martes, octubre 16, 2007

El intelectualoide


Entre los más curiosos personajes de la fauna humana de nuestros días, figura el aspirante a intelectual o, mejor dicho, a "intelectualoide". No precisa matricularse en ninguna facultad universitaria. En la mayoría de los casos le basta con leerse unas cuantas recensiones de los libros de actualidad, memorizar una serie de citas para "largarlas", venga a cuento o no, en la primera ocasión que se le presente, asistir a alguna tertulia, o sentarse en un viejo café, rodeado de papeles, y escribir, durante horas, delante de un humilde café con leche.

Ayudará notablemente a conseguir la calificación de intelectualoide, el adoptar aspecto y modales de "progre": barba rala o a medio afeitar, pelo cuidadosamente despeinado, pañuelo de vivos colores y una chaqueta de "arruga bella" con apariencia de suciedad. Indumentaria que sustituye en invierno por un largo abrigo oscuro "made in pseudo Armani" con las hombreras llenas de abundante caspa.

Y lo que con total seguridad le otorgará el doctorado en intelectualidad es presumir de haber participado en las jornadas del mayo francés del 68, haber recibido clases en Berkley, asistir exclusivamente a los cines en versión original, y declarar que solo le interesan los ensayos filosóficos de Sartre, Wittgestein, o Walter Benjamín.

En el terreno musical alguno de ellos cree haber descubierto ahora a Gustav Mahler, desconociendo que allá por los años cincuenta del pasado siglo el padre Sopeña ya promovía, entre los universitarios, audiciones del célebre compositor

Cuando nuestro personaje asiste a los conciertos de la llamada música culta es fácil reconocerle: reclina la cabeza hacia atrás, cierra los ojos -con evidente peligro de dormirse -y adopta un visible ensimismamiento. Vamos, que se traspone.

Pero no se crea que este arquetipo es fruto exclusivo de los tiempos que nos ha tocado vivir. Ya en el siglo XVII y XVIII pululaba en la Francia de "los salones" un cierto personaje que despertó el interés de la Psiquiatría del siglo XIX.

Eran individuos que junto a un escaso nivel intelectual, presentaban paradójicamente, ciertas facultades excepcionalmente desarrolladas: excelente memoria, facilidad para resolver cálculos, fluida conversación, etc.,

Cuando años más tarde el gran psiquiatra Hoche descubrió en clínica ciertos pacientes con esas especiales características no dudó en calificarlos con el nombre de "imbécil de salón", en recuerdo de aquellos petimetres que vestidos a los dictados de la última moda y con afectado lenguaje, transitaban con más cortesía que talento por los salones de París de los siglos XVII y XVIII.

Salones como el de Madame Geofrin, del que Diderot aseguraba que asistían a sus reuniones todos los que tenían alguna influencia en la corte, figuras de la talla de J.J. Rousseau, d'Alambert o los enviados de Catalina la Grande. O aquel otro que sostenía la famosa Madame de Sevigné, que le permitió recoger suficiente "material" para enviar a su hija nada menos que mil quinientas cartas, refiriéndole las "hablillas de la Corte".

Han transcurrido muchos años y el "testigo" de aquellos "imbeciles de salón" ha pasado a las manos de los actuales "intelectualoides", que cambiando casaca por chaqueta de arruga, pasean, con más afectación que conocimientos, por Ateneos, presentaciones literarias y tertulias de café de nuestras ciudades.

Sección-Fauna Humana

¡¡Ni me menees!!

6 comentarios:

Lula Towanda dijo...

El Blog es un medio de comunicación magnifico para el intelectualoide. Algunos de los A-list Bloggers adolecen del síndrome con el que los calificó Hoche: imbéciles de salón.

Antonio dijo...

Opino, sin tener demasiá idea, que ese tipo de intelectualoide, ha cambiado bastante. Aquellos, que fueron avanzadilla de un país más atrasado, (casi nunca eruditos o eminencias cruzaban estos ambientes informales, preferían el Casino) dejaron la barba y la chaqueta cuando tuvieron oportunidad de desarrollar sus aptitudes y no les ha ido mal por los despachos del poder, efectivamente, aunque sea justo reconocer que eran otro tipo de oportunidades. Se hicieron realistas, han ganado barriga y han perdido fe:

Ahora, es otra cosa.
Los intelectualoides valoran más las vivencias, mejor cuanto más intensas, las últimas novedades como nicho de prosumidores (primeros consumidores de un artículo) se adaptan fácilmente a los cambios, dominan las nuevas tecnologías, saben callar lo que ignoran y sacar provecho de lo que no saben. En realidad, más que el conocimiento, valoran el objeto, el producto, el consumo, etc...

Es una opinión personal, no obstante, a vuela pluma.

Prometo estudiar la situación actual y sacar una entrada (postcast); analizando quiénes son hoy, los que ayer eran.

Sobre la la referencia de Lula a Hoche, se le dice ahora Blogger( o Bloggeo) de Salón.
En eso no cambiamos:)

Saludos

Miguel Arribas dijo...

Lula:
Estoy plenamente de acuerdo contigo. Pero creo que el radio de acción del intelectualoide desborda hoy el Blog para invadir todos los medios de comunicación existentes.Besos

Unantonio:
Muy interesantes tus comentarios.Efectivamente cuando escribí estas líneas sobre los intelectualoides estaba pensando en la fauna de los años 90, más que en la de nuestros días. En aquellos tiempos pululaban con más frecuencia por el Ateneo y el Círculo de Bellas Artes de Madrid que por el Casino o la Gran Peña, cotos permeables, ayer y hoy, sólo para una minoría.
Pero también era posible observarlos en ciertas empresas. Conozco el caso de un joven "petrimetre" que redactando informes en los que copiaba literalmente capítulos de la Enciclopedia de Marketing de Deusto, deslumbró durante unos meses a la Dirección de una empresa
. Te animo a plasmar tus reflexiones sobre el intelectualoide de hoy. Será un placer leerlas. Un abrazo

ALyCie dijo...

¡Uy! ¡Lo que has escrito! ¡Te van a lavar el teclado con jabón!
La literatura científica divulgativa, ya está al alcance de todos, suficiente como para crear el método ciNEtífico, que consiste en ver una película, preferentemente americana y saber mas que nadie sobre el tema.
Pero vamos, ¿quien será el primero en tirar la piedra?
Salud

Anónimo dijo...

Es que el que considera que no tiene nada que aprender se pasa la vida intentando demostrar lo que sabe. Y, claro, se repite.

El problema con estos tipos es que siempre frecuenta personas más educadas que ellos que no les dicen lo imbéciles que son. Por eso se ven tanto

Miguel Arribas dijo...

uBio:
No es malo ser el "primero en lanzar la piedra". Lo malo es--y el riesgo existe--que te caiga en tu propia cabeza.
saludos

ecléctico:
Hay muchas formas de denunciar a los "imbéciles de salón" que nos rodean, sin perder los "modos".Es la única manera de que no proliferan con exceso.Por ello creo que es preciso e higiénico identificarles.
saludos