El remolón
Puntualizaba Carmen en el anterior post sobre el rentista laboral que no toda la ociosidad es de ricos y que existe ociosidad sin riqueza. Esto me trajo a la memoria un relato que escribí sobre un artista de la ociosidad por voluntad propia, no de la empresa.
En mi vida laboral he conocido gente que genera poco trabajo, pero el que aquí describo se llevaría la palma de oro allí donde concursase. No se le conoce tarea realizada, sin embargo ha sobrevivido y sobrevive en una empresa privada orientada a resultados.
Nadie como él ha conseguido trasformar la maldición Divina de ganarás el pan con el sudor de tu frente, por ganarás el pan dando explicaciones. Es digno de admiración que lleve toda su vida laboral exponiendo los motivos por los que el trabajo no se ha podido realizar y siga cobrando por ello.
Su técnica depurada, basada en la sangre fría y la falta de implicación, vence cualquier iniciativa orientada a ponerle a trabajar. El secreto de su éxito radica en que sabe que nunca pasa nada, que el que no hace no yerra y que los buenos modales enfrían las situaciones más tensas.
Fui jefa suya e intenté que desarrollara las actividades que se le encomendaban, no lo conseguí ni por las buenas ni por las malas, me ganó por goleada. Ni en las discusiones más duras, en la que le recriminaba su falta de actividad, no perdía la compostura, a lo sumo daba una pausada explicación. A favor de él debo decir que, al menos aparentemente, no guardaba rencor de los epítetos que vertí hacia su persona.
Tuve menos aguante que él y cambié de actividad, dejando a otro la misión imposible de hacerle trabajar. Mi sucesor fracasó como habían fracasado los que me precedieron en el puesto, al menos en esta unanimidad en la falta de éxito encontré algún consuelo.
Cuando la crisis se instaló en nuestro sector y el ahorro de costes y la productividad eran ley, pensé que sus días estaban contados. ¡Qué equivocada estaba! Incluso en los tiempos más difíciles existen actividades de cartón-piedra, donde lo que prima es un discurso pausado y nula actividad.
Nuestro hombre encontró al fin la horma de su zapato, atrás quedaron sus antiguos jefes empeñados en hacerle trabajar y los comentarios de sus compañeros aludiendo su actitud remolona. No sin cierta admiración, le contemplamos todos los que le conocemos en su nuevo destino.
Sección-Fauna Humana
10 comentarios:
Vaya flojo suertudo
saludos lula
¡¡¡¡¡Esto es un don!!!!!!
Pues me parece muy triste llegar a tener ese convencimiento de que nunca va a pasar nada, primero porque supone una desmotivación galopante para el trabajador y segundo porque es lamentable que una persona pueda llegar a pensar que haga o no haga va a seguir medrando a la sopa boba...
Observo con preocupación como va ganando adeptos la sensación de inacción, de desgana, de apatía generalizada, que está derivando hacia un modelo burocrático e institucionalizado, por lo menos en mi entorno laboral.Lula, tal vez puedes percibirlo tu también..
Agur.
No seais tan duros con él. Quizá lo que él entendió fue "ganarás el pan con el sudor del de enfrente".
:-)
Y seguro que encima había compañeros a los que le caía bien.
burton: Más que suerte habilidad y cintura para no pegar ni clavo. Tiene sumamente desarrollada la competencia del escaqueo.
cerise ¡Diana!. No todo el mundo puede, el remolón nace, no se hace. Mismamente yo soy un fracaso como remolona teniendo una gran capacidad de aprendizaje.
Galufante Los remolones son muy mal ejemplo en las empresas porque ponen al descubierto las tres ?ies?: incompetencia, indolencia e impunidad.
Todo esto engarza con el síndrome de Forrest Gump y los rentistas laborales. Una pena.
Cuando una empresa no tiene norte y se pierde la ilusión, florecen las tres ?ies?, en mi entorno son casi mayúsculas.
almena: jajajaja, muy ingenioso. Me recuerda a una frase que comento un amigo haber leído de rondón en una revista de cotilleo de una viajera: Sé lo que es trabajar duro, lo he visto.
mapashita: No despertaba simpatía, más bien despertaba la envidia y los peores sentimientos de sus compañeros. Cuando le ponía un últimatún y la fecha estaba próxima sus compañeros me enviaban correros con cuadros de Salomé con la cabeza del Bautista. Fijate como se las gastaban.
También yo fui jefe de un remolón hace un tiempo.
Me lo hizo pasar mal a menudo. Ayer, se dio la coincidencia de que me lo encontré por la empresa y vino a saludarme, me explicó sus nuevas técnicas de escaqueo... y confieso que le escuche con admiración y algo de envidia.
deberia dar cursillos, ser conferenciante. asisitr a Congresos, exponere sus tesis. Joer, se forraba, con la cantidad de gente que pagaria por tener en su poder el secreto del escaqueo continuo!!!!
Ay, se me olvidaba....que no pega un palo al agua ;)
Telémaco Si tuviste un remolón a tu cargo sabrás cuanto se sufre por injusticia de la situación. Cuando ya no está a tu cargo las cosas se ven de otra manera y se le observa sin implicación personal y entonces descubres que en cierta manera admiras su habilidad. Siempre se admira lo que no somos capaces de hacer, aunque sea malo.
Aitor La verdad es que su fuerte era la expresión oral, su dicción era perfecta. Como conferenciante sería estupendo y la enseñanzas que podría ofrecer muy apreciadas en el mercado, pero en vez de mesas redondas daría mesas camillas, con brasero, para público reducido y no sé si habría economía de escala suficiente para esta actividad.
A eso le llamo yo el "es que...". Siempre la excusa puesta y perfecta para no poder revatirla o, aunque lo hagas, no ser capaz de cambiar al personaje en cuestión.
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