jueves, junio 25, 2009

El lejías

Este post forma parte de currando con rojos disponible en versión wiki

Esta semana hablé con él por teléfono y sigue siendo el mismo aunque hayan pasado unos cuantos años. Lo conocí cuando era becario, un becario de los que no pasan desapercibidos. El mote se lo ganó a pulso por vestir unos pantalones vaqueros desgastados artificialmente con lejía. Pero no era el color de los vaqueros lo que más nos llamaba la atención a las chicas, sino lo increíblemente ceñidos que estaban sus pantalones a su anatomía. Algunas veces nos sorprendía con unos vaqueros-peto igualmente ajustados a su cuerpo y por supuesto de ese azul clarito forzado por la lejía.

Su carácter estaba marcado por un punto de salvajismo que en contadas ocasiones dejaba entrever y que las más veces se traducía en una postura valiente y atrevida ante la vida. No era dócil, pero una vez que manifestaba su opinión, si tenía que hacer algo lo hacía. Era de fiar y los jefes le apreciaban.

Su beca tuvo un paréntesis para hacer las prácticas de milicias a Cáceres. Su coronel era de las fuerzas especiales y le sometió a un entrenamiento digno de las SAS. En invierno regresó de cumplir con la patria bronceado, curtido por los aires extremeños, en mangas de camisa y luciendo pecho. Estábamos todas acostumbradas al aspecto nerd de los ingenieros y encontrarnos cara a cara con uno mitad bombero mitad legionario nos rompía los esquemas. El revuelo que causó a su regreso entre el sector femenino fue grande y no dejó fría a una de las socias que no paraba de llamarle a su despacho para cualquier cosa.

Era sorprendente su energía para el deporte y su capacidad para comer. Nadaba tan rápido y con tanto estruendo que nos apartábamos de su calle para que no nos arrollase. Respecto a la comida le vi zamparse quince albóndigas después de comerse un plato de lentejas lleno hasta el borde.

Teníamos el mismo jefe y la misma forma de ir de frente por la vida. Nos llevábamos muy bien y continuamos nuestra relación a través de los años. Con el tiempo hemos ido teniendo amigos comunes y hemos coincidido en sitios tan dispares como Sevilla o Santiago de Chile.

Se conserva divinamente con pelo (largo) y sin tripa. Le sigue gustando lucir cuerpazo aunque ha abandonado los vaqueros desgastados con lejía. Se parece mucho a un actor, pero no voy a decir cual para que cada uno haga uso de su imaginación.


¡¡Ni me menees!!

domingo, junio 14, 2009

Carmela

Este post forma parte de currando con rojos disponible en versión wiki


Nos conocimos cuando estudiábamos COU y vivíamos en la misma residencia en la ciudad universitaria. Ella era de la rama de Letras y yo de la de Ciencias. Aunque no coincidíamos en ninguna clase, disfrutaba de su verbo fluido en los trayectos del autobús, en el comedor y en la reuniones improvisadas que hacíamos en las habitaciones.

Solo se me ocurren adjetivos positivos para describirla: inteligente, brillante, generosa, solidaria, divertida, gran conversadora... Si hubiera que destacar alguna de sus virtudes elegiría su solidaridad, que se salía de la campana de Gauss. Ella estaba siempre pendiente de los demás por si alguien necesitaba ayuda, anticipándose a cualquier necesidad.

Uno de los casos que recuerdo con una sonrisa en los labios fue una misión en la que me enroló para ayudar a unos compañeros ciegos. Todo vino por una tremenda curiosidad que sentíamos acerca de la habilidad que tenían estos compañeros invidentes para estudiar asignaturas como álgebra. Solíamos hablar de ellos en el autobús y en una de estas disquisiciones me dijo que a ellos les vendría muy bien que les ayudáramos a pasar un trabajo de una asignatura a máquina para que tuvieran mejor nota.

Estaba muy liada preparando los exámenes y me resistía a colaborar pero su capacidad de convicción era mayor que mi tozudez y cedí a su petición. Quedamos con ellos en la parada de autobús más próxima a su casa. Todavía recuerdo cómo íbamos en fila india, nosotras delante y ellos detrás con su mano derecha apoyada en nuestro hombro izquierdo, como una fila de elefantes. Cuando entramos en la casa estaba toda a oscuras y no acertábamos a dar un paso. Pidieron disculpas por no haberse dado cuenta de que nosotras necesitábamos luz y cuando la casa se iluminó, ¡oh, maravilla!, en las paredes había los mismos calendarios que puedes encontrar en la cabina de un camión, en un taller mecánico o en repartidor de una central telefónica. Nuestros compañeros que tenían su humor (no sé definir de qué color) debieron de imaginar nuestra cara de sorpresa y dijeron, ¿a qué están muy buenas? mientras que palpaban un calendario. Nunca he olvidado esa tarde tan especial.

Cuando nos volvimos a encontrar quince años después reanudamos la conversación en el punto que la dejamos, como si no hubiera pasado el tiempo. Ella había estudiado filosofía y trabajaba de secretaria de director general, mientras que yo había estudiado informática y me contrataban porque no me faltaba valor para desarrollar un sistema operativo en ensamblador.

Durante este tiempo ella y su marido habían construido con sus propias manos una casa en una urbanización cerca de Madrid. No me imaginaba lo que era capaz de hacer hasta que vi las dimensiones de su mansión, tan grande como su corazón.

No nos hemos vuelto a ver desde que abandoné el paraíso laboral. Cuando habían pasado otros quince años sin vernos empecé a dar clases en la Universidad y quiso el destino que mi compañero de asignatura fuera la pareja de la documentalista del paraíso laboral y me volvieran de golpe todos estos recuerdos. Pensé que era una señal y tenía que volver a verla. Escribí un post pensando en darle una sorpresa pero no lo llegué a publicar porque desapareció de mi portátil sin dejar rastro. Luego lo fui dejando y ¡ha pasado un lustro más!

A la segunda va la vencida. Voy a salvar el post en sitio seguro lejos de mis garras autodestructivas.

¡¡Ni me menees!!

jueves, junio 11, 2009

El paraíso laboral

Este post forma parte de currando con rojos disponible en versión wiki



Aterricé en el edén laboral el primero de junio. Cuando llegué todos me estaban esperando. Carmela, mi ex compañera de COU, les había puesto al tanto de mi persona humana. Me dieron una vuelta por la empresa y presentaron a todos mis compañeros. Me causó muy buena impresión el ambiente de trabajo.

Así se podría describir cómo era el paraíso laboral en mi primer año currando con rojos:

Ubicación: El espacio, para el que trabajaba

La empresa estaba ubicada la zona de Arturo Soria(1) en un edificio de viviendas con jardín. Ocupábamos la planta baja y el lado derecho del inmueble(2). Los laboratorios, el despacho de los delineantes y la sala de producción se encontraban en la planta baja. En el primer piso estaban los despachos de los ingenieros, en la segunda planta los de los socios de la empresa y en el ático el despacho del director. Los metros cuadrados por persona eran equivalentes salvo el director que tenía un despacho más grande pero con una bañera que le quitaba mucho espacio(3). El mobiliario era igual para todos y todos los puestos de trabajo tenían luz natural.

Clases: Todos proletarios

Allí éramos todos proletarios por lo que no se percibía la opresión de las clases rentistas o hidalgas tan frecuentes en las grandes empresas. El trabajo estaba bien distribuido y todos estábamos ocupados. Tres de los socios que tenían responsabilidades técnicas, mantenían algunos proyectos y se les veía por el laboratorio.

Organización: La célula laboral

No había reuniones. Existía la célula jefe-currito: El jefe te decía lo que se tenía que hacer y el currito podía protestar y blasfemar antes de empezar a hacerlo sin que mediara represalia. Los ingenieros que militaban en el partido entendían mucho mejor el funcionamiento de la célula ya que tenían claro lo que significaba la disciplina.

Relaciones: Hiperconectividad

En las pausas laborales para tomar café o ir a comer se daba asueto a las relaciones sociales. Todos hablaban con todos y nadie se subía a un pedestal para hacerlo. La cafetera estaba en la sala de producción. Allí bajaba todo el que quisiera tomarse un café. La limpieza de la cafetera y la preparación del café correspondía al que la vaciaba. Algunos listillos cuando olían a café recién hecho acudían presto al meeting point antes de que se terminase (4).
Para comer solíamos ir al mismo restaurante y el compañero de mesa era aleatorio y dependía del momento de la llegada. Alguien que observase nuestro comportamiento no sabría distinguir quién era dueño y quién currito.

Actividades extralaborales: La relación más allá del trabajo

Una de las medidas de satisfacción en el trabajo es el índice de relación de las personas cuando finaliza la jornada laboral. Aquí era muy alto: las cuadrillas para tomar tubos, las fiestas en casas de compañeros y todo tipo de reunión que alguno propusiera.
Existía la tradición por parte de la empresa de celebrar una fiesta el 24 de junio. Solo pude asistir a una celebración en mi primer mes de estancia ya al siguiente año se suprimió.
Una verdadera pena porque todas las viandas eran de la pastelería Mallorca y no faltaba el jamón ibérico. Por un día nos sentíamos como satisfechos burgueses.

Tras este escenario de paraíso laboral iré colocando alguno de los personajes que pululaban por allí.

(1) Zona nacional
(2) El lado derecho si se miraba al edificio desde la calle y el lado izquierdo visto desde el jardín. Como siempre hay distintos puntos de vista.
(3) El ático tenía la habítación de matrimonio y cosa de los arquitectos: la bañera estaba colocada dentro de la habitación.
(4) El escaqueo es parte de la condición humana, también se da en los edenes laborales

¡¡Ni me menees!!