Currando con rojos
Me rondaba en la cabeza escribir las memorias de los dos años de mi vida que trabajé con “rojos” y la lectura en el diario de un director de Sistemas del post He visto todas las nóminas (o he podido verlo), me ha recordado el final de esta etapa y me he decidido a desempolvar estos recuerdos.
Estando trabajando en Almería y deseando volver a Madrid, recibí una llamada telefónica que me ofrecía un trabajo en una empresa de electrónica industrial. Habían contactado conmigo por medio de una amiga con la que había trabajado unos años antes. Ella había militado en el partido comunista y había pertenecido a la misma célula que uno de los propietarios de la empresa.
Me pareció tan providencial esta oferta que abrí una ronda de consultas con mis amigos para obtener referencias de la empresa (entonces no había Internet). Como las pesquisas me devolvieron una opinión general favorable, volví a contactar con la compañía para mostrar mi interés. Aproveché un viaje de trabajo a Madrid para una primera cita que resultó satisfactoria para ambas partes y terminó en acuerdo. Pasado un mes estaba trabajando allí.
La empresa era propiedad de siete ingenieros, seis procedían de las filas del PCE y el séptimo, que era el director general, de las del PSOE. Los actuales propietarios se habían hecho cargo de la empresa después de una quiebra fraudulenta de los anteriores dueños. En vez de cobrar una indemnización y buscarse otro trabajo se pusieron al frente de la empresa y mantuvieron la plantilla formada en gran parte por militantes del PCE. De esta manera pasaron de formar parte del comité de empresa a ser el comité de dirección.
La empresa salió a delante e inició su expansión. Durante este tiempo habían ido bajado las vocaciones políticas de los ingenieros para militar en el partido y el mercado solo ofrecía tecnólogos sin interés por la política como yo. Cuando me incorporé a la compañía el color rojo de la plantilla había empezado a desteñirse con los nuevos fichajes.
La primera alegría del nuevo trabajo fue reencontrarme con Carmela, una muy querida ex compañera de COU. Mi jefe era "el número uno" de su promoción y me integré rápidamente en el equipo. Hice amistad con las chicas de producción, los de Hardware y los delineantes. Conocí a personajes tan curiosos como el Legías, El Bengo, Paco Lenin o las mofetas.
Me parecía mentira trabajar en este extraño ecosistema laboral, rayando con la utopía. Había un horizontalidad en el trato entre dueños y trabajadores insólita. En los dos años que estuve allí pude vivir la transformación de la utopía a la realidad de la mano del nuevo edificio de la empresa que puso en evidencia que todos somos iguales pero unos eran más iguales que otros.
En las siguientes entregas iré contando, no sé en qué orden, estos años en los que curré con rojos.
13 comentarios:
Pues esperaremos siguientes entregas para ver cómo evoluciona la horizontalidad ;-)
sí sí!!!! esto se pone lindo!!!
Más, más deconstrucción utópica ;))
La naturaleza humana es multicolor y paradójica. Pero siempre he pensado que la utopía como herramienta es un buen invento.
Esperamos más noticias sobre la evolución del sistema. Besos
Yo también me apunto a los p´roximo capítulos.
Algo así como tabajar en tiempos del era más fácil todos contra uno.
Esto promete. Quiero más
Julen Pues lamentablemente la horizontalidad no existe, atenta a las leyes físicas de la empresa.
mopie: Mas linda la primera parte que la segunda
Fernando: Después de leer 1984 ya sabemos todos que esto de la utopía está difícil. Pero solemos ver espejismos en el desierto laboral.
Telemaco: La utopía es la sal de vida, por eso la vida es terriblemente sosa.
María: Los sistemas evolucionan hasta que encuentran su punto de equilibrio que no tiene que ser el estado ideal y de hecho no lo es.
Enrique: Seguro que se te ocurre una romanza de currando con rojos.
Mayte: Sé que te gustará leerlo.
Ay Lula, Lula, te sigo desde hace tanto tiempo,...,sin manifestarme, he ido siguiendo tus avatares laborales,....recibí con expectación la noticia de tu incorporación al mundo universitario -soy del gremio- y con más expectación, esperando, tus impresiones de este mundo, creo que nuevo para tí, al que te reincorporas....Pero, ay, no cuentas nada, nada,..ojalá me equivoque, pero mucho temo que andes descubriendo el valleinclanesco esperpento en el que te has metido...
Con todo mi cariño...
Lupus Home: Me dejas intrigada, un estado que me causa mucho desasosiego.
Mi aterrizaje en la Universidad ha sido bueno (salvo algunos poblemas de conexión el primer día) y no tiene nada que ver con los últimos días en Saturno S.A.
Por algún motivo solo escribo para desahogo y como últimamente no tengo motivos para escribir del presente he empezado con las memorias.
En la Universidad he encontrado algo que hace casi nueve años que habia dejado de ver: la gente dice lo que piensa y NO PASA NADA. No sabes la alegría que me da saber que no está todo perdido.
Para esperpento lo que he vivido el último año laboral aguantando a una rubia y viendo los despropositos de Mortadelo y Filemón.
Hola de nuevo amiga Lula:
Pues nada, buena señal entonces que sólo escribas –como la devoración de Saturno- bajo motivaciones negativas...
No estés intrigada. Lo que quizás ocurre es que estoy algo chamuscado por mi propia experiencia profesional...Pero es que tú mencionas exacta y literalmente un rasgo que desde hace mucho tiempo se perdió en la Universidad en la que estoy ubicado: el espíritu libre, la falta de miedos para ejercer cualquier crítica,......, y la verdad, esto me cuesta cada vez más sobrellevarlo...Posiblemente me quede poco tiempo por sufrir a la legión de personajillos y personajetes que por aquí pululan, pero en fin....
Un saludo y mientras sigas con tus memorias pues....es que las cosas van bien...
Lupus Home: Es triste como se ha ido perdiendo el espíritu crítico ¡con lo sano que es!
En la empresa es tremendamente peligroso y te puede llevar a la cola del paro. En la Universidad solo a un rincón.
Tal vez tengo una posición privilegiada porque hago la tesis porque quiero, sin ninguna intención de sacar una plaza y no tengo nada que perder, solo mucho por aprender. Me siento muy libre.
Con todo, el aire que se respira en la Universidad tiene mucho más oxígeno crítico que en la empresa.
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