martes, noviembre 29, 2005

Malos pelos

A veces se consigue un amigo por un relato y otras un relato surge del intercambio e-pistolar. Intercambié con mi amiga Mayte, doctoranda y editora del blog de temática histórica Frentes avanzados, varios correos que dieron como resultado las líneas que ahora siguen.

Dicen que la cara es el espejo del alma, pero todos tenemos alguna parte de nuestro organismo que absorbe todas las tensiones y las manifiesta al exterior. En mi caso es el pelo el que me delata, ¡qué mala suerte!.

En mi infancia las niñas tenían dos posibilidades, poseer un cabello largo, peinado en largas trenzas rematadas en lazos blancos o llevar el pelo corto. En mi caso, mi madre se decantó por una opción minimalista, en aras de la comodidad, dejándome afiliada al grupo de las pelonas. A pesar de mis reivindicaciones para ser dueña de la longitud de mi pelo, no conseguí pasar de la melenita tipo paje. Sólo mi naturaleza fuerte me salvó de caer en la depresión, ya que la longitud de mis cabellos influía fuertemente en mi vida social.

Fue en la Primera Comunión cuando sufrí mi primera humillación por el pelo corto. Las niñas que tenían el pelo largo podían optar por las trenzas o por un moño, que además les permitía sujetar el velo. A las del pelo ralo a duras penas se nos sujetaba, siendo muy difícil poner una expresión mística cuando parecíamos Mowgli(1) travestido de novia. Las fotos que conservo del acontecimiento son tan horribles que nunca lucieron enmarcadas en plata sobre algún mueble del salón; mi madre las guardó en una caja de cartón.
En las funciones de fin de curso, al tener el pelo corto siempre me asignaban papeles de chico, lo que llevaba asociada ropa masculina. Las de luenga cabellera se quedaban con los vestidos de tutú y se peinaban con tirabuzones. Excuso decir que las fotos de estos acontecimientos tuvieron el mismo destino que las de la comunión, la urna del olvido con paredes de cartón

Pero no hay mal que cien años dure, en este caso sólo duraron diez. Con quince años terminé el Bachillerato Superior en el internado de monjas y me matricularon de COU(2) en un instituto mixto muy progre y con una exquisita calidad de enseñanza. En ese entorno de libertad, permitieron que mis cabellos crecieran a su antojo sin la amenaza de la tijera podadora. Más tarde, en la Universidad, continúe con los cabellos, si no abundantes, al menos largos. Fueron años maravillosos, pero la vida sigue y nos va cambiando el entorno sin que podamos impedirlo.

Llegó la vida laboral(3); nació mi primer hijo; las nuevas responsabilidades y los cambios hormonales hicieron crack en mi interior. Un día, sin mediar palabra, me fui a la peluquería, me corté el pelo y me hice la permanente. Parecía la hermana mayor de Michael Jackson niño o la hermana pequeña de Jimmy Hendrix, según se mire. Las aguas volvieron a su cauce y cuando nació mi segundo hijo ya llevaba una melena lisa a la altura del hombro.

El reloj de arena de mi vida marcó la treintena, teniendo un trabajo estable (era funcionaria) y tres hijos que ya andaban y no llevaban pañales (síntoma de libertad para los padres). Sentí la necesidad de ir a la peluquería, opté en esta ocasión por un corte estilo indio mohicano, ligera cresta en la parte central de la cabeza, rapado al cuatro en las zonas laterales con un toque taurino logrado por un apéndice que nacía en la nuca a semejanza de la coleta de torero. Mis compañeras, funcionarias de pro, no podían disimular su asombro al verme con este peinado. Su boca se abría como para un bostezo y les resultaba imposible volver a cerrarla. Al cabo del año dejé de ser funcionaria y retorné a una melena lisa a la altura del hombro.

La rueda del tiempo no se detiene y entré en la década de los cuarenta. Algunas personas a esa edad caen en manos de gurús espirituales, yo caí en manos de un peluquero que de tanto lavarme el cabello terminó lavándome el cerebro y me convenció de ponerme mechas rubias. Me gasté un pastón y cuando llegué a casa nadie se dio cuenta. Con el tiempo las mechas rubias invadieron a las morenas, aclarándome el color del pelo, pero las raíces oscuras me delataban como rubia de bote. Ante esta patética situación, mi peluquero me puso unas mechas rojizas, que con la mezcla de las rubias daban un tono entre rosa y anaranjado. El remedio fue peor que la enfermedad y decidí cortar por lo sano, me teñí de algo parecido al color original, podando poco a poco las partes requeteteñidas.

Ahora que tengo el pelo de mi color natural, echo de menos el minimalismo de la infancia, mi cabello corto tan cómodo y fresquito. ¡Mamá, tengo que pedir hora en la peluquería!

(1) El niño de la selva, en la versión de dibujos animados de la factoría Disney
(2) COU: Curso de Orientación Universitaria. El paso previo a la Universidad
(3) Notable peora de la vida de estudiante

Sección-Sapos y culebras


technorati ,

¡¡Ni me menees!!

12 comentarios:

Zifnab dijo...

Te aseguro que prefiero toda esa historia de un cabello a mi anodina vida por los contornos de la rutina. El pelo es un gran tema. Un día lo comentas con Ella y a ver si tu la convences de algo. Aunque no sepas de que tienes que convencerla, siemrpe hay algo

Se feliz

chousas dijo...

Sí que da de sí la historia del pelo...
Mi madre era igual (sólo que hasta bastante más tarde que la tuya), y en cuanto pude me dejé el pelo largo... Y aún hoy le tengo alergia al peluquero :S
A veces dais unos sustos cuando volvéis de la pelu que son para morirse :P

Unknown dijo...

Curiosa biografía alrededor del estilo del corte de pelo. Cambiar de peinado es la forma más fácil y barata de intentar manipular nuestra imagen.

cerise dijo...

Hay que ver ..nunca estamos contento con lo que tenemos..lo mio era al reves... Tenia el pelo largo muy largo..mi madre no queria oir hablar de cortes...
Yo ... solo para llevar la contraria ...el dia de mis 15 años.. no fui a la pelu no... sino que un amigo me rapo la cabeza...asi de drastico... casi le cuesta un infarto a mi madre... de eso hace ..tantos años ..sigo llevando el cabello muy cortito..jajaaj una que es muy testaruda!!! o cabezona..;)

Anónimo dijo...

Yo suspiraba por llevar el pelo corto, porque mi abundante cabellera era una tortura para lavarla y desenredarla. Odiaba los recogidos que me hacía mi madre para evitar los enredos... sin conseguirlo. No pude llevar el pelo corto hasta los 18, cuando tuve autoridad suficiente para tomar mis propias decisiones. Me costó una bronca enorme con mi madre y mi abuela, pero fué una liberación. Pasé por una fase afro que duró poco y en los últimos años me decanté por la melenita lisa. Pero chica, cuando te acercas a los cuarenta y muchos, las melenitas dan un poco de grima, de modo que he vuelto al pelo cortito, cómodo y resultón. Las melenas pantojiles no son para las maduritas.

burtonbk dijo...

Qué buena historia, ahora entiendo el por qué de la imagen del perfil. Yo siempre lo tuve largo, pero sufría de una forma feroz cuando me peinaba mi madre y me ponía unos pinches tan tan nerd que parecía una tonta. Hoy volvía tenerlo largo tras un corte de melena corta que me cagó el pelo y me costó que me creciera como tres años. Gracias a Dios no he caído en la tentación del teñido porque he visto como a mi mamá le han dejado la escoba con los famosos visos rubios.
Tan genial como siempre
salu2

almena dijo...

mmm ¡hay que tener mucho talento literario para conseguir interesar a los lectores con los devenires, idas y venidas de la forma y el color del pelo!
Y tu lo consigues! jajajaja me he reído un montón porque, además, me reconozcoooo jajaja en muchas de las aventuras que cuentas :-)
Un abrazo fuerte

la-de-marbella dijo...

Yo de mi pelo no me puedo quejar. Siempre lo he tenido lacio y me ha sido muy facil de peinar. A los 26 años decidi cortarmelo y sigo con el pelo corto. Odio la peluqueria asi que suelo ir una vez cada dos meses, eso si la pelu es muy buena (y cara)y el corte de pelo es perfecto, una vez en casa solo tengo que lavar y secar sin más.

Anónimo dijo...

los chicos solemos tener menos problemas con el pelo (menos mal) :)

Lula Towanda dijo...

Zifnab: La vida se puede ver desde distintos puntos de vista, uno de ellos es el pelo. Es un indicador externo de las necesidades de cambio. No se puede dar un giro a tu vida sin que cambie tu peinado, al menos las mujeres. Tal vez nosotras dejamos entrever más nuestro estado de ánimo que lo hombres y el peinado no es excepción

chousas: No te imaginaba con pelo largo, ahora te imagino de otra manera. Las madres somos una plasta para estas cosas. A mis hijos les apliqué el corte de pelo hasta que empezaron a protestar. Me esmeraba tremendamente en peinar a mi hijo con la raya al lado peinando el flequillo hacia atrás con ligero tupé. A los catorce años se empezó a dejar el pelo largo y le dejé hacer. Oscila entre el pelo largo y corto pero NUNCA SE HACE LA RAYA, y el flequillo lo deja caer sobre la frente y siente pavor por los peinados estructurados. Las niñas pasaron por lo del pelo largo, con el tiempo la erudita de vez en cuando se lo rapa al cuatro y la benjamina va de fashion total con sus rastras postizas. ¡viva la libertad de peinado!.
Si quiero aterrorizar a mi marido solo tengo que decir: me voy a la peluquería a cortarme el pelo.

Telémaco: Cambiar de peinado no es manipular nuestra imagen es aflorar nuestras inquietudes hacia la superficie. Para las mujeres es una necesidad el sincronizar el interior con el exterior.

cerise No te hacía tan radical con la afirmación de tu imagen.
Las madres, y tu lo sabes porque también lo eres, tenemos tendencia a imponer en los hijos las cosas que nosotros quisimos y no tuvimos. Caemos siempre en esa tentación y nos blindamos con el chantaje emocional en el que somos maestras. Menos mal que como tenemos sentido común luego las aguas vuelven a su cauce.
No hay nada más cómodo que un cabello cortito ni nada más saludable que tener el peinado con el que se tiente una a gusto.

la polaca: Nunca tuve mata de pelo, y me pesa mucho tener "poquete pelo" como me decía mi abuela porque limita mucho. Al margen de la cantidad de cabello, hemos pasado por la melena afro, la melena corta y ahora en los cuarenta y .. el pelo corto.
Parece que es una evolución natural en las de nuestra generación.

burton: Una de las cosas que más admiro de Marge es su mata de pelo, cosa que me ha sido negada en esta existencia. Me alegro que no hayas caído en el teñido que es lo peor de lo peor y que tu peinado actual te satisfaga. Con la edad de Cristo que menos que una melena a lo nazareno.

almena Creo que al menos en las mujeres estos relatos de la vida vista por la necesidad de cambiar de imagen ante nuestra evolución interna tienen interés y a los hombres siempre les sorprenden estas cosas que nunca comprenden pero por las que sienten mucha curiosidad. Mis idas y venidas por la peluquería deben ser muy comunes entre nosotras y para nada me veo un bicho raro.


la-de-marbella: Que envidia que encontraras tan pronto la estabilidad en el cabello. No he encontrado aun la peluquería que me haga el corte perfecto si bien es cierto que me gasto más bien poco en peluqueros. Solo fui una vez a una peluquería de pitimini y me corto el pelo una peluquera que no era el titular me cobraron un pastón y el resultado fue decepcionante. Ahora voy a una pelu que esta cerca del trabajo y me corta el pelo un peluquero argentino con muy buena conversación pero con una técnica normalita.

pablo: Pues sí, los hombres sois mas inmunes a la esclavitud del cabello.

Anónimo dijo...

Pues yo también me he movido entre largos y cortos, rizados y lisos. Mi pelo es liso y lacio. Ahora lo mantengo así, en una media melena. Cuando mi madre "mandaba", lo solía llevar largo, hasta los 15, que tuve que pasar varios días en el hospital y cuando salí, mi primera visita fué a la peluquera y me corté tanto el pelo que no me conocían. A partir de ahí, empecé a mandar yo, sólo en mi pelo, claro. Besos

Lula Towanda dijo...

María Parece que ambas nos liberados de la tiranía materna del pelo a los 15 años, aunque cada una tiró para el lado contrario. Yo también tengo el pelo liso y la media melena era lo que más he llevado, pero últimamente voy de pelo corto. Ayer me lo volví a cortar más.