martes, mayo 23, 2006

Creo que tengo alma de Maruja

A hilo de la mujer florero, y con no poca vergüenza, me confieso: creo que yo sí que tengo alma de Maruja, y no sé si a mucha honra o qué, pero la tengo.
Me he pasado la mayor parte de mi vida adulta, que no es demasiada, las cosas como son, preparándome para ser la mujer del siglo XXI, porque eso me vendieron en casa, en el colegio, en el instituto y en la facultad.

Tuve una tropa de profesoras echás p'alante en colegio laico y en instituto progre que nos daban mucha caña a las niñas y nos obligaban a estar a la altura de nuestros compañeritos masculinos en todo momento; es más, como en mi colegio, por tradición, las niñas hacían ballet y los niños judo, cuando yo tenía unos 11 años o así, empezaron a casi obligarnos a todos a hacer de todo, con lo cual teníamos las mismas horas de deporte a la semana, pero la mitad de una actividad y la mitad de la otra: íbamos camino de Europa y había que dar ejemplo.

Mi madre en casa me crujió a enseñanzas también desde pre adolescente: no solo me instruyó a cultivar mi físico, sino que desde muy niña también llevo escuchando las cantinelas "la única independencia que conozco es la económica", "hay que vender inteligencia envuelta en un físico agradable a la vista", etc.
A los 31 años me separé de mi anterior pareja con un terrible sentimiento de culpabilidad porque después de ocho años descubrí primero que él competía conmigo en todo y que después me ponía los cuernos. Yo estaba agotada de ir a trabajar, a la facultad a terminar la carrera, al servicio de idiomas de la Universidad de La Laguna a aprender japonés y al gimnasio para no engordar; harta de salir corriendo de un lado para llegar a casa a sacar a los perros (dos) y después ponerme a arreglar el hogar, hacer de comer para que él llegara y lo encontrara todo a su gusto. Ganaba un sueldo mediocre que no daba para pagar una señora de la limpieza en casa, así que me lo comía yo todo.

Un año antes yo había tenido un proceso de gastroenteritis nerviosa que un psicólogo amigo me diagnosticó tras ir y venir de un médico a otro pasando varias veces por urgencias, especialistas digestivos, pruebas de diagnóstico, etc., y fue entonces cuando empecé a frenar el ritmo por prescripción facultativa y vino el acabose. Porque entonces dejé el trabajo porque terminaba los exámenes de fin de carrera, engordé porque no me movía tanto como antes y empecé a salir con unas amigas de vez en cuando para desestresarme y descubrir que él me ponía los cuernos con todas y con ninguna.

Cuando le enfrenté, me dijo que yo ya no era la de antes, que había cambiado, que ya no encontraba en mí la mujer que había conocido y que cuando él llegaba a casa ahora yo estaba histérica en lugar de calladita y agotada como solía estar antes, y que eso a él le agobiaba muchísimo .
Todo esto sucedió en medio de mis exámenes de fin de carrera; recuerdo que un día en un examen oral me vine abajo, no pude más y estallé en llanto, y una de mis profesoras me cogió por banda, me encerró en su despacho, me hizo confesar, y su mejor consejo para mí fue "tienes que ser independiente en todos los sentidos". Me contó que ella había enviudado muy joven teniendo niños pequeños y que había sido el trabajo el que la había ayudado a salir adelante, etc.

Así que eso hice, antepuse mi yo a todo lo demás, y entonces, dos años después conocí a mi actual pareja, y a estas alturas del guiso y un poco más relajada, vuelvo a estar inmersa en trabajo, casa, perro, pareja... pero me viene a ayudar una señora de la limpieza una vez a la semana, ya no tengo que ir a la facultad, paso de aprender idiomas que nunca voy a practicar, trabajo a cinco minutos caminando desde mi casa y mi perro es un enano que si se hace pis en el salón no pasa nada.
Pero cada fin de semana les digo a mi madre y a mi suegra: "estarán contentas, ¿eh?, menuda mierda nos vendieron de mujer del siglo XXI, yo firmaba por volver al XVII pero ya mismo".

Tanto quemar sujetadores, tanta píldora anti baby y sexo sin matrimonio, carreras profesionales, masters impronunciables, dietas y gimnasios, y te juro por lo más sagrado que estoy hasta las narices de tener que dar la talla a diario en todo y empiezo a pensar que quiero ser la madre de la familia de Cuéntame cómo pasó.
Porque encima, si hoy hago dieta y paso de hacer de comer a mediodía... me siento culpable porque él llegará cansado a casa, (él, que se levanta una hora antes que yo porque entra al trabajo una hora antes, él, que no tiene ni tiempo para ir al gimnasio porque curra el triple de horas que yo (también cobra el triple), él, que ni le da tiempo a echarse una siestita de media hora como a mí) y la que suscribe no habrá hecho nada por su estómago... y porque por mucho que por fuera me encante ser la independiente que soy y competir cada viernes por la tarde con la pandilla de las chicas a ver cuál ha tenido una semana más agobiante y vender inteligencia y todas esas cosas ... en el fondo, me dan una envidia la Preysler y compañía que lo tienen tan claro, se lo dan todo hecho y no han perdido el tiempo en menudencias como yo !!!!

Sección-Fauna Humana

technorati , ,,

¡¡Ni me menees!!

7 comentarios:

Briseida dijo...

ya pero... ellas sí saben dejar a un lado el traicionero "sentimiento de culpa"... ¡expúlsalo! :-)

besos

Lula Towanda dijo...

El ser una supermujer es muy cansado y en momentos de debilidad nos da que pensar si merece la pena. Estoy totalmente de acuerdo con tu madre que "la verdadera independencia es la económica", pero los medios para conseguirla son muchos. A algunas les cuesta poco adquirir esta independencia (la Preysler) y otras nos liamos mucho en menudencias para obtenerla (nosotras mismas, para que ir más lejos).
Al final lo importante es ser feliz y lo que nos aleje de ello hay que apartarlo de nuestro camino.
Como dice Almena, no hay que ir por la vida con sentimientos de culpa

la-de-marbella dijo...

Nunca he tenido oportunidad de ser "Maruja". Las unicas veces que he pasado periodos largos en casa, han sido las dos bajas maternales. Como transcurrió tanto tiempo entre la primera y la segunda baja, las dos veces me dedique a los bebes y apenas tenía tiempo para nada más. A veces, desayuno con un grupo de "Marujas" felices, increiblemente cada vez quedan menos. Ellas me envidian a mí y yo a ellas.( Sus recetas, sus gimnasias, sus series en TV, los calcetines de niño tejidos a mano, la suegra, la vecina, el mercadillo del lunes, las excursiones a Gibraltar, los marujeos en las tiendas, las conversaciones de saldo etc etc)Pues aun así, no quiero ser Maruja

Re dijo...

Yo creo que todo se reduce a eso mismo, al sentimiento de culpa o la falta de él: las veces que no he estado trabajando me he sentido culpable por ser un parásito, y cuando trabajo pues por no estar a todo lo demás.
Ayer mismo estaba leyendo un artículo acerca de las nuevas leyes que quieren aprobar para que las mujeres conciliemos la vida laboral con la familiar y bueno, se me ponían los pelos de punta pensando en lo que nos espera, todo es mentira y al final siempre salimos perdiendo en algo: o nos perdemos a nuestros hijos (las que puedan tenerlos ) o a nuestras parejas (las que tengan de esos maridos que compiten y se cabrean si una gana más o está más considerada en el trabajo) o directamente nos perdemos una vida profesional adecuada.
Tengo amigas que con más carrera académica que sus parejas, tienen peores puestos, ganan menos, y encima son las que cargan con todo el tema familiar (casa, niños) porque ellos llegan y están tan estresados que solo quieren ver tv para desconectar.
A veces, poniéndome drástica, pienso que todo obedece a un plan concebido por ELLOS como represalia por nuestra multifuncionalidad y nuestra resistencia a lo largo de los siglos, porque mira que les hemos soportado cosas, algo asi como "ya que puedes con todo, a ver si con esto también".
En fin, tengo un día chungo justamente por esto último, pero quedo MUY agradecida por vuestros comentarios y empatía.

Fernando García Pañeda dijo...

Que no te quepa duda, querida Lula, que es un plan concebido (o improvisado, da igual) por Ellos (nosotros, a mi pesar).
Lo único que importa son las personas, no los planes, ni las leyes ni nada de esa mierda de buen rollito de género.
Con afecto.
P.S. Un personaje de mi última novela (inédita) siente y dice casi lo mismo que dices en tu post.

Lula Towanda dijo...

Fernando veo por tu blog que tenemos lecturas comunes, muy buenas por cierto. Es post en el que dejas el comentario lo ha escrito Rebecuqui, una asturiana residente en Canarias (algo explosivo). La sección femenina es un blog comunitario abierto al todo el que quiera colaborar.
Aunque este post no lo haya escrito yo suscribo muchas de las cosas que dice y la comprendo perfectamente en sus sentimientos entre la culpa y el cansancio del camino de la perfección.
Me parece estupendo que las mujeres digamos lo que sentimos y no esos rollos de la paridad que nos venden los políticos.
Suerte con tu libro y ya nos informarás como podremos leerlo

Fernando García Pañeda dijo...

Perdón, lo siento mucho, Lula y Rebecuqui, no me había fijado (ya sabéis que los hombres no podemos hacer dos cosas al mismo tiempo). Por cierto, mi segundo apellido también es, por lo que sé, asturiano.
Podéis echar un vistazo sobre la novela aquí: http://www.elpais.es/articulo/pais/vasco/Garcia/Paneda/cuenta/Kismet/intriga/marcada/destino/elpepiautpvs/20060414elpvas_9/Tes/
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