lunes, agosto 29, 2005

Teznología

En el bar del costalero, en un rincón del ángulo oscuro, sentada en una mesa y rodeada de bolsas de plástico del mercadillo, me tomaba una cerveza y una tapa de huevas aliñás para aliviar la espera de mi marido. Estaba pletórica porque por ocho euros había comprado tres camisetas, un pareo y cuatro pantaloncillos.

De repente me pareció oír la palabra Nero. Me extrañó que alguien hablase de programas en este bar, donde sólo existen dos temas de conversación: las procesiones de Semana Santa y el fútbol. El que así hablaba era un hombre de mediana edad, cliente habitual del bar, con una tripa cervecera ganada a pulso al grifo de la Cruz Campo y un toque de modernidad con su larga melena recogida en una coleta. Destacaban sus ojos azules y la gracia que tenía para expresarse en un andaluz ceceante. No era carne de oficina, sino más bien un profesional del ramo de la electricidad o la fontanería.

Empecé a afinar la oreja a ver qué pillaba y sincronicé la escucha en el punto que hablaba de las versiones: "es que mi ordenador es muy chico y no le puedo poner una verzión del Nero mayor que la 2.0 porque no me funciona. Pero con esta verzión yo me grabo todas las películas y la muzica que quiero". En este punto conmutó y empezó a hablar de cine y a poner verde al último remake de la película de La guerra de los mundos: "Ezo no es una película ni es ná, todo el rato el Ton Cruise corriendo de un lado para otro, nada que ver con la anterior verzión película".

En este momento llegó mi marido, le puse en antecedentes y se unió a la escucha de la conversación. El cinéfilo de las copias privadas digitales continuó contando su lucha contra los elementos tecnológicos:"A mi cuando instalo un programa me pregunta algo en inglés le digo que no, porque zi le dices que zi, te empieza a preguntar más cozas y te metes en un berenjenal del que no zabes zalir". En este momento intercambié una mirada de complicidad con mi marido que decía "que razón tiene". Después de los recelos informáticos, continuó por el camino de la admiración hacia la tecnología: "Pues a veces te dice que nezecitas actualizar algo, en eze cazo digo que zi, te zale la barra que ze mueve y cuando llega al final ze apaga y ze enziende zolo y todo funciona". Estábamos maravillados de sus descripción cuando continuó diciendo: "A veces cuando pones el windows para múzica y ze te olvida cerrarlo antes de apagar, luego cuando lo enciendes dos o tres días después, todavía ze acuerda y te regaña por no haberlo cerrado".

Pasé un rato muy divertido escuchando la naturalidad con que expresaba sus relaciones con el ordenador y lo acertado de sus deducciones. Pero lo que me dio de pensar es la diferencia de lenguajes entre los expertos y estos aficionados a cualquier cosa que necesitan utilizar el ordenador sin formación previa. Desde luego los espesos manuales de operación no están pensados para ellos, pero la naturaleza es sabia y desarrollan un instinto básico para saber bandearse entre los mundos digitales. Y es que no hay nada como la motivación y la necesidad para espabilarse.


Sección-Expedientes-X

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viernes, agosto 26, 2005

El Caballero


Había ido al cine con mi benjamina a ver la película Rencor, como llevaba en cartel bastante tiempo sólo la ponían en el Cine Princesa, sito en La Plaza de los Cubos de Madrid. Al finalizar el film me dispuse a sacar el coche del aparcamiento y en el instante en que fui a pagar el parking, afloró nítido el recuerdo de un episodio que tenía almacenado en una profunda capa de mi cerebro, a pesar que no habían transcurrido ni cuatro años desde los hechos.

Fue una de esas semanas en la que empiezas el lunes con una reunión y ya no te quedan fuerzas para el resto de los días. El meeting era a primera hora, en unas oficinas situadas en La Plaza de los Cubos, por lo que deje mi coche en el parking de la plaza. La reunión se prolongó hasta la hora de comer, nos salvó el hambre imperiosa, no las conclusiones, que no recuerdo si quedaron claras. Me dirigí a saldar mi cuenta con el parking, donde una persona humana me dijo: son 1600 pts(1). Cuando eché mano del monedero vi que lo tenía con telarañas, no había ni monedas ni billetes, situación nada extraña para mí. En ese momento me salió la señorita que llevo dentro y con mucha naturalidad le entregué la tarjeta de la Caja Madrid , tarjeta que me devolvieron con sumo desprecio desde el otro lado de la ventanilla, diciendo

- Sñita, aquí no vale esto
- ¿No admiten tarjetas?, -dije con estupor
- Pues no. ¡ váyase a un cajero! (2)

Estaba ya concienciándome en buscar un cajero, cuando un señor maduro que estaba detrás de mí en la cola de paganos me dijo:

- Señorita, si quiere le pago el aparcamiento para que no tenga que molestarse en ir al cajero
- Muchas gracias, pero ¡cómo me va a pagar el aparcamiento que son 1600 pts!

Cual no fue mi sorpresa cuando el caballero insistía en ahorrarme el viaje al cajero, o lo que es lo mismo, en abonarme el parking. En ese momento mi cerebro sufrió una dicotomía -un lado pensaba en que cómo iba a permitir que me pagaran el aparcamiento y el otro en lo lejos que estaba el cajero y en el hambre que tenía- ¿qué parte ganó? , la hambrienta. No daba crédito cuando el caballero abonaba mi abultada cuenta del aparcamiento y sólo acertaba a decir: Gracias, muchas gracias.

Todos pensarán en que algo pretendería ese caballero o que soy la musa que inspiro el pasodoble: pisa morena, pisa con garbo, que un relicario me voy a haber con el trocito de mi capote que haya pisado tan lindo pié o que soy la hermana gemela de Esther Cañadas. Nada mas lejos de esto, ni soy espectacular, ni el caballero le movía ninguna intención malsana ya que iba acompañado de una pareja y una vez que le di las gracias cada uno se fue por su camino.

Aunque al principio me quedó la sensación de ser una caradura gorrona, conforme pasó el tiempo empece a acariciar la idea de lo generosa que había sido dándole la oportunidad a este caballero andante de desfacer el entuerto. Si además supiera el caballero que soy huérfana, su corazón no le cabría en el pecho de orgullo al emular a D. Quijote con todas las condiciones de entorno.

(1) En esa época había pesetas y los cajeros eran de carne y hueso
(2) El tono muy equivalente al ¡ váyase Sr. González! , casi me manda a la M.

Sección-Expedientes-X

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martes, agosto 23, 2005

Desde las riscas: mi primer verano

Después de un viaje a Cuenca el sin par Don Luis de Góngora escribió unas coplillas sobre las mujeres que encontró en aquellos parajes y que sin duda le agradaron:

Serranas de Cuenca iban al pinar
Unas por piñones
Y otras por bailar

En aquellos tiempos, tan poco propicios a la libertad, Góngora evocaba un ambiente bucólico a modo de la pastoril Arcadia(1) donde las serranas conquenses gozaban de cierto libre albedrío para elegir entre la diversión o el trabajo bajo las sombras de los pinos. Como descendiente que soy de aquellas serranas, cuyos pies besan los ríos por besar de ellas las plantas(2), también me gusta ir al pinar. Tengo asociado físicamente el sentimiento de libertad al ensanchamiento de los pulmones que produce el aire fresco que transporta aromas de pino, tomillo y romero. Una vez allí, entre los rumores de las agujas de los pinos, me sale la serrana recolectora que llevo dentro y me aplico a la recolección de piñones, piñas o lo que haya, dejando de lado lo del baile que se me da tan mal como lo del canto(3).

Soy de la generación que durante las meriendas comía pan con chocolate mientras miraba en la tele a los Chiripitiflauticos. Los personajes Locomotoro, Valentina y el Capitán Tan no estaban por la cosa didáctica sino más bien por un surrealismo casposo. No tuve ocasión de aprender en Barrio Sésamo eso de "dentro-fuera", "arriba-abajo" ni lo de "libre-oprimida", así que lo tuve que asimilar sobre la marcha. Me llevaron a Madrid muy pequeña y no volví a Cuenca hasta que cumplí seis años y me enviaron con mis abuelos a pasar el verano. Allí descubrí lo que es estar siempre "fuera", "arriba"y "libre".

Mi abuelo trabajaba de sol a sol y mi abuela descansaba todo el día, así que enseguida intuí que si permanecía todo el día "fuera" de casa nadie me echaría en falta. Acostumbrada como estaba a una sobreprotección materna, encontrarme dueña de mi tiempo y de mis actos era toda una novedad y al principio no sabía muy bien qué hacer, pero a lo bueno se adapta una rápidamente. Me levantaba por las mañanas y me ponía la ropa que me apetecía(4), por supuesto totalmente inadecuada a los ojos de un adulto, me daban el desayuno y me echaba a la calle, bueno, según la orografía del pueblo, sería más apropiado decir "me echaba al monte".

Mi lugar favorito para los juegos era las riscas, la parte más alta del pueblo que esta asentado en la ladera norte de una montaña(5). Desde "arriba" podía ver todo el pueblo, la carretera que serpenteaba entre las montañas que nos rodeaban y los sembrados de trigo que mecía el viento. Una vez que superé cierto rechazo por ser "forastera" me hice con mi grupo de amigas y mi grupo de enemigos para los juegos de paz y guerra. Entre los juegos de guerra el más frecuente era el de lucha a pedrada limpia, generalmente entre bandos de niños y niñas. Al principio los niños decían "a por la madrileña" y todas las piedras iban dirigidas a mí, pero en vez de amedrentarme empecé a emular a Agustina de Aragón y conseguí al menos que me temiesen después de que demostré que tenía cierta puntería(6). Entre guerra y guerra de piedras jugaba a las cocinitas con mis amigas con unos cacharritos de los que se venden por los suelos en los mercados y que a las niñas del pueblo les fascinaban.

Una de las tareas más importantes del día era buscar en qué casa comer. El pueblo estaba repleto de parientes a los que visitaba y sin ningún reparo les preguntaba qué tenían para comer. Aprovechaba estas visitas para comer las magdalenas o los mantecados que me ofrecían. Una vez que había realizado el estudio sobre la oferta gastronómica de la familia(7), elegía la casa con la comida más prometedora.

Cuando caía el sol, volvía a casa con el vestido y los zapatos llenos de churretes, pero nadie me regañaba. Esperaba con ansia la llegada de mi abuelo que siempre que podía me traía cangrejos de río para la cena(8). Antes de dormir, delante del fuego del hogar, me contaba historias de espíritus(9) y de la guerra, pero lo que más le gustaban eran los juegos de ingenio. Cada noche me ponía en un papel una ristra de cuarenta cifras para que la leyese. Me encantaba desgranar los miles de billones de billón pensando que algún día podrían ser pesetas que tendría que contar.

No se podía vivir más libre con seis años, tomando mis propias decisiones, asumiendo sus consecuencias, desarrollando mi lado pacífico y desahogando el violento. Asilvestrada, delgadísima, "renegría" y con un acento conquense hasta la médula me encontró mi madre cuando vino a buscarme. Me contemplaba como si no me reconociese, con una mirada entre el asombro y la reprobación. Cuando me marchaba a Madrid no hubo ninguna montaña de la que no me despidiese en cada vuelta de la carretera mientras miraba con nostalgia las riscas que guardaban tantas horas de guerra y paz. Tan sólo la esperanza de volver al año siguiente impedía que las lágrimas afloraran a mis ojos como un manantial.


(1) Para conocer más sobre la pastoril Arcadia, qué menos que visitar la wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Novela_pastoril
(2) Góngora dixit
(3) Vean mi breve aventura musical aquí
(4) Casi como Pipi Calzaslargas
(5) Al contrario que en el imperio español, donde nunca se ponía el sol, en sus calles nunca entraba, cosa totalmente ilógica porque hace un frío de muerte. Seguro que el pueblo estaba escondido estratégicamente desde los tiempos de la reconquista
(6) Nada de tirar la piedra y esconder la mano, sino todo lo contrario
(7) Desde niña mostré actitudes de investigadora
(8) Mi abuelo tan recto y moral, le superaba el amor de abuelo y burlaba a la Guardia Civil para pescar cangregos para su nieta
(9) Allí empezaron mis pesadillas

Sección-Reflexiones

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sábado, agosto 20, 2005

La Laguna Estigia

Aunque los expedientes-X recogen el anecdotario de los muchos y extraños sucesos que me acontecen en esta tortuosa andadura que es mi vida, hago una excepción para relatar una experiencia de mi hijo que a fin de cuentas desde que me la contó es como si fuera mía.

Se encontraba mi vástago en esa edad en que a los muchachos les salen los primeros pelillos del bigote y la voz empieza a ponerse grave, pero no siempre, liberando de vez en cuando algún gallo. En plena metamorfosis, con un lamentable estado de la cubierta exterior de su alma, él y sus compañeros del instituto derrochaban todas sus energías ejercitando ese deporte tan insulso llamado fútbol, dejando en segundo lugar el estudio de las ciencias y como nota de color, poco acorde con su rudeza, el estudio de la cultura clásica, asignatura catalogada como maría que les despertaba poco entusiasmo. Los profesores, con nulas esperanzas de estimular en ellos el amor por la cultura clásica, resolvían la asignatura mediante un trabajo en grupos de 3-4 estudiantes para no agobiarlos. Cada uno de los grupos elegía un tema mitológico, lo desarrollaba y llegado el momento un portavoz lo leía a toda la clase en presencia de la profesora.

Un grupo eligió como tema La Laguna Estigia. Se reunieron en casa de uno de ellos y sacando información de aquí y de allá lograron rellenar unos cuantos folios. Como es lógico, había muchas referencias al paso de La Laguna Estigia, siendo este paso el tránsito entre la vida y la muerte. Los difuntos eran llevados a la orilla de La Laguna Estigia, donde aguardaban la llegada de la barca de Caronte, que los transportaba al mundo de los muertos. Era necesario pagar el pasaje al barquero, por ello existía la costumbre de colocar en la boca de los muertos una moneda. Curiosamente era el propio difunto quien remaba, nunca Caronte (1). El paso de La Laguna Estigia los trasladaba definitivamente al otro lado de la orilla, al mundo de los muertos, cuya entrada estaba custodiada por Cancerbero, el siniestro perro de tres cabezas.



El portavoz del grupo, en un ataque de realismo mágico, empezó la lectura del trabajo sustituyendo la palabra paso por pato, sintiéndose cómodo con esta acepción ya que es la cosa más natural que haya un pato en una laguna, máxime cuando al otro lado hay un perro. Estaba el portavoz tan ensimismado con las aventuras del pato de La Laguna Estigia, que no oía los murmullos ni las risas ahogadas de toda la clase. La profesora, en un alarde de sentido del humor, dejó que continuase la exposición de tan surrealista relato que cada vez carecía más de sentido. Los compañeros del grupo, en vez de solidarizarse con su portavoz, empezaron a renegar de él por medio de gestos a la profesora, viendo que sus posibilidades de aprobar la asignatura disminuían cada vez que el pato de La Laguna Estigia hacía acto de presencia en el relato.

El grupo de los patosos estaba formado por los empollones de la clase, lo que les libró del cero patatero - o en este caso patotero- pero se pusieron en evidencia ante el resto de la clase, que tuvo tema de guasa con lo del pato para todo el curso. De esta forma aprendieron en sus propias carnes la esencia del mito: comenzaron pagando el pato como preludio al inevitable pago a Caronte que a todos nos aguarda.

(1) Igual que en las gasolineras y en los hipermercados, que lo haces todo tú y además pagas

Sección-Expedientes-X

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viernes, agosto 19, 2005

Las gallinas marismeñas


La gallina es un ave de corral, que cuando no está sometida a un régimen de producción exhaustivo vive muy ricamente en un estado de semilibertad asumida.

Tal es el caso del gallinero que instalaron mis amigos Merche y Juan en su casa de La Punta del Moral(1), en un arriate del patio.

La comunidad de gallináceos estaba formada por cuatro gallinas y un gallo. Al despuntar el alba, el gallo despertaba a toda la familia. Una vez que les había arruinado el sueño, como era muy ligero y podía volar saltaba la tapia del patio y se marchaba a otro gallinero con más abundancia de gallinas. Las gallinas que eran de menos altos vuelos, ponían su huevo, si ese día les tocaba poner, y esperaban a que les abrieran la puerta para pasar el día fuera, entre la retama de la marisma.


Al caer el sol las gallinas retornaban a su gallinero, esperando que la puerta estuviera abierta ya que no tenían el don de volar. Por la noche, les ponían para cenar los restos de la comida de la familia, que devoraban con ansia antes de disponerse a un sueño reparador.

Un día en que la marea era muy grande, la familia se fue a pescar longuerones(2) cerca del Caño Franco. Por medio de una técnica muy salada que consiste en buscar la guarida del longuerón, que tiene la misma forma que el número 8, se deposita un poquito de sal en el orificio, lo que hace que salga de su escondrijo. Hay que atraparlo con rapidez y decisión al molusco antes de que intente esconderse de nuevo. Con paciencia y habilidad se llevaron para casa un cubo lleno de longuerones, que no fueron capaces de comerse, por lo que se lo pusieron de cena a las gallinas.

El longuerón, cuando se le quita el caparazón, tiene el aspecto de un gusano(3), por lo que las gallinas tomándolos por tales, los recibieron con gran alborozo ya que generalmente su dieta consistía en las cáscaras de los melones y las sandías. Dieron buena cuenta de ellos y se dieron un festín, pero su duro estómago no fue capaz de asimilar la ingesta masiva de marisco y se empacharon.

Merche observó a las gallinas en una actitud extraña, como vacilantes y a punto del desmayo, se acercó a tocarlas y estaban ardiendo. Mujer de recursos, metió a las gallinas en un barreño con agua fría y les tapó la cresta con paños húmedos para bajarles la fiebre. Una de las gallinas no sobrevivió pero las otras superaron el atracón y supongo que aborrecerían los gusanos desde aquel día. El gallo se libró porque vino cenado del otro gallinero, aunque al final también tuvo un destino trágico en una pelea con otro gallo.

A pesar de esta mala experiencia de las gallinas con "los frutos del mar", la ingesta moderada de pescado puede producir nuevos productos alimenticios. Sin ir más lejos en el gallinero colindante con la pescadería, las gallinas comen boquerones, que como todos sabemos son buenos para el colesterol. ¿se imaginan los huevos de las gallinas marismeñas bajos en colesterol?

(1) Barrio marinero de Isla Canela (Ayamonte-Huelva)
(2) Molusco lamelibranquio comestible, de conchas casi rectangulares, muy alargadas. muy parecido a las navajas
(3) Los longuerones son utilizados como cebos vivos por los pescadores.

Sección-Expedientes-X

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sábado, agosto 13, 2005

Por sus frutos los conoceréis

En la casa del soltero, lugar de descanso estival, tenemos un arriate. Fue iniciativa de mi marido desde su diseño hasta su cultivo y en lo único en lo que he participado es en acompañarlo a los viveros a buscar las plantas y en traer una maceta de mi madre en la que había brotado un arbolito que no se sabía de cual de los distintos huesos que enterró en ella.

En principio plantó en un extremo un naranjo y una adelfa, en el medio plantas aromáticas: jazmín, tomillo y romero y en el otro extremo una palmera. Eso era lo planificado pero como bien decía John Lennon, ?La vida es eso que se te pasa mientras estás planeando otras cosas? y el arriate se ha ido configurando con plantas que han salido al paso a nuestras vidas.

Las plantas aromáticas no se aclimataron y se secaron dejando una calva en el arriate. El primer hueco se rellenó con un trozo de chumbera que cogió mi hermana camino de la playa. Más tarde se plantó un desconocido arbolito que nació en una maceta de mi madre, que resulto al final ser un níspero. Se aclimató muy bien, tanto, que rápidamente se convirtió en árbol y desde hace tres años nos da sus frutos por primavera. Después de un viaje a las Islas Canarias quedamos fascinados con el drago(1) y al ir a comprar un esqueje nos lo regalaron al saber que su destino era la península y por tanto con escasa posibilidad de desarrollo. Los dragos se criaron en Madrid donde llegaron con tan solo una hoja y más tarde fueron transplantados al arriate. Finalmente se plantó uña de gato para evitar que crecieran los hierbajos.

El año pasado estuvo en la casa del soltero un amigo muy manitas y nos montó un riego automático. Transcurrido un año nos hemos encontrado la selva del Amazonas.

La uña de gato ocupaba casi la mitad del patio y los árboles habían dado un estirón nunca visto, incluso la palmera, que le cuesta mucho crecer. Pero lo más asombroso es que el naranjo por fin dio sus primeros frutos que han resultado ser limones. En ese momento vimos que el del vivero nos dio limonero por naranjo y hemos estado engañados más de diez años(2).

Este hecho tan intrascendente me ha dado que pensar en lo de "por sus frutos los conoceréis". El medio para que algo o alguien de frutos es proporcionarle recursos, en el caso del arriate fue el agua, en otros casos puede ser educación, dinero, relaciones, poder, etc. Cuando se ven sus frutos se los conoce mejor, se hace manifiesto lo que dan y cuanto son capaces de dar. Pero en el mundo Matrix que vivimos, tan virtual, donde imperan las apariencias sobre el fondo, se desvirtúa deliberadamente el fruto para engatusarnos con mentiras.

De esta manera tanto en la política como en la empresa o en la Universidad viven tan ricamente especimenes que generan vistosos frutos de papel, de humo, de aire y siguen simulando durante lustros ser riquísimos árboles frutales y acaparando todos los recursos.

Como detractora que soy del mundo Matrix no me agradan los frutos virtuales. En un mundo en el que da lo mismo que sus frutos sean limones o naranjas, que hagamos con ellos daiquiris o agua de Valencia creo que no merece la pena vivir, si se puede llamar vivir a soñar despierto las mentiras de otros.



(1) El drago de Canarias (dracaena draco) es un mítico árbol envuelto en una aureola de misterio. Dice la leyenda que los dragones, al morir, se convertían en dragos. Este fósil viviente es uno de los símbolos de las Islas Canarias y, quizá, el mayor tesoro de la flora española. (fuente http://www.terra.es/personal6/dirkdigler/drago.htm). Es curiosa su aparición en el cuadro ?El jardín de las delicias? de El Bosco. En la parte izquierda del tríptico, que corresponde al paraíso, en la zona inferior izquierda hay pintado un drago. El Bosco era poco dado a lo viajes, ni llegó a ir a Amberes que estaba a tiro de piedra de su ciudad natal y no se sabe cómo conoció la existencia de este árbol
( 2) Es evidente que no somos unos expertos botánicos, pero un amigo nuestro más entendido en estas materias también lo tenía por naranjo.



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jueves, agosto 11, 2005

Plata laboral


El 1 de agosto de 1980 me levanté a las seis de la mañana, tomé un autobús hacia el corazón financiero de Madrid y atravesé a las 6:55 el vestíbulo del edificio Iberia Mart I. Vestía falda y unos tacones de media altura que resbalaban por el rugoso suelo de pizarra de la entrada. Caminaba entre emocionada y nerviosa con la ilusión de los veintipocos años al iniciar un camino profesional. Desconocía entonces que era mi primer día de esclavitud como asalariada.

Terminé la carrera de Informática en plena transición política de la dictadura a la democracia. No se encontraba trabajo fácilmente debido a una profunda crisis económica. Un día descubrí un anuncio en prensa que pedía informáticos o telecos para trabajar con microprocesadores. En el año 1980 empezaba a extenderse su uso en varias aplicaciones tanto industriales como de comunicaciones. Fueron los microprocesadores los que me salvaron de un aburrido destino programando los host de IBM a golpe de transacciones COBOL-CICS y de una prometedora carrera en la informática de gestión. Pero el fascinante mundo de los microprocesadores escondía una pequeña sorpresa como los huevos Kinder: se consideraba como parte del salario la motivación del trabajo por lo que el sueldo solía ser lo mínimo que exigía la ley. Así, con un salario minimalista, me incorporé a un trabajo con inmensas posibilidades para aprender en una empresa de Telecomunicaciones e Informática.

Al llegar a la empresa que me había contratado me encontré con tres chicos en las mismas circunstancias que yo. Uno de ellos vestía de riguroso traje con corbata y los otros dos llevaban una indumentaria más informal, sobre todo uno de ellos que calzaba sandalias y portaba zurrón en bandolera(1). Tres de nosotros estábamos destinados en Madrid por dedicarnos al Software y el del atuendo más desenfadado, después del curso de formación, se trasladaría a la fábrica de Málaga para desarrollar Hardware.

Nos recibió el jefe de proyecto en mangas de camisa. Aparentaba cincuenta años pero más tarde supimos que tenía treinta y tantos(2). Tenía una apariencia afable y tímida, que escondía cierta propensión a ir a lo suyo como demostraría más adelante cuando el proyecto llegó a su fin. De esa manera me encontré formando parte de un proyecto que desarrollaba un sistema operativo en tiempo real para un conmutador de paquetes de datos.

Durante la mañana fuimos conociendo a nuestros nuevos compañeros del proyecto, que una vez que nos saludaron nos ignoraron por completo. El resto del equipo vestía también informalmente y nuestro colega trajeado empezó a percibir que estaba fuera de contexto. Al día siguiente insistió en la formalidad del traje pero al tercer día desistió(3), realizando ciertas concesiones como abandonar el uso de la corbata y la chaqueta aunque mantenía la elegancia en los pantalones, camisas, polos de marca y calzado(4), que le diferenciaba del resto del equipo.

El plan de formación consistía en estudiarse un tocho de documentación a modo de autoaprendizaje y un curso de una hora al día que nos daba el jefe de Software sobre el sistema operativo. Los colegas más antiguos estaban muy ocupados en sus tareas y no tenían tiempo para nosotros. Los nuevos sufrimos nuestra primera crisis de: No soy capaz, no sabré hacer este trabajo, me despedirán antes del periodo de prueba, etc. Una vez que toqué fondo de la crisis, en vez de seguir escarbando en la profunda sima de la depresión me puse a escarbar en la papelera donde dejaban los listados obsoletos de los programas que realizaban los veteranos(5). Con sorpresa descubrí el listado de la librería de rutinas generales, una auténtica joya de algoritmos ingeniosos. De esta manera remonté la crisis y seguí en el proyecto hasta el año 1984 en el que cambié de ciudad por razones familiares y por tanto de trabajo.

Solo guardo buenos recuerdos de aquel proyecto(6) y la amistad de los que nos estrenamos en el mundo laboral de los asalariados el mismo día. Nos reunimos de vez en cuando con otros colegas del equipo y no paramos de decir tonterías y reírnos durante todo el rato como si el tiempo no hubiera pasado por nosotros. Pero haciendo cuentas, el 1 de agosto de 2005 fueron nuestras bodas de plata laborales y desde aquí les mando un beso muy fuerte a mis amigos que el destino puso en mi camino hace veinticinco años.


(1) La ventaja de los trabajos de innovación es que se admite cierta libertad en la vestimenta, seguramente porque se trabaja en mazmorras y no te enseñan a los clientes y en parte también por el salario que ni da para Zara
(2) La reacción de todos fue como la de Santo Tomás: si no vemos su carné de identidad no nos lo creeremos
( 3) Desistió o resucitó al mundo real de los descamisados innovadores
(4) Sebago, of course
(5) En esa época no existían las redes de área local para los equipos de desarrollo. Eran estaciones de trabajo independientes. ¡¡¡La única manera de hackear era en la papelera!!!!. Cada uno guardaba sus programas en disquetes flexibles de 5 pulgadas y hasta un año después no dispusimos de una red de area local que compartía un disco comun de ¡¡¡¡¡ 1 Mega!!!!!
(6) Lo malos, que los hubo, los he olvidado

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lunes, agosto 08, 2005

La ratonera

La vuelta de vacaciones de verano es el mejor momento para medir nuestra satisfacción en el trabajo. Por ese motivo nunca se hacen encuestas de clima laboral en septiembre, ya que los resultados podrían ser poco virtuales (1). Es en ese momento cuando se puede comparar nítidamente nuestra vida en libertad con las cadenas del trabajo, dándonos con bastante exactitud la distancia que media entre ellas. La rutina diaria será el bálsamo de Fierabrás(2) que suavizará esta distancia, más por olvido de los tiempos vacacionales que por mejora de la situación laboral, ya que de todos es sabido -y yo lo corroboro con mi experiencia- que de una situación mala se suele pasar a otra peor y que siempre hay un punto más bajo (3).

Cuando era una inocente criatura, estudiaba en el internado y no sabía lo que me esperaba en la vida, escuché reiteradamente por boca de una monja que daba clases de taquigrafía la siguiente frase premonitoria que repetía constantemente a modo de dictado:

D I O S - N O S - H A - I M P U E S T O - E L - T R A B A J O -
C O M O - U N - D E B E R - I N E L U D I B L E

Esta frase se me quedó grabada en la mente sin que supiera muy bien su alcance, pero con esta programación desde la infancia he sido una víctima propiciatoria de la adicción al trabajo, que en mi caso se ha saldado 22 años laborales, sin que hasta el día de hoy haya podido vislumbrar el fin de la maldición.

A los que la diosa fortuna nos arrebató el don de vivir del cuento, que somos mayoría, nos encontramos en una ratonera, que se llama trabajo, a la que hemos accedido inocentemente en busca del anhelado queso y en la que hemos quedado atrapados entre sus efluvios, sin encontrar la salida. Una vez al año nos permiten salir de ella para que recuperemos fuerzas, pero cada vez se hace más difícil volver a entrar, ni siquiera el olor del queso nos atrae para traspasar la trampilla, pero el instinto de supervivencia nos empuja a ello.

Las salidas de la ratonera manteniendo el poder adquisitivo son escasas y de dudoso éxito: los juegos de azar, un novio que te retire, descubrir que eres una rica heredera en vez de una pringadilla, encontrar la piedra filosofal, hackear una cuenta corriente secreta, aprobar una oposición en la Administración (4) o dedicarte a la política. Todas estas opciones las descarto salvo los juegos de azar, en los que deposito mi esperanza cada semana apostando en la primitiva y en el azarfond, que es un fondo basado en las apuestas, bastante más rentable que cualquier fondo de inversión.

Pero más trágico que el retorno periódico a la ratonera es que después de volver reiteradamente durante lustros a ella, los que gestionan el queso se lo han fundido a modo de pantagruélica fondue, no dejando ni sus efluvios. Es entonces cuando te dejan en libertad sin queso.

(1) Es realmente interesante la riqueza del castellano, ya que hasta a palabras tan duras como mentira se le puede aplicar el eufemismo de virtual, que casi suena a virtud.
(2) Se trata de un brebaje milagroso -seguramente no tanto como dice don Quijote-, procedente del bálsamo con que fue embalsamado Jesucristo y capaz de sanar las heridas de quien lo bebía, su origen se debe la traducción de una adaptación en prosa del viejo cantar de gesta carolingio Fierabrás (c. 1170)
(3) Lo de siempre hay un punto más bajo es transcripción literal de una frase que hace años dijo una persona muy sabia (JPA) y aunque en su momento me pareció muy ceniza, la realidad le ha dado sin duda la razón.
(4) Aquí se pierde algo de poder adquisitivo, pero el precio/hora mejora sensiblemente.

Sección-Reflexiones

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