martes, enero 15, 2008

El síndrome de Almería II


Aún me faltaban dos años para entrar en la tercera década y ya tenía mi vida encauzada. Había entrado en la fase de crecer y multiplicaros y ya éramos padres de dos hijos y uno en camino. Vivía de alquiler en una bonita y céntrica urbanización con piscina, disfrutaba de mi trabajo, en el que la penuria del salario era suplida por un aprendizaje continuo y por estupendos compañeros (a eso lo llaman salario emocional). No nadaba en la abundancia pero vivía el presente feliz y sin miedo al futuro.

Hasta ese momento los únicos sobresaltos eran las visitas al hospital infantil del Niño Jesús en el que nuestros hijos tenían un abultado historial médico. Pero de repente el Destino nos dio una sorpresa con dos caras: a mi marido le surgió la oportunidad de alcanzar su sueño de trabajar en una presa(1), pero tenía un precio que era Almería. Podía elegir entre la presa de Cuevas de Almanzora(2) o la de Beninar. Este suceso alteró nuestra vida en familia tan tranquila hasta la fecha. Había que tomar una decisión y se tomó: destino Almería.

En verano mi marido se trasladó a Adra, y alquiló un piso. Las vacaciones de verano las pasamos allí. Me volví sola a Madrid, a trabajar, mientras que la familia permanecía en Almería. En noviembre nos reunimos de nuevo en Madrid el día que nació mi hija pequeña.

La baja maternal la pasé en Adra. En ese periodo surgió un trabajo que me venía como anillo al dedo en una entidad Local. Lo conseguí y no sin pena dejé mi trabajo en Madrid. Ya estábamos encadenados laboralmente en Almería.

Lo recuerdo como una jaula de oro. El clima de la zona, salvo el viento de poniente, era magnifico, nunca llovía y solo había dos meses un poco fríos. La vida era muy tranquila y fácil. Los niños mayores iban a una guardería preciosa al lado del mar. La pequeña me la cuidaba una persona estupenda mientras yo trabajaba por las mañanas. Salíamos todos los días a tomar cañas, las tapas eran antológicas, como las de Granada. Formábamos la colonia "de la presa", todos eran del gremio de la construcción. Solo ampliamos el círculo de amistades con los padres de unos amigos de nuestros hijos que eran de Huelva y que estaban dando clase en el Instituto.

Trabajaba directamente para un político, el vicepresidente de la entidad. Era más joven que yo pero tenía más conchas que un galápago. Eran los tiempos en que se estaban creando las condiciones que desembocarían en sucesos como el Caso Juan Guerra. Pude ver en barrera a los políticos que había votado en el 82 para darle la razón a un amigo mío que me llamaba portuguesa (a Felipe de habían votado los españoles ilusos).

Echaba de menos Madrid, su agua, sus churros y su anonimato. En Adra vivía como en un escaparate. No podía hacer nada sin estar en boca de todos. Un día que fuimos un grupo de amigas a un Pub a ver la película Oficial y caballero en la que salía Richard Gere sin canas, nos pusimos a charlar y nos dieron las cinco de la mañana. Al día siguiente todo el mundo estaba cuchicheando y el marido de una de las contertulias estaba molesto por el qué dirán. Me mudé a Aguadulce, pero fue peor porque allí estaba muy sola.

Añoraba a mis antiguos compañeros, y mi trabajo de I+D. Empezaba a estar harta de las mentiras del político que justificaba diciendo que "una cosa es la voluntad política y otra la realidad". Mi marido empezó a aburrirse del trabajo en la presa y empezamos a hablar de volver a Madrid y a buscar trabajo allí. Esta vez Almería se portó bien y nos dejó volver a la capital.

El 1 de junio de 1986 comenzamos una nueva vida laboral en Madrid, yo en la privada y él en la pública.

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Historias de una casa


(1) Es ingeniero de Caminos de la rama de hidráulica.
(2) Donde me curaron la fractura de Colles

¡¡Ni me menees!!

11 comentarios:

Antonio dijo...

Y uno que pensaba que eras la Reina de España.. Da igual, no te preocupes.

Bonita historia; supongo y deseo que también estés contenta y mejor ahora, en la nueva realidad de ésta que es tu/nues/tra década.X)

Sino te gusta, la cambiaremos: "Que lo sepas".


Pd: Muy Buen Trabajo
Musus BaT

Enrique Sabaté dijo...

Nunca he estado en Almería pero creo que voy a visitarla por tomar unas cañitas.

Salud y que bien te expresas.

María dijo...

De Madrid al cielo ¿no? Nos quejamos del bullicio, de las prisas, de la cantidad de gente,... pero a Madrid siempre se la echa de menos.

Los caminos de la vida laboral son muchos y variados y te lleva a muchos lugares y a tomar muchas decisiones.

¿qué tal tu mano? Besos

Antonio dijo...

¿Te quitaban hoy el parato, no?
Yo lo tengo, por ahí, de recuerdo.

besos

Miguel Arribas dijo...

De tus aventuras y desventuras en Almería--que muy apropiadamente has calificado de síndrome--me quedo--por deformación profesional--con tu fractura y el historial médico de tus hijos.

De lo demás te podía hablar ampliamente de la vida "laboro-ambulante" de la familia de un funcionario de Banca en ciudades de provincias, donde la vida se vivía "entre visillos".

Cuando puedas huye de la Corte, pero no te vayas ni muy lejos ni muy cerca. Así la utilizarás cuando la necesites y evitarás su patología, que es mucha.

Besos.

Julen Iturbe-Ormaetxe dijo...

En la alcazaba de Almería asistí con mis dos chicas a una de las grandes pruebas de calor a las que ha sido sometido mi cuerpo. Siempre pensé que aquello era África y a mucha honra.

Lula Towanda dijo...

neox: Ni harta de sopas me gustaría ser la reina de España, es un empleo sin ninguna libertad.
A veces pienso lo fácil que habría sido mi vida allí, pero enseguida me arrepiento de estos pensamientos.
Hoy he ido al dentista, mañana tengo que ir al traumatólogo. Ya me han advertido que te cortan la escayola con una radial. OPS!

Enrique Almería es el lugar dónde más se puede disfrutar una caña, tanto por el calor africano que te invita a vaciarla de un trago como por la suculenta y deliciosa tapa que lleva incluida.

Maria: Me acabas de dar nombre al siguiente post. Madrid es un sitio estupendo donde se vive y se deja vivir, que no es poco.

Miguel: Soy y he sido una madre un poco exagerada. Ante la duda llevaba a los niños al Hospital del Niño Jesús. Tenía pánico si tenían fiebre de que fuera meningitis y no llegar a tiempo. Mi hija la mayor cogió el sarampión cuando estaba lo de la colza en pleno apogeo. ¡qué mal lo pasé hasta que se lo diagnosticaron!
Respecto a la residencia hemos salido muy urbanitas y después de vivir en Almería más. Solo salimos por vacaciones mientras que el trabajo lo permita.
Ahora la gente apenas se mueve de ciudad pero antes era todo un recorrer España y cada hijo nacía en una provincia.

Julen: Almería a las 3 de la tarde es un fuego que no todo el mundo puede aguantar. Ya lo contaré en el Síndrome de Almería III, que hay más historia.

Antonio dijo...

¿Qué tal con la radial, escayolista? Espero que sigas bien mejor.
¿Sentiste algo de "eso", de estar en contacto con el "otro Mundo", al tener la mano inmovilizada?) Por cierto, que se acaba de convocar una nueva Edición del SETI Project.

Si tienes que hacer rehabilitación, poco a poco, te envío esta revista para que pases levemente las hojas, si la imprimes, con tus dedos. "Occam,s Razor", ayer fue su 1er. Aniversario (como el filo).

Nos vemos Lula

b.s

Fernando García Pañeda dijo...

A mí me encanta Almería. Especialmente Aguamarga y la Isleta del Moro. Como ves, soy muy de pueblo; hasta me hubiera quedado por allí y todo :)
Muy bien contada y con ternura entrañable la historia, Lula.

Anónimo dijo...

Hola de nuevo, Lula. Almería es una ciudad muy particular (algunos dicen que demasiado provinciana). Sin embargo, Almería permite gozar de las ventajas de una ciudad (servicios, hospitales, colegios) sin llegar a ser una gran ciudad asfixiante. Y aquí también gozamos de cierto anonimato. Sin embargo, Adra, aunque es grande, no deja de ser un pueblo y se está más controlado. Hubiera sido diferente si hubieras vivido en la capital. Se tiene muy buena calidad de vida aquí.

La parte de Adra o poniente almeriense como normalmente llamamos a esa zona es, desde mi punto de vista, la que menos encanto tiene de toda la costa almeriense. Supongo que durante tu estancia en Almería, visitarías el Parque Natural del Cabo de Gata: no hay en el litoral andaluz playas como estas.

Supongo que uno hecha de menos su lugar de origen y es natural volver al sitio donde has crecido.

Lula Towanda dijo...

Rosa Aún me queda por escribir el síndrome de Almería III que es el que más me ha impactado en la vida.
La verdad es que el ambiente de Adra era demasiado asfixiante para mi y el de Aguadulce demasiado frío y solitario. Pero visto con el paso de los años creo que no supe apreciar lo que tenía: Tiempo y tranquilidad.