un chico no podía dejar de compararle con él, y claro, cualquiera quedaba siempre en desventaja, la distancia y eso de idealizar a alguien, es muy canijo y mentalmente terrible e insano.

Pasaron unos cuatro o cinco años, seguíamos muy en contacto y suplíamos la falta de presencia física con larguísimas cartas casi semanales y llamadas telefónicas cada mes o así, en las que nos contábamos todo, nuestros gustos, nuestros sueños, hasta lo que habíamos almorzado el día antes o lo que íbamos a hacer el fin de semana siguiente, de tal modo que había veces en que yo pensaba que le conocía casi mejor que a cualquier otro chico con el que yo saliera aquí. Porque a pesar de que teníamos claro que nuestra meta era lograr estar juntos algún día, tanto él como yo salíamos de vez en cuando con otras personas, pero era como una especie de acuerdo de que se trataba de un mientras tanto, hasta que nos volviéramos a encontrar, era algo que ambos sabíamos y de lo que nunca hablábamos porque tampoco era plan de hacerlo. Solo hablábamos de nosotros, apenas al final de cada carta solíamos poner una postdatita de recuerdos a la family o algo así, pero nunca escribíamos o hablábamos de su hermana, o mis hermanos, o de sus padres o los míos, solo de nosotros, conociéndonos mutuamente siempre un poco más.

A veces, en plenas vacaciones en casa de su madre, él me llamaba y entonces yo también hablaba con ella y con su hermana, que nunca dejaron de ser mi suegra y cuñada respectivamente, y nos pasábamos el teléfono mi madre y yo para que ellas también charlaran, vamos, como si fuera lo más normal del mundo.

Unas navidades de un año que su hermana estaba estudiando en Francia y vino a pasarlas en mi casa, me mandó con ella fotos de cuando era pequeño, una camiseta de su equipo de fútbol del colegio, y otro año que mi hermano fue solo para allá le mandé relatos y cuentos que yo había escrito, una carta larguísima que llevaba semanas preparando para la ocasión, más fotos, cintas con música, qué se yo... lo dicho, lo más normal del mundo.

Aún recuerdo estar tirada en la piscina de mi casa con alguien y bajar mi madre a decirme que en cinco minutos me iba a volver a llamar mi papacito, que allá es una forma cariñosa de llamar a tu novio, o mamacita a tu novia, y como mi padre llamaba también y había que salir arreando para estar todos cuando en cinco minutos volviera a hacerlo, era la coartada perfecta, jajaja.

Y de repente un día dejaron de llegar cartas suyas o de respuesta a las mías, y ya no llamó más, así que me harté y decidí que me iba para allá a como nos tocaran(4); tracé mi plan, fui al Consulado, preparé minuciosamente todo para que en cuanto llegara agosto y se terminara el contrato laboral temporal que tenía, reunir todo mi dinero y largarme definitivamente para allá y ver por dónde salían los tiros. Le escribí una última carta diciéndole el plan de vuelo a seguir, se la envié certificada y urgente y me dediqué los meses siguientes a seguir con mi vida mientras llegaba el 31 de Agosto, el momento del reencuentro.

Pero Alberto no respondió y aunque yo si le llamé nunca conseguí hablar con él, nunca respondía nadie el teléfono de su casa y en aquella época no había Internet ni e-mails ni chats y yo no sabía el número de su madre y su hermana porque entre nosotras no nos escribíamos y era él quien solía llamar desde casa de ellas, yo estaba peleada con mi padre (algún día les contaré esa historia) y no nos hablábamos desde hacía un par de años y por terca no cedí para pedirle el número de la madre de Alberto, pensaba que tarde o temprano él daría señales de vida... un cúmulo de infortunios. Y con lo muchísimo que lloré y me desilusioné, poco a poco me fui decepcionando más.

Un par de meses o así después, poco antes de la fecha en que yo supuestamente iba a viajar y casualmente el MISMO día que Correos me devolvió por la mañana esa última carta certificada y urgente que yo le había escrito, alegando destinatario desconocido, ese mismo día de finales de Julio (y es que se me ponen los pelos como escarpias al recordarlo) ese mismo día decía, por la tarde conocí a Eduardo y en mi despecho lo consideré una señal del destino.


(Continuará en más entregas , porque va para largo)


(1)Amor de lejos… amor de pendejos: de estúpidos, de ahí que lo cambien por amor de “pen-sárselo”
(1) Chilaquiles: plato típico mexicano elaborado a base de tortilla de maíz frita, salsa de chile verde o roja y demás.
(2) Antojitos: tacos, tamales, quesadillas, tipo aperitivos de puestos callejeros pero en muchos lugares se consumen como plato principal.
(3) Plaza Garibaldi: plaza de Ciudad de México donde se reúnen los mariachis para tocar su música a quien la quiera oír… y pagar.
(4) “a como nos toquen”: salga el sol por donde salga.

Sección-Expedientes-X.

¡¡Ni me menees!!

martes, junio 19, 2007

A la yugular


Buscando en el fondo editorial me he encontrado con este relato de terror académico que hago público para que sepa el personal que el doctorado no se regala.

Como bien decía Don Gregorio Marañón: "En España, las oposiciones son el espectáculo más sangriento después de los toros", no es por enmendar la plana al maestro, pero yo añadiría que defender un trabajo de doctorado no le anda a la zaga a una oposición. A mis años estoy curada de espantos, pero hace apenas unas semanas quedé impresionada en una sesión de exposición de trabajos de doctorado. Durante dos horas, que se me hicieron infinitas, pude ver el tercer grado a que fueron sometidos mis compañeros de estudios.

Nada pronosticaba la masacre, el primer ponente salió distendido, presentó su trabajo y con toda naturalidad expuso sus opiniones con entera libertad, manifestándose muy poco favorable a la utilidad del tema que exponía. Llegó el turno de preguntas y con él la sorpresa. Las cuestiones no iban dirigidas a aclarar alguna duda, o matizar alguna opinión, eran dardos envenenados para demostrar la superioridad de conocimientos del profesor dejando en difícil situación al ponente.

Los allí presentes, faltos de reflejos para suavizar la situación, empezábamos a sentir el pánico en nuestras entrañas, pues todos deberíamos pasar por ese trance.
Pero el que tenía menos tiempo para asimilar la situación, el segundo ponente, salió al estrado. Allí, a pesar de la presión, realizó su presentación con cierto aplomo, gracias a que poseía un carácter templado. Pero se le sometió sin remedio al turno de preguntas y de nuevo la inquisición académica hizo acto de presencia.

El cielo se iba poniendo muy negro para el tercer ponente. Salió destemplado y amnésico. El tema que exponía no lo conocía con profundidad y se hizo un lío. En este caso no hubo que recurrir al turno de preguntas para dejar al ponente con la sangre helada.

Puedo llegar a justificar que se ponga a prueba a los estudiantes de doctorado para ver cómo reaccionan ante imprevistos, no en vano serán en un futuro profesores de Universidad que deben saber desenvolverse con soltura tanto entre los alumnos como en los congresos. Lo que no tiene justificación es esa errónea percepción académica del prestigio, entendido como un afán por demostrar su superioridad de conocimientos, que raya con el patetismo cuando se aplica a situaciones de desigualdad de profesor-alumno.

Llegué a casa en estado de trance y sólo fui capaz de hacer una tortilla de patatas para la cena. Me sentí incapaz de ponerme a estudiar, dejándome arrastrar por la TV para adormecer mis neuronas. En veinte años de profesión no he visto una lidia más sangrienta, aunque aún me queda por ver una oposición.

¡¡Ni me menees!!

viernes, junio 15, 2007

Cambio radical


Les sigo contando mi proceso de encontrarme a mí misma y de explorar los recovecos de mi atormentado ser.
La cosa es que ríete tú del cambio radical que te ofrecían semanalmente en televisión, porque para cambio el mío y encima curradito y pagadito solo por mí; empecé a finales de año y terminé quitándome quince kilos de encima (a base de dieta incluyendo jamón serrano y pan y aceite de oliva virgen y de hacer mucho mucho mucho... deporte), y seguí por ir semanalmente al dentista hasta que me ha quedado una sonrisa de cine que por otro lado exploto y exploto hasta el límite del coñazo, soy la que sale con la boca abierta en todas las fotos desde Semana Santa, porque ya que la voy a estar pagando hasta 2012 digo yo que bien vale mostrarla y dejar de ser una agonías que está siempre seria y morruda, ¿verdad?

Luego llegó el buen tiempo y ahora que he vuelto a vivir con mamá, junto al mar, en una casita coqueta donde las haya y con tremenda terraza soleada, pues invertí unos pocos euros en una tumbona de resina que tengo permanentemente ahí aparcada y de la que abuso durante unas horas cada fin de semana.

A todo esto súmale lo que te conté el otro día acerca del yoga y de la sonrisa interior que se refleja en el exterior… Resultado, todo el mundo con las piernas verdes, estresado y deseando que lleguen las vacaciones, y yo estoy morena, delgada, relajada y con una sonrisa perpetua en la cara.

Quién me lo iba a decir a mí cuando el año pasado justo por estas fechas decía aquello de ¡¡¡ al buen tiempo mala cara!!!
Pero claro, lo que no te cuentan en lo del programa de televisión este que te digo antes es la reacción a posteriori del afectado por el cambio, máxime cuando es tan radical y en tan poco tiempo, y me refiero a que de repente una mañana tú te plantas delante del espejo, ves a una tía estupenda ahí enfrente, incluso recién levantada, casi la tía que siempre has querido ser, ¡¡¡¡¡pero no te reconoces en ella!!!!!


Y las compañeras de trabajo te repiten que estás divina, tu jefe ya no te habla a berridas, los hombres se vuelven a mirarte por la calle, tu madre llora al verte en bikini porque dice que jamás y nunca te ha visto tan fantástica, tus hermanos te preguntan si tienes novio nuevo o un "plan" o qué gaitas te pasa porque estás "diferente" y tus amigas te repiten lo mucho que le gustas a este o al otro… y tú, yo en este caso, no te lo terminas de creer, no quieres quedar con nadie ni conocer a nadie nuevo porque no estás nada segura de nada en esta vida y repites lo del barbecho voluntario en el que estás sumida, solo te ves rara, pero rara de narices, y no aceptas más que la evidente realidad de que o te compras la ropa TRES o incluso CUATRO TALLAS MENOS o parecerá que la has heredado de Shrek. Pero nada más.

Entonces es cuando por fin reconozco que "tengo un problema de aceptación o de autoestima o de cómo quieras llamarlo y es urgente hacer algo porque estoy viviendo abducida en un cuerpo que no es el mío o no termino de aceptarlo como mío".

Y ahí es donde también intervienen los reenvíos de mails que recibo cada día, y mira tú por dónde una mañana me llega uno con un vídeo de una súper bailarina oriental. Y me pongo a recordar que ya una vez quise aprender lo de la danza del vientre y hasta mi madre me regaló un pañuelo cuajado de monedas colgando por si un día me animaba a ello. Así que ese día que no tengo mucho que hacer me pongo a investigar en "san Google" y empiezo a leer testimonios de otras "belly dancers" que te cuentan que han aprendido a aceptarse a sí mismas tal y como son gracias a la introspección en el yo femenino que haces con la danza esta… y yo que me apunto a un bombardeo, sobre todo si me hace falta y más aún si me entero de que funciona, me busco la vida, hago varias llamadas y me apunto a clases de danza del vientre, no sin que un pequeño demonio que llevo dentro me recuerde mi intento de volver a hacer ballet clásico, ¿recuerdan?

Llego y me veo rodeada de una serie de mujeres, altas, bajas, gordas, gordísimas, delgadas, delgadísimas, feas, hermosas, mayores y jóvenes, pero TODAS divinas en su pellejo, maquilladas, arregladas, enjoyadas hasta la nariz, llenas de lentejuelas, de cascabeles, de velos vaporosos y crótalos entre los dedos de las manos. A las muy gordas es que las barrigas y las cachas les salen de los pañuelos por las caderas y las muy flacas es que se tienen que dar ocho vueltas al velo porque se les caen. Y todas están felices que se salen, se enseñan unas a otras los accesorios de reciente adquisición y es entonces cuando te fijas en que algunas que están llegando de la calle vienen vestidas de paisano pero sin cortarse un pelo en que se les vean las estrías, los huesos de las clavículas o las caderas, los michelines o la celulitis y que mientras se cambian y se visten de huríes, se sueltan las melenas y se las cepillan una y otra vez hasta dejarlas brillantes y con movimiento, se miman las piernas, se untan sensualmente los brazos con aceite aromático para que luego al moverse desprendan olor a vainilla o a incienso, te das cuenta de que SE GUSTAN Y SE QUIEREN, porque yo la crema es que me la "echaba" por encima y no me miraba al espejo más que dos minutos a ver si tenía el pelo revuelto o las pestañas en su sitio.

Ese día yo voy con la cara lavada, recién salida de la ducha con el pelo aún húmedo recogido en una coleta ahí de cualquier manera y con una falda larga hippie que pillé por casa y que me ajusto a la cintura y una camiseta más o menos ceñida que tapa el lacito con el que me ajusto la falda en la cintura, y el pañuelo con moneditas que mi madre me regaló hace años, también en la cintura, y según me pongo delante del espejo y me miro, me digo a mi misma "bueno, esta clase de prueba es gratis, no creo que yo dure muchos días delante de un espejo contoneándome como un pendón desorejado", viene la profesora, pone un vídeo demostrativo para las que no sabemos de qué va el tema, termina el vídeo, empieza a sonar la música, ella se me coloca al lado para enseñarme cómo son los movimientos más básicos de la cadera, los hombros y los brazos y media hora más tarde estoy con la falda doblada para ajustarla en la cadera con el pañuelito de moneditas, la camiseta la llevo enrollada alrededor del pecho para poder verme mejor los movimientos y es que se me ha olvidado que estoy rodeada de otras quince mujeres y me he convertido en la favorita del harén poseída por el espíritu de Sherezade.

Llevo poco más de dos meses yendo cuatro horas a la semana, increíble en mí pero cierto, y creo que me ha cambiado la vida, y ahora sí que lo digo en serio, porque ahora SIENTO mi cambio y me reconozco en "esa" que veo delante del espejo, y no solo la acepto como la que soy yo, sino que además es que me gusta. Mi espalda y mi cuello están agradecidos que no veas, mis hombros y mis brazos tienen forma y contra todo pronóstico no se cuelgan ni la barriga ni el culo, por si alguna lo ha pensado, aunque en eso igual tiene que ver lo de seguir yendo a correr a diario. Ando como loca buscando un velo de color turquesa y una tobillera con campanitas para mi próxima clase y claro, como dice una amiga mía que si sigo en barbecho soy pasto de los gusanos, estoy tonta perdía por tener un novio o un "gustazo" o un plan o lo que sea para comprobar la química que se supone que desprendo y el cambiazo, porque eso sí, tengo una tontería y una pluma que en la vida pensé que YO, alias Manolo desde los tres años, pudiera llegar a tener jamás. Ríete de Sara Montiel, de Zsa Zsa Gabor y de los peces de colores, porque a mí parece que me trajeron al mundo entre las bambalinas del ¡¡¡¡ Folies Bergere !!!!

La cosa es (me da la risa mientras lo escribo) que yo sigo yendo a correr a la playa y los días que estoy "vaga" y no me apetece, suelo caminar descalza en la arena a toda pastilla durante una hora, pero es que ahora me da hasta un poco de corte hacerlo, porque YA NO SE CAMINAR como lo hacía antes, como un marinero según mi madre, y te juro que reconozco que se me van el culo y las caderas para los lados.

La dueña de la escuela de danza me dijo que el cincuenta por ciento de sus alumnas acuden para dejar salir su parte femenina, que son mujeres con un carácter muy masculino o actitudes muy duras y/o fuertes frente a la vida y que quieren reconciliarse con la femineidad que tienen dentro; también me dijo que el otro cincuenta por ciento de las chicas que aprenden con ella lo han hecho para aceptarse a sí mismas como mujeres tal y como son, sin complejos ni pudores por el aspecto que puedan tener.

Las "belly dancers" con las que yo he hablado dicen que no lo dejan ni locas, que están enganchadas, que es como una droga maravillosa que te hace sentirte una diosa ante el mundo. Es muy interesante hablar con todas ellas y descubrir que todas hemos pasado por el mismo proceso, de llegar el primer día muertas de verguenza y de pudor y que al segundo día todas hemos descubierto a la mujer que llevamos dentro.

Y yo se lo recomiendo a todas, porque es que es una auténtica gozada, y creo que ya me podía haber animado hace siglos y no estaría pagándole al dentista durante los próximos cinco años, porque me hubiera aceptado tal y como era antes, pero ya que estamos pues me acepto estupenda y no como estaba.

¡¡Ni me menees!!

lunes, junio 11, 2007

En barbecho voluntario


Desde mediados de febrero de este año me he declarado a mí misma Reserva de la Biosfera y, por si esto fuera poco, en Barbecho voluntario. Es decir, según la Wikipedia, estoy en estado de conservación y protección de mi propia biodiversidad y persigo el desarrollo económico y humano de mí misma, así como la investigación, la educación y el intercambio de información con otras reservas que forman la red mundial, peeeero…, y de ahí lo de barbecho y también según la Wikipedia, no me pienso dejar invadir durante uno o varios ciclos vegetativos, con el propósito de recuperar y almacenar materia orgánica. A saber, que me dejo descansar por uno o varios años (yo espero que tampoco sea para tanto, la verdad) y que durante el tiempo que permanezca sin cultivar seré sometida a una serie de labores con objeto de mejorar mi predisposición al cultivo. Ahí es nada.

Esta es la resolución a la que he llegado previo estudio de la fauna que me rodea y de las intenciones varias de los elementos estudiados, y como se dice por ahí aquello de más vale sola que mal acompañada y yo soy muy bruta a veces, pues he empezado por salir del armario, anunciar a los cuatro vientos mi declaración de intenciones y, como esto parecía no ser suficiente, quemar algunas naves.

La primera nave que quemé fue Pepe, al que pillé por banda cuando por fin apareció a firmarme los papeles del coche que me quedé yo en el reparto de bienes posterior a nuestra separación el año pasado. Aparte de llamarle de todo menos bonito, le solté unas cuantas perlas y preferí quedar ante él como una despechada o una cabrona sin sentimientos, pero desahogada que no veas y sacando mucha mala leche que llevaba acumulada.

La segunda nave que quemé fue Eduardo, al que quise mucho en su día y a cuyo cariño y recuerdo me aferré mucho cuando las cosas con Pepe se pusieron color hormiga el año pasado. Pero a Eduardo le gusta mucho nadar y guardar la ropa, y nunca te dice para dónde va a nadar ni por supuesto dónde ha guardado la ropa, y después de haberme tomado un café con él a principios de enero y haberme dicho que tenía novia, empezó a enviarme sms al móvil de vez en cuando y a dejarme instantáneos en el chat a altas horas de la mañana, viendo que yo estaba online, aunque no delante del ordenador. Así que una noche que por fin me pilló ahí sentada, decidí charlar un poco con él, y aunque al principio la charla fue maja y distendida, poco a poco me fui dando cuenta de muchas cosas. Entre ellas que a Eduardo también le gusta jugar conmigo, y hacerme dar vueltas y vueltas hasta que me saca de quicio y termino mandándolo a hacer puñetas y así no se puede vivir.

Se dio cuenta de que estaba en un momento bajo anímicamente, que mi vida emocional era un carajo, y aunque al principio de la conversación estuvo muy en plan “los hombres no entienden a las mujeres” y todo ese rollo que tan bien se le da, poco a poco me di cuenta de que estaba intentando llevarme al huerto en honor a los viejos tiempos… y no hijo, no. Si tienes novia, pues la tienes, y si no la tienes, pues habla claro y deja ver tus cartas, pero no me torees, que me pongo vitorina y la liamos.

Y efectivamente, la liamos, discutimos y desde entonces lo eliminé definitivamente de mi móvil, de mi agenda, de mi chat y de mi vida. Espero que sea muy feliz, que la vida le colme de cosas buenas y que la novia que tenga le haga la vida agradable y sin sobresaltos (que según él, era lo que tenía conmigo, un sobresalto tras otro), pero ahí muere.

Después de esto aún me dio tiempo de quemar la tercera nave, prácticamente recién adquirida; un par de días después de lo de Eduardo me llama una amiga para que vayamos una noche a un local donde va a haber una especie de fiesta con música de los 80, y claro, una no puede perder la oportunidad de encontrarse con gente de su misma edad, son ganas de mortificarse pensando que ya estamos de estas formas, como cuando a los 16 años me colaba en los guateques revival de mi madre, pues lo mismo, pero ahora desde el otro lado de la barrera; los veinteañeros lo flipan viendo los video clips de esos años y alucinan mientras grupos de cuasi cuarentones nos miramos de reojo unos a otros, buscándonos las canas y las calvas, y cayendo en picado sobre aquellos /as que no los lucen.

Total, que llego a la fiesta, y esta amiga, entre otros, se trae a un amigo que rompió con su novia hace un par de meses y que anda un poco despistado y sin saber por dónde tirar, y el amigo este, Juan, es que es llegar al grupo y nos pegamos cinco horas hablando los dos solos de lo divino y lo humano hasta quedarnos afónicos. Vamos, por hablar, hasta de la vidriera de la catedral de Praga, porque resultó que ambos estuvimos allí por las mismas fechas el año pasado. Esa misma noche nos intercambiamos los correos, y al lunes siguiente tengo un par de frases suyas en mi buzón de entrada, diciéndome lo muy bien que se lo pasó, lo mucho que le gusto y preguntándome si podemos quedar él y yo en otro momento, y según lo estoy leyendo, me está invitando al chat, y ese mismo día me da su número de móvil y yo a él el mío, y quedamos para el jueves por la tarde. A ciertas edades como que no se pierde el tiempo, eh?

Así que, desentrenada que no veas y con un susto en el cuerpo porque le gusto a un tío de cuarenta y un años, que está bueno, es soltero, inteligente, culto y aparentemente interesante, me acerco a la cervecería donde hemos quedado a las ocho de la tarde, y cuando me doy cuenta, nos han dado las doce de la noche y yo aún tengo que coger carretera para irme a casa.

Y durante tres semanas Juan y yo nos vemos cada dos o tres días y nos quedamos roncos perdidos de hablar de historia, de filosofía, de arte, de política y de contarnos chistes tontos o macabros que me encantan y me río como una loca, hasta que una noche de copas por fin se lanza, yo es que soy muy antigua para según qué cosas y no doy el primer paso ni aunque me maten. Y bueno, la cosa no pasa a la posteridad por ninguna causa y como ya este Juan venía contándome que su ex lo andaba llamando y que estaba triste por la separación, y que en cuanto ella se enteró de que andaba tonteando conmigo se puso histérica y qué se yo, pues nada, una de esas tardes de jueves en la misma cervecería, cogí y le dije que hiciera el favor de volver con ella, que a mí me gustaba mucho y todo eso, pero que yo no estaba por la labor de tener algo serio con nadie por ahora y que si él iba a perder la oportunidad de volver con la persona a la quiere… total, que vamos, no se lo pensó más que un par de días y me llamó para decirme que volvía con la ex.

Manda huevos. A uno lo mando al carajo para desahogarme porque me deja por otra, al segundo porque no me cambia (como ex) por su nueva novia y al tercero porque prefiere volver con su ex en vez de iniciar algo conmigo… esto qué es lo que es?

Así que después de dos semanas o así de reflexión y de pensármelo mucho, decidí que aún estaba a tiempo para que este año sea mi año, en esos días no llevábamos ni dos meses estrenados, así que me voy a quitar de encima todos los peñazos de mi vida, voy a terminar de exorcizar todos mis pequeños (y grandes) fantasmas y mientras tanto me decanto por lo del barbecho y la reserva de la biosfera, porque tampoco es plan (ni yo soy del tipo) de andar de cacería cada fin de semana, a la desesperada. Me parece que lo suyo va a ser lo de perseguir el desarrollo económico y humano de mí misma, así como la investigación, la educación y la serie de labores con objeto de mejorar mi predisposición al cultivo. Digo yo que en algún lado del planeta habrá un roto para esta descosida, no?

¡¡Ni me menees!!

lunes, junio 04, 2007

Descubriendo la piedra pómez



Reconozco que normalmente suelo llegar a todo en esta vida o con demasiada antelación o con demasiado retraso. A los cuatro años mis dos canciones favoritas eran el submarino amarillo (que me la enseñó mi madre, Beatlemaníaca donde las hubiera) y el conejo de la Loles (que por lo visto me la enseñó el hermano de mi madre, solo para fastidiar), y atormentaba a mi abuela día y noche con esas dos sugerentes melodías en un Remix que no paraba, como los de la radio. Y digo atormentaba porque me imagino que en el año 74 y siendo mi abuela súper numeraria del Opus, no debía hacerle demasiada gracia cuando estaban sus amigas tomando el té y rezando el rosario tener un mico berreando por la casa we all live in a yellow submarine o justamente lo del conejo que te contaba.

Luego, por lo de llegar tarde a otra serie de cosas, me dieron los veinte años (pero bien cumplidos y de largo) sin saber quién era Van Morrison o pensando que el tal Mike Oldfield que cantaba Moonligh Shadow era algo así como lo de Mecano, que cantaba una chica pero en primera persona masculino…

A mí la vida me surgía hasta que se me aparecían gurús que me iluminaban, y entonces me volcaba. La cosa es que yo llevaba fatal y desconcentrada desde que terminó el año pasado y hacía unos meses que estaba cobrando casi que por abrir la oficina y poco más, incapaz por completo de centrarme y hacer lo que se supone que hago. Así que mi psicóloga me recomendó practicar yoga.

Y lejos de dejar de ir a terapia o pensar que eso estaba bien para cuando tenga sesenta años, opiné que era una buena idea, hace años que lo hice durante una buena temporada y me vino muy bien, así que pensé en volver y lo hice además convencida y preparada para todo, ya no solo para llorar sino hasta para vomitar si hiciera falta, porque recordaba que la primera vez en mi vida que hice yoga tuve que salir corriendo al baño para abrazarme al inodoro mientras alucinaba pensando en cómo estaría mi organismo para generar algo de aquel color verde fluorescente sin haberme tragado previamente un blandi blub.

El primer día de mi nueva etapa en el yoga me apalanqué en mi colchoneta, empecé a concentrarme en mi respiración y en mi mente, ejercicio y asana por aquí, asana por allá, y cuando había pasado una hora y media tenía una cara de iluminada que me duró una semana completa, porque encima hubo un día festivo de por medio y no pude tener más clase hasta una semana justa después.

Entonces, ahora, he descubierto la piedra pómez y me he sumido en una vorágine de Chill out, filosofía zen, y buen rollito que me tiene flotando en mi pequeño nirvana de despertar a mi nuevo yo. Y tengo el ipod cargado de Enya, Café del Mar y todo lo que encuentre, y he grabado cd's para el coche y cargo y descargo gigas de música en el ordenador de casa y en el del trabajo, y oye, funciona!!!!!

Los atascos de tráfico son geniales, cuanto más duren es que mejor, porque así te da tiempo a escuchar más, llego tarde al trabajo y la sonrisa de iluminada que te decía antes se le contagia hasta a mi jefe que termina pidiéndome que le grabe uno o dos cd de esos, llego a casa y la vida es de color naranja y camino levitando por el pasillo mientras mi madre repite un mantra de bendiciones para mi psicóloga y en el trabajo rindo como una condenada porque paso las horas balanceando mis hombros al ritmo de la música mientras hago facturas, gráficos, resúmenes y lo que me echen, todo con una sonrisa interior que empieza a preocupar a mis allegados más escépticos.

Claro, ahora me planteo si abandonarlo todo, largarme a la India y dedicar el resto de mi humilde y sencilla existencia a meditar, hacer el bien, no volver a comer carne y vivir de las limosnas de los creyentes mientras escucho el sonido de las olas del mar y el piar de los pajaritos silvestres.

La cosa es que lo de la India apetece, no crean, de hecho es uno de mis destinos soñados, y lo de meditar y hacer el bien, pues hombre, digo yo que igual no haría falta irse tan lejos para llevarlo a cabo; ahora, vivir de las limosnas cuando tienes hipoteca, préstamos, citas pendientes con el dentista, y lo de no comer carne para que luego venga la cesta de navidad con un serrano jamón serrano… va a ser que no.

Además, eso de pasarte la vida escuchando las olas del mar y el piar de los pajaritos, creo que puede llegar a desquiciar a cualquiera: una vez fui de finde a una casita rural que en medio del patio tenía un pozo con un cubo con un mecanismo para que estuviera derramando agua constantemente… diz que para relajar. Al segundo día yo estaba como Mc Giver buscando la manera de sabotear aquello porque tanta agua cayendo todo el rato me estaba dejando líquido el cerebro. Otra vez me compré un cd con cantos de ballenas y según me apalanqué en el sofá y empecé a escucharlo me vinieron a la mente los de Greenpeace abordando a un ballenero japonés, eso me trajo imágenes de cacerías de focas, eso me trajo imágenes de cosméticos de alta gama… terminé regalando el cd.

Digo yo que no hace falta irse a los extremos y que una puede relajarse y hacer yoga y seguir por otro lado con su vida habitual, vamos, que no me veo yo cambiando mis modelitos por una túnica naranja ni poniéndome cascabeles en los tobillos para venir a trabajar o rapándome la cabeza al cero para ofrecer mis cabellos a Buda y que me ilumine con su sabiduría. Tiene que haber un término medio, no?

Mientras tanto, me sigo balanceando y concentrando mi pequeño yo para lograr la búsqueda interior que tanto persigo. Lleva su tiempo, por eso ando algo perdida del Blog

¡¡Ni me menees!!