martes, noviembre 29, 2005

Malos pelos

A veces se consigue un amigo por un relato y otras un relato surge del intercambio e-pistolar. Intercambié con mi amiga Mayte, doctoranda y editora del blog de temática histórica Frentes avanzados, varios correos que dieron como resultado las líneas que ahora siguen.

Dicen que la cara es el espejo del alma, pero todos tenemos alguna parte de nuestro organismo que absorbe todas las tensiones y las manifiesta al exterior. En mi caso es el pelo el que me delata, ¡qué mala suerte!.

En mi infancia las niñas tenían dos posibilidades, poseer un cabello largo, peinado en largas trenzas rematadas en lazos blancos o llevar el pelo corto. En mi caso, mi madre se decantó por una opción minimalista, en aras de la comodidad, dejándome afiliada al grupo de las pelonas. A pesar de mis reivindicaciones para ser dueña de la longitud de mi pelo, no conseguí pasar de la melenita tipo paje. Sólo mi naturaleza fuerte me salvó de caer en la depresión, ya que la longitud de mis cabellos influía fuertemente en mi vida social.

Fue en la Primera Comunión cuando sufrí mi primera humillación por el pelo corto. Las niñas que tenían el pelo largo podían optar por las trenzas o por un moño, que además les permitía sujetar el velo. A las del pelo ralo a duras penas se nos sujetaba, siendo muy difícil poner una expresión mística cuando parecíamos Mowgli(1) travestido de novia. Las fotos que conservo del acontecimiento son tan horribles que nunca lucieron enmarcadas en plata sobre algún mueble del salón; mi madre las guardó en una caja de cartón.
En las funciones de fin de curso, al tener el pelo corto siempre me asignaban papeles de chico, lo que llevaba asociada ropa masculina. Las de luenga cabellera se quedaban con los vestidos de tutú y se peinaban con tirabuzones. Excuso decir que las fotos de estos acontecimientos tuvieron el mismo destino que las de la comunión, la urna del olvido con paredes de cartón

Pero no hay mal que cien años dure, en este caso sólo duraron diez. Con quince años terminé el Bachillerato Superior en el internado de monjas y me matricularon de COU(2) en un instituto mixto muy progre y con una exquisita calidad de enseñanza. En ese entorno de libertad, permitieron que mis cabellos crecieran a su antojo sin la amenaza de la tijera podadora. Más tarde, en la Universidad, continúe con los cabellos, si no abundantes, al menos largos. Fueron años maravillosos, pero la vida sigue y nos va cambiando el entorno sin que podamos impedirlo.

Llegó la vida laboral(3); nació mi primer hijo; las nuevas responsabilidades y los cambios hormonales hicieron crack en mi interior. Un día, sin mediar palabra, me fui a la peluquería, me corté el pelo y me hice la permanente. Parecía la hermana mayor de Michael Jackson niño o la hermana pequeña de Jimmy Hendrix, según se mire. Las aguas volvieron a su cauce y cuando nació mi segundo hijo ya llevaba una melena lisa a la altura del hombro.

El reloj de arena de mi vida marcó la treintena, teniendo un trabajo estable (era funcionaria) y tres hijos que ya andaban y no llevaban pañales (síntoma de libertad para los padres). Sentí la necesidad de ir a la peluquería, opté en esta ocasión por un corte estilo indio mohicano, ligera cresta en la parte central de la cabeza, rapado al cuatro en las zonas laterales con un toque taurino logrado por un apéndice que nacía en la nuca a semejanza de la coleta de torero. Mis compañeras, funcionarias de pro, no podían disimular su asombro al verme con este peinado. Su boca se abría como para un bostezo y les resultaba imposible volver a cerrarla. Al cabo del año dejé de ser funcionaria y retorné a una melena lisa a la altura del hombro.

La rueda del tiempo no se detiene y entré en la década de los cuarenta. Algunas personas a esa edad caen en manos de gurús espirituales, yo caí en manos de un peluquero que de tanto lavarme el cabello terminó lavándome el cerebro y me convenció de ponerme mechas rubias. Me gasté un pastón y cuando llegué a casa nadie se dio cuenta. Con el tiempo las mechas rubias invadieron a las morenas, aclarándome el color del pelo, pero las raíces oscuras me delataban como rubia de bote. Ante esta patética situación, mi peluquero me puso unas mechas rojizas, que con la mezcla de las rubias daban un tono entre rosa y anaranjado. El remedio fue peor que la enfermedad y decidí cortar por lo sano, me teñí de algo parecido al color original, podando poco a poco las partes requeteteñidas.

Ahora que tengo el pelo de mi color natural, echo de menos el minimalismo de la infancia, mi cabello corto tan cómodo y fresquito. ¡Mamá, tengo que pedir hora en la peluquería!

(1) El niño de la selva, en la versión de dibujos animados de la factoría Disney
(2) COU: Curso de Orientación Universitaria. El paso previo a la Universidad
(3) Notable peora de la vida de estudiante

Sección-Sapos y culebras


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viernes, noviembre 25, 2005

Pío-pío

Tenemos tendencia a quejarnos de todo, a pensar que nos merecemos algo mejor y todo ello a fuerza de mirarnos el ombligo. Esta visión egocéntrica nos impide ver el entorno en su totalidad reduciéndolo a una burbuja unipersonal, algo parecido a una cáscara de huevo en la que nos sentimos protegidos y que cuando la rompemos para sacar la cabeza es para piar y piar como los pollitos. En el mundo de ficción hay dos polluelos que marcan dos estilos diferentes de entornar el pío-pío. Calimero un personaje de los dibujos animados y PioPio Lope un pollito singular que escapó de la imaginación de la poetisa Gloria Fuertes.

Calimero es un pollito triste que no termina de desprenderse de su cáscara de huevo, que todo le sale mal y dice constantemente "Esto es una injusticia". Se siente solo, desamparado y falto de cariño. Otra de sus expresiones más frecuentes es "nadie me quiere". En fin, no se puede decir que su piar sea el canto del cisne porque es un pollo, pero su mundo es tan negro como sus plumas. Sus aventuras son más bien desventuras, no se permite un descanso para la alegría ni para la risa. Durante estos treinta años de vida virtual no ha parado de lamentarse de este mundo cruel que tanto lo excluye y mortifica.

En contraposición está Piopio Lope, el pollito miope, todo alegría en medio de sus limitaciones. Este pollito nació con gafas y nada más salir del cascarón tropezó y se las rompió, pero no dijo ni pío. Las ganas de pasárselo bien no las enturbiaron las dificultades y solía decir "Aunque no veo ni tres en un burro, nunca me aburro". Con más moral que el Alcoyano, este pollito le daba puerta a la tristeza, dejando de lado los lamentos que no llevan a ningún sitio.

Lo fácil es seguir la senda de Calimero, echándole la culpa de todo lo que pasa a la injusticia y al despego de los demás, con cara triste y lamentándose de todo. Con la cáscara a cuestas de por vida para recordar lo bien que se estaba protegido de las inclemencias del entorno dentro del cascarón.

Lo difícil es ponerse al mundo por montera y decidir que aquí estamos para pasarlo bien y disfrutar de la vida y que las limitaciones están para superarlas. Saber que la injusticia existe pero que no es razón suficiente para amilanarse. Conocer la vileza humana y alejarse de ella para no contagiarse. Mirar la vida con alegría con gafas o sin ellas, y nunca, nunca, aburrirse como Piopio Lope.

Llegando a ese punto que piense el lector cómo quiere salir de su cáscara, porque uno de estos dos pollitos ha de helarle el corazón

(1) Información sobre calimero en ¿Te acuerdas? o en el sitio Sitio oficial de Calimero
(2) Poema de Piopio Lope

Sección-Reflexiones

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martes, noviembre 22, 2005

Así pasen 20 años

Plantando relatos por Internet he cosechado estupendos amigos. Una de estas amistades nació como consecuencia de este relato. El Web Master de Tugurium, a la sazón Informático como yo, reconoció por este relato al profesor que describo. Desde ese momento comenzamos una amistad e-pistolar que dio lugar a algunos encuentros en la tercera fase en los que hemos llegado a intercambiar delicatessen (vino de rioja por mojama de Isla Cristina). Es una bonita amistad que espero conservar siempre.


Allí estaba, en el vestíbulo. Su cabeza sobresalía por su altura entre la gente allí reunida, a la vez que brillaba por su ausencia de pelo, no en vano se le conocía por el sobrenombre de "El calvo". Me sorprendió verlo después de más de veinte años y encontrarlo como si el tiempo no hubiera pasado por él. Pero cual no fue mi asombro cuando me reconoció y me saludó. Fue profesor mío de la Universidad y teniendo en cuenta que en aquellos tiempos no destacaba ni por mi brillantez ni por mi belleza(1), sólo se me ocurre una razón por la que en su cabeza cupiera un vestigio de recuerdo de mi persona, transcurridos ya más de cuatro lustros.

Me vino de golpe a la memoria los tiempos en que estudiaba cuarto en la Facultad. En el plan de estudios de Informática de aquellos años sólo tenía cabida una asignatura sobre comunicaciones que se llamaba transmisión de datos y teletratamiento. En aquellos tiempos ya existía el protocolo IP, pero el concepto de Internet aun no se había gestado. Allí no había más comunicaciones que las del gigante azul IBM y los protocolos que definía la CCITT(1). Por ese motivo "el calvo" que trabajaba en el entorno de las telecomunicaciones compartía la asignatura con un profesor que trabajaba en IBM bautizado inicialmente con el alias de "el guapo".

"El guapo" causó mucho revuelo entre las féminas, ya que superaba la media del profesorado en elegancia y presencia. Al principio nos sentábamos las chicas en la primera fila para no perder detalle, pero pasados algunos días fuimos tomando posiciones en asientos más alejados. La causa de este repliegue tenía mucho que ver con el nuevo mote del que se hizo acreedor, "el lapo". En las distancias cortas, se podía apreciar su abundante secreción salivar que actuaba como aspersor cuando hablaba y que iba dejando un poso viscoso y blanquecino en sus comisuras. Aun no nos habíamos recuperado de la decepción cuando tuvimos que sufrir sus clases, bastante alejadas del término magistral, en las que las fórmulas que nos daba para calcular el rendimiento daban claramente valores superiores al 100%.

Como contrapartida, "el calvo" era buen profesor, muy metódico y paciente. A veces tanta minuciosidad me aburría y me entregaba inconscientemente a garrapatear con el bolígrafo la hoja de los apuntes. Aunque las artes plásticas son unas grandes desconocidas para mí, por arte de birlibirloque entre los garabatos apareció una caricatura de "el calvo". Emocionada por mi insospechada hazaña, recorté de la hoja el dibujo y lo pegué en el separador de la carpeta correspondiente a su asignatura.

Llegó el examen final, y como medida de seguridad para evitar que copiáramos, nos hacían dejar las carpetas fuera del alcance de nuestra vista, en la parte posterior de la silla. Estaba yo intentando aplicar una de esas fórmulas imposibles de "el lapo", cuando "el calvo" pasó por mi lado y no sé que le impulsó a tomar mi carpeta y ponerse a hojearla. Mi corazón latía con fuerza, miré de reojo y pude ver cómo encontraba su caricatura que para más inri, y por si no quedaba claro, ponía debajo: "el calvo".

Con el rostro impasible cerró la carpeta y no dijo nada, pero desde luego debí dejar una profunda huella de mi faceta artística en su memoria.

(1) En estos tiempos tampoco, para que nos vamos a engañar
(2) CCITT son las siglas de Comité Consultivo Internacional Telegráfico y Telefónico ahora llamado ITU:International Telecommunication Union

Sección-Expedientes-X

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sábado, noviembre 19, 2005

El juego de la silla

Llevaba tiempo pensando escribir algo sobre el juego de la silla cuando vi en el blog de Telémaco un post sobre la patata caliente en el que mencionaba dicho juego. Le prometí que escribiría de ello y aquí está el resultado.

En los cumpleaños y otras celebraciones infantiles, para entretener a los niños se utiliza el recurso del juego de la silla. Para jugarlo solo hay que disponer de "casi" el mismo número de sillas que de niños. Ese "casi" es una silla que falta y que es justo la que le proporciona la sal y pimienta del juego. Comienza el juego y los niños dan vueltas alrededor de las sillas mientras suena una música y en el momento que cesa, los niños tienen que sentarse en una de ellas. Evidentemente un niño no tiene dónde hacerlo y queda eliminado del juego. Se retira otra silla y se comienza de nuevo, así sucesivamente hasta que solo quedan dos niños y una silla. En ese duelo, perdón quise decir juego, solo queda un ganador.

Siempre detesté este juego porque por el ansia de ganar sacaba lo peor de cada niño. No había juego limpio y los empujones y malos modos crecían conforme iban quedando menos sillas. Ganaban los más fuertes o los que tenían menos escrúpulos y se les premiaba. Nunca quedé finalista y no me pesa haber perdido. Menos mal que la ausencia de silla era solo en el juego. La pesadilla de no tener dónde sentarse no se daba en el colegio, donde cada uno tenía su asiento. En el instituto también había una silla para cada estudiante y ya no se jugaba a ese juego infantil.

Aparece de nuevo el juego de la silla en la vida real cuando se finaliza la enseñanza secundaria. En la Universidad no hay sillas para todos y es preciso pasar el filtro de la selectividad. Sólo los que aprueban tienen sitio allí, al resto se les centrifuga de la enseñanza superior, salvo que puedan comprar una silla de pago en una Universidad privada. Conforme se avanza de curso el número de sillas es cada vez menor por lo que otros estudiantes se van quedando por el camino.

Los que terminan estos estudios se incorporaban a un mercado laboral en el que no todos podrán sentarse y tendrán que pasar un proceso de selección. Una vez dentro, podrán observar una sutil diferencia en la variedad de asientos. La mayoría son sillas, unos cuantos sillones de tela y unos pocos sillones de cuero con reposacabezas. El juego de la silla se empieza a complicar y algunos no se conforman con tener su silla, quieren tener su sillón, en principio de tela, pero poniendo los ojos en el de piel natural. Esto le da más tensión al juego.

En tiempos de expansión laboral empiezan a proliferar tanto las sillas como los sillones y hay oportunidades de cambiar la calidad del asiento. El juego se empieza a jugar al revés, la música suena de forma continua y todos pueden sentarse, incluso elegir la silla que más les guste. Pero de repente la música cesa y cada uno se queda sentado en una silla concreta.

A los tiempos de expansión les suceden los de recesión en los que de forma imprevista suena y cesa la música periódicamente, llevándose en cada intervalo un puñado de sillas de todos los tipos. De nada sirve el supergen, se llevan la silla con ocupante y todo. La competitividad por conservar el asiento crece conforme van disminuyendo las sillas y sillones.

Dada mi poca destreza para este juego me voy a ir comprando una silla como ya me compré un teclado. A este paso mi ajuar laboral me va a salir por un pico.



Sección-Reflexiones

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martes, noviembre 15, 2005

Bata vs. corbata

En estos momentos que en mi lugar de trabajo están perdiendo peso las actividades gestión frente a las tecnológicas no puedo evitar sonreír al leer lo que escribí hace dos años sobre la supremacía de la gestión.

Entre las muchas y variadas actividades de mi trabajo está el ayudar a mis compañeros en la selección de becarios, también llamados PBC (1), para engrosar el frente de juventudes de la empresa. Estos becarios se seleccionan generalmente entre las huestes de estudiantes de las Ingenierías de Teleco e Informática. La actividad de selección da lugar a entretenidas lecturas de curriculum que, dado el cariz técnico de los aspirantes a PBC, tienden a ser sumamente estructurados: primero los datos personales, luego los académicos, a continuación los conocimientos complementarios como los idiomas, y finalmente su experiencia si la tienen y en algunos casos -los más comunicativos- sus aficiones(2). Como entre los estudios de ingeniería no figura la retórica, los curriculum están redactados con un vocabulario limitado y unas estructuras gramaticales muy primitivas. De todos estos curriculum, uno atrapó mi atención a primera vista.

Mi ojos divisaron un curriculum sin estructura ninguna, escrito con apretada prosa y cuyo contenido rezumaba una retórica impropia de sus estudios. La espesa prosa no me echó para atrás, todo lo contrario, absorbí su contenido como si mi mente fuera papel secante. De este sorprendente curriculum, entresaco la siguiente fase que dudo que sea original de este becario:

Aunque he realizado estudios de ingeniería, me inclino más a ser un ingeniero de corbata que un ingeniero de bata.

Me sorprendió el descaro del chavalín, pero más aún que su objetivo fuera encorsetarse en un traje con corbata para entrar en el mundo de la Gestión dejando de lado el bohemio mundo de la ciencia, bajo el símbolo de la bata del laboratorio. Parece incongruente estudiar una ingeniería para parapetarse tras una corbata sin haber sentido primero la emoción del laboratorio. Sin embargo, esta incongruencia queda despejada cuando se percibe que el objetivo no es la ciencia, sino el dinero y el poder y que este ventegenario(3) ha intuido prematuramente cómo son las cosas (4) . Los que elegimos el espíritu de la bata hemos experimentado con el paso del tiempo la decepción, viendo que después de años a pie de laboratorio, independientemente de los resultados obtenidos, se nos ha despreciado por no evolucionar hacia posiciones de corbata. Mientras tanto, se han ido copando los puestos de decisión y responsabilidad con los que prematuramente eligieron la corbata y despreciaron la bata como medio de promoción.

Llena de curiosidad intenté contactar con el candidato a PBC, pero ya tenía una beca en un centro Corporativo de una Gran Empresa muy acorde con sus preferencias de corbata. Nuestro muchachito será de ese tipo de gestores que gestionan lo que sea, desde alta tecnología hasta chupa-chups, pasando por los detergentes: el caso es gestionar. Este tipo de actitud debe ser muy rentable a fin de mes y a fin de año, pero esta orientación en lo material sin ningún estímulo espiritual sólo conduce a una vida vacía de emociones.

Visto como están las cosas opto por una bata con lentejuelas que seguro que cuando pase la moda de la corbata va a causar furor.

(1) PBC corresponde a las iniciales del grosero término de Puto Becario de los Cojones. Que se emplea a la hora de asignar trabajos o señalar con el dedo de la culpabilidad a los pobres becarios precarios. Este término fue definido en el voluminoso chascarrillo de los marrones que se difundió por Internet hace unos 6 ó 7 años.
(2) Cuando ponen que sus aficiones son el polo o el golf, échate a temblar porque cabe la posibilidad de que su padre se siente en un consejo de administración y debes tratar con suma delicadeza esta selección. Siempre es preferible un PBC que viva en Móstoles que en la Moraleja. Lo digo por experiencia.
(3) Como decía Serrat en una canción: Ahora que tengo 20 años/ ahora que aún tengo fuerzas/ que no tengo el alma muerta/ y siento bullir la sangre.
(4) Una explicación es que el ventegenario sea hijo de un ingeniero de bata decepcionado

Sección-Fauna Humana

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viernes, noviembre 11, 2005

Valparaíso

Hace exactamente un año tuve la oportunidad de viajar a Santiago de Chile por motivos de trabajo, oportunidad que mejoré con la compañía de mi marido y algunos días de vacaciones. Como la suerte estaba de cara, en Santiago trabaja un amigo mío(1) que nos ofreció su casa y nos prestó su coche, para que pudiéramos visitar Valparaíso.


Cuando llegué a Valparaíso, vi una ciudad singular llena de personalidad, nacida alrededor del puerto, expandiéndose sobre sus cerrillos con casas multicolores dentro de un caos multicultural. En los tiempos que describe Isabel Allende en su novela "La hija de la Fortuna", en plena fiebre del oro, debió ser un lugar de paso, con un continuo trasiego de barcos que vienen y van. Un lugar donde los marinos descansan mirando al mar para embarcar de nuevo. El paso de los años le ha quitado dinamismo al puerto y se percibe un aire decadente no exento de encanto. La bella ciudad ha empezado a marchitarse y algunos especuladores la han herido con bloques de hormigón infames. Desde el 2003 es patrimonio de la humanidad y cabe la esperanza de que los del ladrillo se dediquen a restaurar, más que a destruir para construir algo que será mucho peor que lo que había.

Comimos un estupendo pescado en el restaurante Turri(2) mientras disfrutábamos de unas impresionantes vistas a la bahía. Para llegar al restaurante, que está situado en el Cerro Concepción, subimos a pie y casi me quedo sin respiración. Al salir del restaurante vimos que había un ascensor decimonónico para bajar al puerto. El acceso a los ascensores que suben a los cerrillos está camuflado en portales normales y hay que estar muy despierto para detectarlos(3).

Después de la comida nos dispusimos a dar un paseo y en la Plaza Sotomayor mi marido, que tiene muy buena vista, vislumbró la entrada al ascensor del Cerro Alegre. El ingenio mecánico nos dejó al lado del Palacio Baburizza, una bella muestra del art nouveau. Y allí encontramos una flecha que nos indicaba cómo llegar a la Sebastiana, la casa de Pablo Neruda. Con flechas azules en el pavimento o en las paredes, caminamos casi tres kilómetros siguiendo las curvas de nivel de los cerrillos, sin perder nunca de vista la bahía. Vimos todo tipo de casas, de todos los colores y de todos los estilos. Cuando por fin llegamos a la Sebastiana encontramos la cancela cerrada porque era lunes, mal día para visitar museos. Nunca olvidaré mientras viva el paseo que dimos por los cerrillos, me quedó grabado en el cerebro y solo tengo que cerrar los ojos para volver a ver la bahía de Valparaíso.


A la misma distancia que existe entre Santiago y Valparaíso, unos 120 kms, desde Madrid se puede visitar en la provincia de Cuenca, no uno, sino dos Valparaísos, el de arriba y el de abajo(4). Ambos pueblos deben su nombre al río Paraíso y forman parte de los Campos del Paraíso(5). El que le puso nombre al río no cabe duda que fue un optimista y que lo miró con arrobo. El río Paraíso discurre con escasas aguas, por unas tierras onduladas donde impera el cultivo del cereal y los árboles son excepción. La variedad cromática del entorno es la que aplicaría un niño si coloreara un paisaje, todo verde en los primeros brotes del cereal, todo amarillo cuando está a punto de la siega y todo marrón después de la cosecha, volviendo la tierra a mostrarse desnuda, tal como es.

A pesar de ser de Cuenca, no me ciega el amor a mi tierra para no ver que el nombre del río y de los pueblos son un eufemismo. Pero no somos los únicos optimistas, los zamoranos también tienen otro Valparaíso(6), junto al embalse del mismo nombre, y tampoco debe ser como el que había entre los ríos Tigris y el Éufrates, ni como el que está a orillas del Pacífico.

Pero estas tierras onduladas, de cerrillos romos, a las que el río Paraíso elevó con tan bello nombre, fueron la cuna de Juan de Saavedra , que descubrió la bahía de Alimapu, a la que bautizó como Valparaíso. Consiguió que esta vez el nombre estuviera a la altura de la belleza de lo nombrado. Sin embargo, el conquistador no disfrutó de su descubrimiento, volvió a Lima y más tarde a su pueblo. Sus restos descansan en Valparaíso de arriba, en la capilla del conquistador de la iglesia de San Miguel Arcángel.


(1) Yo le conocí de becario y en Santiago todos le llamaban "Don Pedro"
(2) En la mesa de al lado había ejecutivos españoles del sector de la construcción comiendo con un jefe de obra chileno. Su presencia nos alegró por dos motivos, por poder cotillear la conversación y por tener la seguridad de que en el Turri se comía bien.
(3) Si el lector siente curiosidad por conocer los ascensores de Valparaíso, en esta dirección de internet podrá satisfacerla: http://www.sernatur.cl/valpo/patrimonio.htm
(4) Lo de arriba y abajo es muy castellano y siempre da lugar a eternas rivalidades y disputas entre los pueblos del mismo nombre.
(5) Los Campos del Paraíso tiene su propia Web (por si lees esto desde el trabajo, cuidado que tiene música) camposdelparaiso.com
(6) Algunos historiadores consideran que allí nació Fernando III el Santo. Naciera o no en Valparaíso, el clima de la zona le impulsó a poner rumbo al sur para buscar tierras más cálidas. Conquistó gran parte de Andalucía y fijó residencia en Sevilla, donde murió. Los sevillanos lo tienen en un altar aunque no saben pronunciar bien su nombre, pues dicen: "Fennando".
(7)Juan de Saavedra militó a las órdenes de Diego de Almagro. En la primera expedición hacia Chile en 1535, Almagro envió a Juan de Saavedra a reconocer las costas en la embarcación que le había traído refuerzos desde el Perú. Saavedra alcanzó hasta la zona de Alimapu, que llamó Valparaíso, como su ciudad natal.
Juan de Saavedra fue un hombre cabal que no quiso participar en la guerra fraticida ente Diego de Almagro y Francisco Pizarro.

Sección-Cuaderno de viajes

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martes, noviembre 08, 2005

Comunicación

Una de mis limitaciones para la supervivencia en el entorno laboral es que me gusta llamar al pan, pan y al vino, vino y esto tiene bastantes efectos colaterales. Después de estar durante una temporada en el "candelabro" (1), descarté esta actividad con visibilidad porque me veía obligada a morderme la lengua(2), y me decidí por una vida laboral monacal, en la línea de los cartujos.

Estando en el ora et labora, me interrumpió la llegada de un e-mail anunciando un seminario de comunicación. En mi trabajo, una de las líneas que no se han visto aún afectadas por el recorte de gastos es la formación y por tanto hay que aprovecharlo mientras dure. En este caso, un consultor especializado en comunicación nos brindaba la oportunidad de darnos a conocer los métodos para ser amable, llevarte a la gente al huerto, sacar tajada de las negociaciones y salirte con la tuya sin ofender a nadie y todo ello en dos horas. Me pareció algo más que un milagro y me apunté ipso facto.

El consultor nos enumeró los principios básicos de la comunicación, tanto cuando somos emisores como cuando somos receptores. Desde la estructura de la información: de lo sencillo a lo complejo, de lo general a lo específico, de lo conocido a lo desconocido, mediante un mensaje estructurado, adecuado al colectivo al que va dirigido y con información relevante. Hasta aquí nada nuevo sobre el sol, cumplo con todos los conceptos.

La charla derivó del contenido a las formas, que es donde cojeo un poco. Empezó con lo de no transmitir mensajes negativos, es decir, no pronunciar la palabra "no" así te maten. Por ejemplo, en la colocación de un marrón, también llamado oportunidad o en caso extremo reto, hay dos maneras de comunicarse:

La negativa (línea dura):
- currito: No, ni de c.., con todo lo que llevo entre manos, no lo puedo hacer
- Jefe: Esto es lo que hay, no admito un no por respuesta, lo haces y no dices ni pío

La positiva (línea light)
- currito: En este momento adquirir este compromiso podía impactar sobre el resultado de los asuntos que llevo entre manos
- jefe: Conozco bien tu capacidad y sé que podrás llevar esto y los demás asuntos a buen término.

Juzguen los lectores lo que se gana o se pierde por ser duro o por ser light. A mí me parece que el jefe gana siempre independientemente del estilo de comunicación.

Continuó el curso sobre la escucha activa (muy importante en las mesas redondas), con consejos como: atender al lenguaje verbal y no verbal(3), no interrumpir, mantener una actitud positiva, escuchar con empatía, reflexionar, preguntar y tomar notas. De nuevo nada nuevo bajo el sol, para una persona con un poco de educación.

Siguió la charla por la retroalimentación que se empeñan en llamar feedback. En el proceso de comunicación el transmisor debe comprobar que se le está entendiendo. Proponía el consultor coletillas del tipo ¿entiendes lo que te digo? ¿me sigues?. En este punto empecé a desconfiar de la profesionalidad del consultor porque si hay algo que molesta en grado sumo es que te tomen por idiota y de esta manera es difícil escuchar activamente con una actitud positiva y con empatía e incluso se puede escapar un no rotundo.

Finalmente se habló de las barreras de comunicación, entre ellas "los filtros" (forma muy aséptica de llamar a los prejuicios) y "rumores". Cuando entró en detalle sobre la actitud frente a los rumores, describió tres modelos:
-Actitud crítica: reflexiona sobre el rumor y no se lo cree directamente (imagen asociada: figura masculina reflexionando)
-Actitud acrítica(4): asume el rumor sin reflexionar sobre la noticia (imagen: dos figuras femeninas cuchicheando)
-Actitud de mera transmisión: se limita a contar a otros lo que ha pasado (imagen: una figura masculina y una femenina, que ante el beneficio de la duda no se sabe cuál es el transmisor)

En este punto, no me pude morder la lengua(5) y como "oyente activa" levanté mi mano para pedir la palabra y aportar mi feedback al profesional de la comunicación. No tuve por menos que llamar la atención del tremendo "filtro" que suponía la imagen femenina asociada a la "irreflexión" frente a la reflexiva figura masculina. Se creó cierto revuelo en el público de la sala apoyando mi comentario, desencadenando el mea culpa del consultor por este "agujero" de comunicación.

Al final, perdí dos horas de mi valioso tiempo y no mejoraron mis capacidades de comunicación por lo que volví desencantada de nuevo al ora et labora.

(1) Forma culta de llamar al candelero de Sofía Mazagatos
(2) Mis amigos, que tanto me quieren, me dicen que si me muerdo la lengua corro el riesgo de envenenarme.
(3) Por ejemplo, si el ponente entrelaza las manos o se toca el cabello es que es inseguro, si se toca la nariz es que es un mentiroso, si une los tobillos es aprensivo, si se cruza de brazos es un prepotente, si mira hacia arriba es que es un soberbio, etc...
(4) Esta palabra no existe en el diccionario de la RAE, pero sí en la presentación del profesional de la comunicación.
(5) Es que lo mío no se cura ni con formación

Sección-Sapos y culebras

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jueves, noviembre 03, 2005

Metafísica de andar por casa

Llevo un poco atrasada la actualización del blog porque el día no tiene horas para todas las cosas que tengo que hacer. Sé que tanta actividad solo te lleva al cansancio y aunque hace tiempo lo escribí para que no se me olvidase, siempre se me olvida. Lean, lean...

Un sábado por la mañana me dirigí a la pila de papel para reciclar con objeto de disponer de material adecuado para componer la lista de la compra. Tomé una hoja escrita tan solo por una cara, en la que pude distinguir la alargada caligrafía de mi hija la erudita. Como buena hija de Eva que soy, la curiosidad me llevó a leer el folio. Conforme iba leyendo, las pupilas se me dilataban, a la vez que la boca se me abría dándome una expresión más de bobalicona que de asombrada. No era una carta de amor, eran sus apuntes de metafísica.

Después de leer la hoja y con riesgo de llegar tarde al supermercado, me puse a reflexionar sobre el sujeto capaz de generar tan retorcidos pensamientos. Semejante individuo no debería andar, sino levitar. Y aunque su carencia de pragmatismo le impidiera hacerse un huevo frito(1), seguramente cobraría derechos de autor por sus desvaríos. Me quedé, con mi mentalidad técnica, haciéndome cruces(2), pensando y dándole vueltas hasta que llegué a la conclusión que la existencia se conjuga con tres verbos: ser, estar y hacer.

El ser lo es por su cuna. Sólo algunos, por el simple hecho de nacer, ya son; a los otros les queda un largo camino. Los que conjugan el verbo ser, no precisan conjugar ningún verbo que entrañe esfuerzo. Esa ventaja competitiva no puede ser igualada por los verbos estar y hacer. Un claro ejemplo es que nos referimos a ellos con el verbo ser: es un Díaz de Cañavate y López de Bustamante.

En el segundo nivel tenemos a los que el destino les negó el ser, pero quieren estar como si fueran. Siguiendo las leyes de la hidalguía, no se pueden mancillar con el trabajo físico, por lo que tienen que desarrollar una mente manipuladora que les permita, sin aparente esfuerzo, alcanzar la cima. Nunca un colectivo ha trabajado tanto para no hacer nada. Cuando se habla de ellos se dice: Fulanito está muy bien situado.

El sustrato más profundo está formado por los ingenuos que creyeron que conjugando el verbo hacer se llegaba a parte alguna. Tras años de deambular haciendo cosas para los que están o los que son, tan solo recibieron el justo castigo por su actitud hacendosa. Podréis identificar que se habla de ellos cuando alguien que está o es dice con ironía: ¿Ramírez?, ya ves, haciendo siempre las mismas tonterías, no sé como no se cansa.

Y llegado a este punto, comprendo la profundidad del pensamiento del dúo humorístico Cruz y Raya cuando dicen:

Si hay que hacer se hace, pero hacer para ná es tontería


(1) Seguramente entraría en un debate interno sobre si fue primero la gallina o el huevo.
(2) Poco coherente la ciencia con la religión, pero la enseñanza religiosa en la infancia deja mucho poso.

Sección-Reflexiones

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