sábado, noviembre 29, 2008

Nostálgicos


Hace muchos años, cuando llevaba escasos días intentando conducir, o mejor dicho, dominar un pequeño "seiscientos", un buen amigo me ofreció este prudente consejo:

"Cuando conduzcas, mira, lógicamente hacia adelante, pero no te olvides de mirar de vez en cuando por el retrovisor".

En la vida como en la carretera, no está de más mirar también, de vez en cuando, por el retrovisor; recordar los momentos claves de nuestra particular biografía, de nuestro pasado personal, familiar y laboral, ya que ello puede constituir, sin duda alguna, un cometido grato e incluso pedagógico.

Pero muchos representantes de la fauna humana de nuestros días, insisten excesivamente en mirar hacia atrás, dedican excesivo tiempo a recordar ese pasado, se refugian obsesivamente en el ayer.

De alguna forma viven su pasado, acorde con los versos que Jorge Manrique dedicara a la muerte de su padre:

"Cómo a nuestro parecer / cualquier tiempo pasado / fue mejor"

Esta insistencia en "refugiarse" en el pasado la conocemos con el nombre de Nostalgia.

Un término que fue utilizada por primera vez el año 1668, por un suizo, estudiante de medicina, llamado Johannes Hofer. Una denominación con la que Hofer quería definir "el dolor que siente una persona enferma por no poder regresar a su tierra nativa, el miedo a no volver a verla nunca más ".

Los testimonios más antiguos de la nostalgia de la patria o del hogar son muy numerosos. Sirvan como ejemplo el que nos ofrecen personajes como Ulises o colectivos como el pueblo de Israel. El primero vagando incansable hacia su añorada Ítaca, el pueblo "elegido por Dios" buscando la "tierra prometida"

Pero también serán víctimas de la nostalgia los miles de personas exiliadas por motivos políticos o bélicos, o aquellos que han emigrado, en todas las épocas, buscando fortuna o huyendo del hambre.

Unos y otros sentirán siempre en sus corazones el sentimiento nostálgico de su origen, de su hogar, un sentimiento que algunos han definido como la "enfermedad del exilio".

Claro está que también hay grados menores de nostalgia, de añoranza del ayer más próximo. De entre ellos ninguno más intenso que el recuerdo idealizado de la niñez y la juventud y de todo lo que rodeaba aquellos dichosos e inolvidables años, en los que los sueños embellecían, como la nieve, la más áspera realidad.

¡¡Ni me menees!!

domingo, noviembre 23, 2008

Consejos para sobrellevar a los jefes

Actualizado el 29 de noviembre de 2008 con una contribución de Fernando (Hacerse el tonto).

En el post de Nostalgia me comentaba Noemí que urgía una guía de supervivencia para semejantes situaciones adversas y sin embargo empeorables. Me pongo manos a la obra para extraer de mi experiencia unos consejos destinados a todos los que ven teñirse de negro su entorno laboral.






Dentro de las posibles situaciones los factores de inteligencia y bondad de los jefes determinan el nivel de negritud de la situación. Esta clasificación tiene cierta similitud con el cuadro que se comentó en inteligencia por favor. En este caso la combinación de los cuatro posibles casos permite definir las siguientes estrategias de actuación.

Jefe bueno y listo

Es la situación ideal de la muerte pero desgraciadamente en clara extinción. Se recomienda dar gracias a Dios y disfrutar de esta jefatura mientras dure ya que suele ser efímera dado que es un perfil que no encaja bien en las estructuras.

Jefe bueno pero tonto

Aunque la falta de inteligencia no facilita la vida laboral si se compensa con la buena fe del jefe la situación no es tan negra. Siempre se le puede ayudar al jefe a hacer su trabajo sin el temor de una mala pasada.

Jefe Listo pero malo

Esta situación ya empieza a ser adversa. Se le recomienda huir si es posible hacia entornos de bondad. Como esto no siempre es posible se puede sobrellevar con prudencia y paciencia. Hay que ser más receptivo a las actividades que vienen de la parte inteligente que las que vienen por el lado perverso. Estos jefes tienden al esfuerzo mínimo y encargarán las maldades a los más predispuestos y el trabajo a los más pringados. Siempre cabe la opción de pasarse al lado oscuro y ser uno de los suyos, pero eso más que sobrevivir es ser vencido por el mal.

Jefe tonto pero malo

Este es el caso más adverso y el primer consejo es HUIR a cualquiera de los tres casos anteriores, que con gran diferencia son muchos mejores. Si no es posible encontrar una puerta de salida hay que pasar al plan B. Lo primero es trabajar la invisibilidad, es decir, mantener un perfil bajo de actividad y no dejarse ver. Si esto no es posible por el trabajo que se realiza entonces hay que entrar en una economía del esfuerzo y no discutir para no desgastarse (de donde no hay, no se saca). Se abandonará toda tentación de proactividad, pasando a una pasividad total. Está totalmente desaconsejado suministrarle ideas o darle consejos, ya que tendrán un efecto bumerán. Puede ayudar mucho el hacerse el tonto como bien dice Fernando: "La gente, y en especial los jefes, están siempre predispuestos a creer que el otro es tonto, así que no se necesita mucho esfuerzo. Ayuda mucho a la invisibilidad y a pasar por debajo del rádar". Se aconseja la alianza con los compañeros en la desgracia que ayudará al desahogo y la autodefensa. Se recomienda cierto marketing para crearle una marca personal de incompetencia a quien pudiera interesar.

Es conveniente dejar de lado la lealtad, la sinceridad, y cualquier sentimiento de piedad hacia su persona ya que el objetivo primordial, si no se puede huir de este jefe, debe ser su cese.

Espero que estos consejos sean de utilidad. En mi caso he sufrido durante más de un año un jefe tonto y malo con el que he conseguido una invisibilidad y pasividad increíble dada mi tendencia hacia la acción. Afortunadamente he encontrado una puerta para HUIR, pero eso, como decía Scheherazada, lo contaré otro día.

¡¡Ni me menees!!

jueves, noviembre 13, 2008

Nostalgia

Imagen tomada de Cerebro hueco

El tiempo pasa volando. Parece que fue ayer cuando empecé a trabajar con él, pero fue el siglo pasado. El hito que me ayuda a situar temporalmente aquella época son las reuniones del gabinete de crisis del efecto 2000 (Y2K) con decenas de sistemas totalmente descontrolados que no sabíamos por dónde iban a petar y que al final atravesaron el milenio sin ningún incidente. Una prueba de que Dios existe, no de nuestra profesionalidad.

El bienio 1999-2001 fue para mi una Odisea. La década anterior había trabajado en la gloria y había conocido la felicidad laboral, pero las cosas buenas no duran siempre. Los cambios de organización me llevaron de un ambiente racional en el que se trabajaba con extrema profesionalidad a una república bananera donde él era el tirano.

Era muy inteligente y tenía una enorme capacidad de trabajo. Dormía sólo cuatro horas y llegaba a trabajar antes de que saliera el sol. Le gustaba saborear el poder y disponer de vidas y de haciendas. Los criterios para favorecer o perjudicar a sus colaboradores eran siempre arbitrarios. El que gozaba de su favor tenía bula y el que se le atravesaba ya podía buscarse otro lugar. No obstante, valoraba la inteligencia, el trabajo y la lealtad aunque no era el criterio principal para repartir sus favores.

El día a día era insufrible porque sus modales y su lenguaje rozaban el maltrato. Era muy conservador y odiaba el riesgo. Le gustaba tener todo muy atado de una manera indirecta. Gastaba más energías en hacerse "amiguete" de los clientes(1) que en fomentar la calidad del trabajo. Nunca le vi hacer un plan ni escribir algo más largo que un correo de cuatro líneas. A pesar de esto, pretendía que las cosas se hicieran solas y nos llamaba inútiles al menor tropiezo.

La parte más oscura era la consecuencia de las comidas con los clientes “amiguetes” de las que volvía achispado y con una enorme predisposición a tomar decisiones en este estado. Aprendí a esquivarlo por las tardes. Una red de amigos me avisaba si lo veía andar vacilante por el pasillo y buscaba la escalera más próxima para refugiarme en un laboratorio amigo.

Nunca llegué a adaptarme a este régimen laboral. Atravesé varias etapas, desde la rebeldía al mutismo, sin llegar nunca a la sumisión. Comencé a morderme la lengua y me envenené. Cuando empecé a llorar por las esquinas supe que había que poner fin a la situación y dimití. Desde entonces sufro desarraigo laboral.

Con el tiempo he conocido jefes peores que me han hecho reflexionar sobre la relatividad de la vida y valorar las cosas buenas que entonces no supe apreciar en él.

Esta tarde se ha celebrado una misa por el tercer aniversario de su muerte. Allí estaban los que fueron la plana mayor de la república bananera. Casi ninguno trabaja en la empresa porque varias diásporas los repartieron por múltiples caminos. Viéndolos allí juntos he sentido nostalgia de aquellos tiempos.

¿Síndrome de Estocolmo? No, aquella república bananera era la pastoril Arcadia comparada con estos tiempos oscuros llenos de rubias, Forrest Gump, Petrimetres tecnológicos, ratas y otras variedades desagradables.


(1) Otra prueba de que existe Dios. Con esa forma de ser se me hacia imposible que alguien fuera amiguete suyo.

¡¡Ni me menees!!