martes, octubre 21, 2008

Vecinos



Vecinos de ayer

La especie de los vecinos es, sin duda alguna, la más abundante de nuestra fauna humana. Y lo es porque, al fin y al cabo -y como asegura esta perogrullada -"cada uno de nosotros somos vecinos de alguien y este alguien es vecino nuestro".

Hasta bien avanzado el pasado siglo la mayoría de las casas de nuestras ciudades eran de alquiler, contaban con portero -todavía no se decía esa cursilada de físico- y en la mayoría de los casos los edificios contaban con la existencia de tres escaleras: exterior, interior y en algunas, la de servicio.

Una distribución que tenía una clara lectura socioeconómica ya que dividía la casa en dos zonas: los pisos de la zona exterior, amplios y dotados de hermosos miradores, acogían a las familias pudientes, y por el contrario, las viviendas de la estrecha escalera interior, eran más pobres y reducidas, daban a un angosto y maloliente patio y eran ocupadas por personas con menos posibles.

Los inquilinos de la escalera exterior podían ganarse el cielo practicando la conocida caridad decimonónica con los habitantes de las buhardillas, casi siempre habitadas por un modesto jornalero que, como en los relatos de Dickens, tenía un exiguo salario, una mujer mártir y santa y unos hijos a cual más desnutrido.

Los vecinos de ayer, con independencia del tipo de escalera por el que transitaran, se saludaban cordialmente, mostraban un sincero interés por la salud de sus convecinos y participaban activamente en cualquier acontecimiento, feliz o desgraciado, que les afectase. Y eso era algo que repercutía muy positivamente en los niveles de salud mental de aquellos afortunados vecinos.

Vecinos de hoy

Todo parecido entre los vecinos de ayer y los de hoy, es pura y simple coincidencia. Ello en buena parte se debe a dos circunstancias. Por una parte el régimen de alquiler ha dado paso al acceso a la vivienda en propiedad y estas se han diversificado en tipos muy diferentes: apartamentos, pisos, duplex, adosados, pareados y unifamiliares.

Curiosamente cada uno de estos nuevos tipos de vivienda va a marcar una diferencia muy sustancial en el grado y tipo de las relaciones de vecindad.

En los grandes bloques de apartamentos y pisos, los escasos centímetros de grosor de los tabiques que separan las viviendas, permiten, con enorme facilidad, disfrutar de los gritos de los niños, las conversaciones de los mayores, los programas de televisión más horteras, los sonidos característicos de sus hábitos higiénicos, y la cantidad y calidad de sus efusiones íntimas.

Las relaciones sociales entre los vecinos, son, en la mayoría de los casos, inexistentes, comportándose como auténticos desconocidos y se limitan, en el mejor de los casos, a un monosilábico saludo, apenas musitado y que nace forzado por la corta distancia que impone la reducida caja del ascensor.

Cuando en casos muy excepcionales surge algún simulacro de buena relación vecinal, ésta se encontrará constantemente amenazada por el recelo que despierta el progreso del otro: la adquisición de un nuevo automóvil, la compra de un novedoso electrodoméstico, el lugar escogido para veranear, etc.,etc.

Los habitantes de adosados, pareados y unifamiliares aunque ponen medias distancias con sus vecinos, ello no les libra de innumerables peligros: el olor a barbacoa de los festivos, los constantes ladridos de los perros, los decibelios del equipo musical de su adolescente vecino, las ruidosas sesiones de piscina, el ruido de la máquina cortacéspedes, etc., etc.

Pero uno de los mayores peligros que acechan a unos y otros llega de las conflictivas reuniones de la Comunidad de Propietarios. Un peligro que alcanza su acmé cuando un pacífico vecino es propuesto para Presidente de la Comunidad.

Si esto sucede, mi experiencia me obliga a aconsejarte que rechaces con todas tus fuerzas, tal distinción, porque corres el peligro de ver afectada tu salud mental, perder el saludo de tus vecinos y, lo que es más grave, no tener a nadie a quien pedir unos dientes de ajo o un puñadito de sal.

¡¡Ni me menees!!

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Me presentaron al Sr. Vecino, que resulto ser que se llamaba Miguel Vecino. No era vecino mío, pero cuando me lo presentaron, no pronunciaron bien la V mayúscula de Sr. Vecino, Don Miguel y di lugar a un malentendido, que sólo yo entendí.
Tonterías que me pasan
¡Saludos Miguel (Arribas)!

Miguel Arribas dijo...

Hola alcye:

Si tienes un vecino con ese apellido puedes recurrir a llamarle "vecino al cuadrado".:-)

Lo que no he captado es el malentendido. No me dejes en la duda.
saludos cordiales

Anónimo dijo...

Yo pensaba que era un vecino (mío) y lo traté como tal, hasta que descubrí que no podía ser, aunque él insistía que era Vecino, pero no aclaraba que era Vecino de apellido.
Mal entendido, que él fomentaba y supongo que le divertía. Él, era un proveedor, que traté con mas familiaridad de la debida.
Torpe que fui.

Miguel Arribas dijo...

Hola alcye:

Gracias por la aclaración. A cosas de ese tipo me he encontrado en ocasiones.

El otro es posible que se divierta pero a uno se le queda una cara...:-(

saludos cordiales

Lula Towanda dijo...

Las comunidades de vecinos son terroríficas, perfectamente reflejadas en la película de Alex de la Iglesia "La Comunidad".

Prácticamente no saludo a mis vecinos y jamás he asistido aun reunión de vecinos. Mi Santo esposo se hace cargo de este marrón.

Mis vecinos están obsesionados con la "Seguridad de su propiedad" y están poniendo rejas por todos lados (se lo hemos denunciado al Ayuntamiento porque han vallado suelo público), parece que vivo en un campo de concentración (abro siempre las puertas con una patada a lo Corcuera)
En lo que no muestran interés es en reciclar y no separan las basuras. Ya nos han enviado tres avisos el Ayuntamiento y creo que van a empezar a poner multas.

Parece que Dios los cría y todos se vienen a vivir a mi portal.

Miguel Arribas dijo...

Lula:
Tu flash sobre las "delicias" de tu vecindad me hace añorar más aún aquellos vecinos de ayer.

Por eso desde hace muchos años busco la media distancia con mis vecinos a los que puedo estar sin "ver" varios meses.

Yo tengo unas rejas vivientes : los setenta kilos de Blas mi mastín.

Mucha paciencia o pon distancias¡¡
Besos

La Taberna Fantasma dijo...

Debo decir que discrepo en estas cuestiones pero claro, tengo mis motivos. Vivo en un piso de los sesenta tardíos, con cuatro plantas y un bajo, a dos puertas por planta, total= 10 familias. Mi calle tiene un total de 10 portales iguales con 10 familias cada uno. Total= 100 familias. Evidentemente, no nos conocemos todos, pero las relaciones son suficientemente densas como para que puedas plantarte en la calle y preguntarle a alguien si conoce a Mariano, el mecánico... y si esa persona no lo conoce, parará a la siguiente, porque le suena haberlo visto con él y le pregunta... ¿tú sabes dónde vive el señor este que tiene un taller? - ¿Cuál? ¿El marido de Chon? Sí, en el portal 22, no sé si primera o segunda planta, pero pregunta en cualquier piso. Una vez olvidé una bolsa en la farmacia y me la trajeron a mi puerta.

Todos sabemos dónde vivimos unos y otros. Tiene muchas ventajas. Puedes pedir sal y ajos y arroz, e incluso irte a comer a casa de la vecina... los niños juegan unos con otros en los recovecos de la calle, se hacen amigos interculturales y las familias nos los dejamos unos a otros por ratos. Que me voy al médico, ¿les echas un ojo? Y al día siguiente te toca a ti, y cuando tu hijo viene a merendar viene con un amiguito, pues preparas merienda para dos y al día siguiente ya se verá... Mi vecino acaba de arreglarme una pequeña gotera, así porque sí. Y yo le preparé y saneé su ordenador nuevo hace poco. El año pasado falleció una de las vecinas y allí nos vimos media calle en el velatorio. Quizá alguno fuera por quedar bien, pero aún así se agradece que aún haya quien cree oportuno quedar bien con los vecinos... además, a Carmen la quería todo el mundo.

Y todo esto os cuento, hace 8 años que vivo en esta casa y me encantan mis vecinos, me encanta mi calle y mi barrio, y que me guarden el periódico y una barra de pan los domingos. ¿Dónde está el truco? ¿Cuál es la contrapartida? Pues que cuando mis compañeros de trabajo se enteran dónde elegí vivir me miran con cara displicente y dicen... ahí? en el SUR (de Madrid)? Pero entonces la casa no será nueva, ¿no? No, no es nueva. Pero es cuestión de preferencias.

Lula Towanda dijo...

@taberna: eres afortunada con esos vecinos tan diferentes a los míos.

Tal y como lo pintas parece un barrio de hace más de treinta años. Cuando los vecinos se ayudaban los unos a los otros. Consérvalo mientras puedas.

Tal vez haya una franja de poder adquisitivo en el que las relaciones de vecindad se vuelen humanas. Si falta dinero siempre hay problemas y si sobra un poquito les entra la paranoia por defenderlo. Tal vez haya que tener lo justo.

Miguel Arribas dijo...

taberna fantasma.

Mi más cordial enhorabuena. Tu vecindad me parece un viaje al pasado, al de esos vecinos de ayer.
O para situarme en la actualidad la de mis vecinos del pequeño pueblo de Segovia donde poseo una casa.

Te reitero mis felicitaciones y un consejo: NO TE CAMBIES DE CASA.

Miguel Arribas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antonio dijo...

Vecino no tiene nada que ver con Vellocino, ¿no?. Ya estoy harto de las psicosis programadas, Mister Arrivas. Esta tarde, ve la que TV(1).

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La Taberna Fantasma dijo...

No tengo intención de cambiar, la verdad. Cada vez que surge esta conversación mucha gente me dice lo mismo, pero luego, cuando surge la posibilidad de elegir, todo el mundo prefiere una urbanización de nuevo cuño, con manzana cerrada y piscina comunitaria. No digo que no sea una opción estupenda, pero hay que escoger, claro. La última me dijo que si por ella fuera escogería una opción como la mía, tan humana y tan cercana... pero que no podía "por los niños".

En mi calle los niños van al cole andando (público, por supuesto) y por la tarde juegan con sus amigos en la calle o en casa de alguno. A veces vienen con un gato o algún bicho y andan buscando un vecino que lo acoja, lo pasamos bien, jeje... Mi amiga, en cambio, lleva a sus hijos en coche al cole (privado, por supuesto) y por la tarde los cuida una canguro que le cobra un dinerito (en su casa, claro, no sea que les ocurra algo). Cuando van al cumple de un amigo de clase, mi amiga los lleva en coche a la otra punta y luego va a recogerlos. Eso sí, en la urbanización de mi amiga no hay inmigrantes ni proletas. En mi calle hay vecinos nuevos y vecinos antiguos, de toda Latinoamérica y también de toda España. Claro, mi amiga lo hace "por los niños". Yo, en cambio, lo hago por los niños.

(Os prometo hacer un curso de redacción sintética...)

Lula Towanda dijo...

@Taberna: no sintetices, está fenomenal.

La verdad es que "el bien de los niños" se entiende a veces de forma rara. Mis hijos fueron a colegio publico y luego al instituto, siempre andando. Jugaron en la calle (entonces no estábamos rodeados de rejas). No tuvieron una infancia en jaula de oro. Es lo menos que podía hacer por ellos.

Miguel Arribas dijo...

antonio:
Lo siento pero mis cortas "entenderas" no aciertan a descifrar tu enigmático lenguaje.

Yo prefiero el "roman paladino con el cual suele el pueblo fablar con su vecino....."
A ver cuando nos tomamos un vino como el que cuenta Berceo.
Un abrazo