miércoles, enero 03, 2007

El signo de los tiempos

Inauguramos con este post la sección Ave María Purísima para aglutinar los relatos en los que subyacen temas religiosos. Haciendo cuentas son ya unos cuantos: El rosario de la aurora, Los pecados capitales, El divino impaciente , El fracaso, y El blog como religión. Hasta ahora estaban catalogados en Reflexiones pero merecen una agrupación más específica.


Cuando veo una iglesia abierta y vacía, procuro entrar. En ellas encuentro -las más de las veces- silencio, paz y buena temperatura. Y con suerte, magníficas obras de arte.

He de reconocer que las que más me emocionan son las iglesias desnudas, o muy pobres. Tal vez sea por contraste con las iglesias de Sevilla, en las que el barroco anda agazapado tras las columnas salomónicas o entre el estuco y su pan de oro.

La más barroca de estas iglesias, la capillita de San José (1), está en una bocacalle minúscula de la calle Sierpes. La primera vez que fui, con el colegio, recuerdo que me explicaron frente al altar mayor el concepto de HORROR VACUI. Un concepto que hasta el día de hoy no se me ha despintado. Tan gráfica y obvia resultó aquella clase de arte.

Y héte aquí que después de unos cuantos lustros ausente de la tierra de María Santísima, volví para trabajar en una empresa que estaba en la misma calle Sierpes. Como entraba a las ocho de la mañana, compartía amaneceres con los empleados de banca, los funcionarios tempraneros (os juro que haberlos, haylos) y los habituales de mi línea de autobus.

Y como me pillaba de paso, antes del primer café pasaba a sentarme unos minutos en el último banco de la capillita. Allí, con el tiempo encapsulado a las ocho menos diez, respiraba el pesado olor a incienso mezclado con el de los nardos que nunca le faltan a San José.

Aunque al principio creía estar sola en el templo, poco a poco fui conociendo a otros habituales que, como yo, hacían un alto para empezar el día tras haberse ocupado de su espíritu. Me sorprendió constatar que la mayoría de estos asiduos personajes vestían traje de chaqueta azul marino y llevaban un maletín de ejecutivo. Entraban, se persignaban, musitaban un padre nuestro, se volvían a persignar y salían al mundo.

Sentí la ausencia de las beatas de mi infancia. Por lo visto, en los años que viví fuera de Sevilla, las señoras pías habían sido desplazadas por los ejecutivos, al menos a esas horas de la mañana. Comenzamos a desearnos un buen día con una especie de sonrisa cómplice, no sé muy bien por qué.

Le comenté a uno de mis compañeros de trayecto en autobus –a la sazón director de banca, traje azul marino y maletín impenitente- que había encontrado a unos cuantos clones suyos rezando y suplantando a mis añoradas beatonas en la capillita de San José.

No pareció sorprendido. Se limitó a comentar:

- Tenemos mucha presión con la cuenta de resultados.

¿Será verdad que es por eso, por la cuenta de resultados, por lo que huyen del HORROR VACUI frente al altar barroco?

P'os menuda papeleta...


(1) Curiosa anécdota de la capilla de San José y un CD-ROM: : Capilla de San José (Vía Ben Baso) y San José, DJ de la Capillita (vía ABC, Antonio Burgos)

Sección-Ave María Purísima

¡¡Ni me menees!!

6 comentarios:

Anónimo dijo...

jaja. Siempre pueden ser una sorpresa los motivos por los que de cada uno hace una u otra cosa, pero no sé yo si San José les ayudará o no con esa cuenta. Besos

Kotinussa dijo...

Yo, después de estudiar Historia del Arte en Sevilla, tenía cierto rechazo a la arquitectura religiosa contemporánea. Era como si el estípite y el balaustre se hubieran instalado en mi cerebro para siempre. Además, cuando viajaba a Oriente encontraba ese mismo "horror vacui".

Con los años me he reconciliado con la arquitectura contemporánea, y cada vez me siento más cómoda en esos espacios.

Lula Towanda dijo...

A mi que tanto me gusta Mondrian, el "horror vacui" me mata. No sé cómo se puede concentrar alguien para rezar con esos oropeles retorcidos. Me sale la vena castellana más comedida en adorno.
Lo que me ha gustado es el uso de la tecnología para preservar la fachada de los pájaros cagones.
Seguro que los ejecutivos de la SGAE si van a la capillita es a poner el cazo del canon digital. No se paran ni ante los santos. Ellos ya procuran que no se les quede vacía la cuenta de resultados y viven del oropel.

S.M. dijo...

MARIA:
Yo creo que lo hacen fieles al espíritu más ensañado de "A Dios rogando y con el mazo dando". Y así nos va.

KOTINUSSA:
Qué linda palabra la de estípite. Y estoy de acuerdo en que, a fin de cuentas, el horror vacui es tan de oriente como de occidente. La cosa es vivirlo reconciliada (creo).

LULA:
Gracias por el link al artículo de Antonio Burgos, "San José-DJ". A don Antonio se le nota la guasa sevillana tela del telón.
En cuanto a la SGAE, seguro que tiene mejor cuenta de resultados que algunos sectores de la curia. Por lo menos eso dice el franciscano que regenta la parroquia de este fin del mundo, abocado a la artesanía de rosarios para ayudar al mantenimiento de su iglesia -ésta, sí que sí, no tiene más que cal y ladrillo visto-.

mint dijo...

Me gustan las viejas iglesias, las que encierran millones de historias almacenadas durante años, en cierta manera admiro a la gente que tiene una determinada fe, pero como buen racionalista me provocan recelo. Muy curiosa la explicación del motivo que mueve a los ejecutivos de tu relato. Si las cuentas de resultados continúan apretando, tal vez dentro de poco veamos capillas en las sedes de las empresas. Quien sabe.

Fernando García Pañeda dijo...

Yo, que soy muy barroco, adoro esa capillita, así como la mayoría de iglesias barrocas y anteriores. Es que uno es un reaccionario estético; y orientalista. Qué le vamos a hacer. Mea culpa.